26

KASPAR

Miles de vampiros contemplaban a Violet, que continuaba inerte entre mis brazos. De inmediato, la figura alta y oscura de mi padre surgió de entre centenares de callados e inmóviles espectadores, todos incapaces de apartar la mirada de la figura profanada de la humana.

—Llévala adentro —ordenó en cuanto su mirada recayó sobre ella.

Di un paso al frente y la muchedumbre se abrió para dejar paso a Galen, el médico de la familia. Hizo un gesto con la cabeza para indicarme que la depositara sobre el suelo. Él se quitó la chaqueta y la arrugó para ponérsela a Violet a modo de almohada. Al verla, desgarrada y cubierta de sangre, los rostros de los miembros de mi familia se llenaron de horror. A Lyla se le escapó un sollozo.

La mirada ambarina de Galen se clavó en mis ojos, como si pensara que yo le había hecho aquello.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó con tono brusco.

—La han atacado —gruñí.

Un rugido colectivo se extendió por la habitación y todos los ojos, uno por uno, pasaron a ser de un negro insondable.

—¿Quién? —exigió saber Ashton. Se aflojó la faja y se quitó la chaqueta del frac.

—Ilta Crimson. Iba a violarla.

La habitación se llenó de siseos de asco y varios vampiros salieron de la sala de inmediato. También se produjo una ligera conmoción cuando una pequeña partida de rastreadores se reunió y salió a toda prisa del salón de baile. Ashton, un vampiro eficiente, despiadado, célebre por su habilidad para rastrear, me hizo un breve gesto con la cabeza cuando se puso a la cabeza del grupo que iba a rastrear los bosques.

—Por el amor de Dios, despejad la sala, por favor. ¿No creéis que su dignidad ya ha sufrido bastante? —Galen pronunció aquellas palabras en voz baja, mientras le tomaba el pulso y metía los dedos en las punciones que tenía en el cuello.

Al oírlo, Jag y Sky dieron instrucciones a los criados para que despejaran el salón de baile. Entretanto, mi familia cerró filas y formó un círculo protector a su alrededor.

—Fractura de la muñeca derecha y una considerable pérdida de sangre, presumiblemente extraída a través del cuello.

—¿Cuánta sangre?

—Demasiada. Va a entrar en estado de shock. Si no recibe una transfusión, sus órganos vitales fallarán.

No hizo falta que continuara.

—Hazle una transfusión.

—No es tan sencillo. La sangre que tenéis almacenada aquí está sin analizar, no es válida para hacer transfusiones, y tardaríamos demasiado en conseguir más de los bancos de sangre humana.

—¡Entonces conviértela!

Galen sacudió la cabeza y volvió a dejar el brazo de Violet en el suelo. Se sentó sobre sus rodillas.

—Es demasiado tarde para eso. Su cuerpo no sería capaz de soportar el cambio. Lo siento.

Abrí la boca. La volví a cerrar. Cogí el brazo sano de Violet y se lo acaricié. Me asombró que estuviera más fría que yo. Oí que alguien sugería que fuéramos a ver los sabios, pero otro descartó la posibilidad de inmediato.

—¿No podríamos darle una pequeña cantidad de nuestra sangre? —propuse. Una idea comenzaba a tomar forma en mi cabeza—. Lo bastante como para mantenerla viva y permitir que su cuerpo sane, pero no para convertirla.

Galen me lanzó una mirada escéptica.

—Eso la transformaría en una dampira.

—¿Y qué? ¡Le salvaría la vida! ¿Padre? —A la desesperada, recurrí a la clemencia de mi padre.

No dijo nada, pero les hizo un gesto a Galen y a Eaglen para que se reunieran con él fuera del círculo. Capté fragmentos de su conversación, pero me distraje cuando Fabian apareció junto a las puertas y se unió a mí. Seguía llorando y, cuando me miró, sus ojos me lo dijeron todo.

—Se está apagando —murmuré, y contemplé cómo mi mejor y más antiguo amigo se derrumbaba y caía al suelo sollozando.

Seguí mirándolo sin saber cómo actuar, incapaz de llorar mientras me repetía a mí mismo que no lo haría, que no podía llorar por una humana.

La respiración de Violet iba tornándose más rápida, pero su pulso estaba desvaneciéndose. Las gotas de sudor frío le resbalaban por el cuello hasta los arañazos que Ilta le había hecho en el pecho. Tenía la piel cada vez más fría.

—Vamos… —murmuré con la mirada clavada en los hombres que conversaban junto a la puerta. En ese instante mi padre se volvió hacia mí.

«¿No tienes nada que decir, Kaspar?»

«Su vida está en tus manos, padre, así que ¿qué sentido tendría?»

Vi que suspiraba y se volvía hacia Eaglen. Habló con la voz un poco más alta:

—Esta decisión afectará seriamente el destino del reino, ¿no es así?

—De más formas de las que imaginas —contestó Eaglen con una sonrisa.

«Sabe cosas que nosotros sólo podemos imaginar».

—¿Arabella? —dijo mi padre volviéndose hacia ella.

Ella asintió para confirmar lo que había dicho su padre de sangre, Eaglen, y para reforzar el argumento de su suegro.

«Si la dejo morir, nos arriesgamos a enfadar a Michael Lee y al gobierno, y a darle la excusa que necesita para iniciar la violencia. Si permito que viva y se convierta en dampira, corremos los mismos riesgos. También debo pensar en ella. Aunque consumiera una pequeña cantidad de sangre vampírica, no hay garantías de que funcione. Y, por supuesto, debes recordar que nos odia con todas sus fuerzas. ¿De verdad querría estar conectada con los seres oscuros aunque fuera de la forma más leve?»

Sus últimas palabras me sobrecogieron. Él sabía la respuesta. Violet no querría. Pero tampoco querría rendirse tan fácilmente. Era una luchadora.

«Michael Lee ni siquiera llegará a saber que su hija es una dampira. Y esto no es culpa de ella. No lo eligió. Ni siquiera debería ser parte de este mundo, para empezar. Le daré mi sangre. Se lo debo».

No sabía si mis palabras estaban teniendo efecto, pero entonces los ojos de mi padre hicieron algo inaudito: se tornaron azules.

—Hazlo.

Galen se puso en marcha de inmediato. La levantó en brazos y ordenó a los criados que encendieran un fuego en su habitación. La sorpresa me dejó inmóvil durante un segundo, pero después agarré a Fabian y guie a Galen escaleras arriba.