KASPAR
La puerta dio un golpe desafiante a mi espalda e interpuso una barrera entre aquella cría tonta sentada en el antepecho y yo. Me apoyé contra la pared y respiré hondo varias veces.
«Besó a Fabian».
Sentí que los ojos se me ponían negros, y me pregunté por qué. Aparte de que complicaba aún más las cosas, ¿qué tenía de malo? «¿Por qué estoy enfadado?»
Sacudí la cabeza y relegué aquellos pensamientos a un rincón de mi mente. Había muchas cuestiones importantes que tratar. Al caminar por el pasillo, oí voces amortiguadas que procedían de la habitación de Lyla y reconocí a una de las amigas de mi hermana. Estaba a punto de llamar cuando Lyla comenzó a hablar. Me detuve, a medio camino, intrigado.
—¡Sólo quiero saber qué tiene ella que no tenga yo! —La voz alterada de mi hermana me llegó a través de la puerta, la frustración y la rabia eran evidentes en ella—. Es decir, ¡tengo belleza, dinero y estatus! ¿Y cómo puede cambiar alguien de opinión tan rápido? Estuvo colado por mí durante ¿cuánto? ¿Veinte años? Y entonces, de pronto, aparece la pequeña señorita Estoy Viva, con su corazoncito latiente y toda ella tan tremendamente frágil, y ya no hay más que «Oh, Violet, ¿puedo acostarme contigo? ¡Déjame echarte un polvo, besarte, llevarte al baile!» —se burló con gran resentimiento.
Su amiga suspiró.
—Estoy segura de que si no hubieras estado ya comprometida para ir al baile, te lo habría pedido.
—Venga ya, Cathy. Se lo iba a pedir a ella de todas formas. Incluso le oí hablar de ello con Declan.
Silencio. Podía imaginarme los engranajes girando en la cabeza de su amiga y sentí pena por ella. Cuando Lyla tomaba una determinación, hacerla cambiar de opinión resultaba imposible.
—No puedes saberlo. Yo estoy segura de que le gustas de verdad. ¡Vamos, ella no tiene nada que no tengas tú!
—¿Y qué me dices de las mejillas sonrosadas? ¿Y de la sangre irresistible? ¿Vulnerabilidad? ¿Humanidad?
Su voz se tornó aguda y oí un suspiro exagerado, seguido de lo que me pareció el ruido de algo estampándose contra una mesa.
—¿De qué color crees que debería pintarme las uñas para Ad Infinítum, negro o rojo? —continuó Cathy, ajena a la creciente desesperación de mi hermana.
—O sea, ¿qué coño ven en ella? Yo soy mucho más guapa, ¡y sé comportarme en sociedad!
—O tal vez deba decidirme por una manicura francesa clásica. ¿Qué opinas?
El parloteo cesó durante un instante.
—Uñas negras. Y Kaspar es una mierda de hermano. Escapa a mi comprensión por qué demonios es él el heredero. Yo lo haría mucho mejor.
«Me encantaría verte intentarlo», pensé.
—Porque la tradición dice que el heredero de la familia es el cuarto o el séptimo hijo —le explicó Cathy—. Tú eres la tercera. Hasta yo lo sé, y cateé en Vampiros.
Lyla suspiró.
—No hablaba en serio, Cath, claro que sé por qué. Pero ¿no aprobaste al final?
—Papá chantajeó al director. Como si yo pudiera aprobar… —rio; era obvio que su propia estupidez le resultaba hilarante.
—Vale, lo que tú digas. Pero ¿no crees que Kaspar se está comportando como un verdadero cabrón?
Su amiga se quedó callada.
—Pues yo creo que está muy bueno.
Enarqué una ceja y traté de no reírme cuando varias exclamaciones de asco inundaron el pasillo.
—¡Oye! ¡Que estás hablando de mi hermano pequeño!
—Pues vale. En cualquier caso, estaba pensando en un pequeño vestido negro para el baile. ¿Qué te parece?
—¡Cathy! No hago más que repetírtelo: mantente alejada de los vestidos cortos. Les hacen un flaco favor a tus muslos. Apuesta por el corte imperio. La última vez que te pusiste un vestido así, ¡Felix no dejó de babear!
—Lyla, Felix no dejó de babear porque estaba borracho. Probablemente también estuviera colocado.
—Yo creo que le gustas.
«Yo creo que tengo que hablar con Felix».
No pude resistirlo más y, sin molestarme siquiera en llamar, giré el pomo y entré en la habitación. Las dos chicas se dieron la vuelta de inmediato y Cathy me hizo una reverencia.
—Hola, Kaspar —saludó con un dejo que sospeché que, supuestamente, tenía que interpretar como seductor.
Contesté con un gesto de la cabeza.
—Catherine.
—¿Qué ha pasado con la norma de llamar a las puertas que establecimos, Kaspar? ¿Cómo sabes que no estaba desnuda o algo así? —preguntó Lyla enfadada y con las manos en las caderas.
—Lyla, eres mi hermana. Fuiste corriendo por ahí, desnuda, hasta que tuviste doscientos años —contesté.
La vergüenza hizo que se le pusieran los ojos de color rosa y casi me entra la risa.
—¡No, no es cierto! ¿Por qué diablos has venido, de todas formas? Tengo cosas que hacer, no como tú.
—¿Aparte de poner verde a todo el mundo? —repliqué con una ceja arqueada.
—Es una forma muy entretenida de pasar el rato.
No había ido allí para hablar de su carácter criticón, así que corté el hilo.
—Lyla, quiero hablar contigo. En privado.
Deliberadamente, me volví hacia Cathy, que, aturullada, recogió sus cosas y se marchó, pero sólo después de pasar a mi lado y rozarme a propósito.
—Adiós, Kaspar.
Me puse rígido.
—Catherine.
Portazo al salir.
—Bueno, ¡pues suéltalo! ¡No tengo todo el día!
—Deja de ser una hermana tan celosa y posesiva. Supera lo de Fabian, deja de ponerme en peligro y no metas a Violet en esto.
Se dio la vuelta, con la mirada llena de veneno.
—¿Qué coño acabas de decir?
—Permite que te lo diga con otras palabras: deja de ser tan zorra.
—Ya sé lo que has dicho, idiota. ¡Sólo quiero saber por qué demonios lo has dicho! —gritó furiosa.
Arqueé una ceja. «¿Así que vas a hacerte la inocente?»
—Amenazaste a Violet. Si se acerca a Fabian, sacarás a la luz el hecho de que bebí de su sangre, y nos humillarás a los dos…
—Bebiste de su sangre con su consentimiento…
—¿De manera que lo admites? ¿Que nos has amenazado?
—No.
—Pero entonces ¿cómo podrías saber que bebí de su sangre con su consentimiento? Nadie lo sabía, excepto Violet y yo. Ella no lo contaría, y yo tampoco. Así que dime, sabia hermana mayor, ¿cómo puedes saberlo?
No contestó y se encaminó a su vestidor. Sacó ropa de los estantes y, en silencio, comenzó a sujetarla frente a ella para crear distintas combinaciones.
—Le leíste la mente —dije, interrumpiendo su búsqueda—. Muy probablemente cuando estaba nerviosa y sus barreras eran débiles. Descubriste lo del beso, tropezaste con lo que yo había hecho y decidiste que te ibas a quedar con Fabian a pesar de que está claro que él no siente por ti lo mismo que tú por él. Y eso por no mencionar el hecho de que arañaste a Violet.
Tenía la boca abierta, pero en cuanto paré para coger aire, comenzó a hablar.
—Vale, sí. ¿Y qué? ¿Qué vas a hacer al respecto? Hasta tú sabes que es por el bien de Fabian. No puede intimar con ella. Son demasiado diferentes. Un vampiro y una humana no pueden estar juntos.
—Son diferentes. Pero eso no quiere decir que una relación entre un vampiro y una humana no pueda funcionar. Mira a Marie-Claire y a John —le espeté.
Me apoyé contra un poste de su cama y, para mantenerse ocupada, ella comenzó a ordenar su escritorio, cosa que no haría normalmente.
—John va a convertirse dentro de unas cuantas semanas.
Se volvió hacia mí y me dedicó una de sus miradas más desdeñosas. Me encogí de hombros.
—Pero ha sido humano durante los… ¿cuatro años que ha durado su relación? Eso tiene que querer decir algo.
—Kaspar, cállate, lo de Violet y Fabian no funcionaría, y todo el mundo lo sabe. Y cuando él abra los ojos y se dé cuenta de que ha estado perdiendo el tiempo con…
La interrumpí.
—Pretendes ser el hombro en el que Fabian llore.
—Exactamente. Si Violet lo ignora, se dará cuenta antes. Y entonces yo lo conseguiré antes.
«Y pensar que estoy emparentado con ella».
—¿Y vas a hacerlo a costa de la salud mental de Violet? —le pregunté con el entrecejo fruncido.
Soltó un bufido mientras ordenaba sus perfumes por tamaños.
—Deja de ser tan melodramático. No le pasará nada.
—Lyla, ella necesita a Fabian como el respirar. Él es quien impide que pierda la cabeza aquí encerrada. Consigue a Fabian de cualquier forma. Pero si lo arrancas de su lado, ¿quién la convencerá para que se convierta? Estás poniendo en peligro todo el reino. Recuérdalo.
Se quedó paralizada durante un instante. Después se puso muy erguida y se volvió hacia mí.
—¿Y me lo dices tú, Kaspar James Vladimir Eztli Varn? —Puse cara de fastidio al oír mi nombre completo—. ¿Y qué estás haciendo tú? ¿Qué hay de cómo lo arriesgas tú todo? Eres el heredero, pero fuiste tú quien la trajo aquí. Eres el que intenta propasarse con ella. Y Fabian acabará con ella con su maldita amabilidad. Si no la hubiera invitado al baile no la habrían atacado. Vosotros dos sois quienes la estáis poniendo en peligro. Y si le pasa algo, ya sabes lo que hará Michael Lee.
Se llevó una mano al cuello e imitó el movimiento de un cuchillo cortándole el cuello.
Puse los ojos en blanco ante aquel melodrama.
—Venga ya, como si tuviera hombres suficientes como para llegar a nosotros.
Lyla había regresado a su escritorio y se había terminado su habitual vodka con sangre.
—¿Con los asesinos? ¿Los canallas?
Hice un gesto para restarle importancia.
—Esa no es la cuestión. La cuestión es que no vas a humillarnos a Violet o a mí contándole a alguien que bebí de su sangre. Y tampoco vas a impedir que Fabian se acerque a ella.
—¿Ah, no? —me desafió.
Crucé los brazos sobre el pecho.
—Podrías, si quisieras, pero si lo haces, le contaré a padre que perdiste la virginidad con un canalla cuando tenías catorce años. ¿Te parece justo?
Ahogó un grito y se quedó boquiabierta. Sus iris volvieron a teñirse de rosa.
—¿Cómo sabes eso?
—Conozco a ese tipo. Entonces ¿tenemos un trato, querida hermana mayor?
A regañadientes, estiró una mano y estrechó la mía. La fuerza de su apretón dejó claro que estaba enfadada.
Me marché sin poder dejar de sentirme un hipócrita. Ya que, en realidad, no me cabía duda de que estaba tan enfadado como Lyla porque aquellos dos se hubieran besado. «Al menos mi hermana sabe por qué está enfadada».