VIOLET
La mirada del rey se entrelazó con la mía y un destello de duda le bañó el rostro antes de que recuperara su aire pensativo y contemplase desde lo alto a sus súbditos como si fueran peones en un tablero de ajedrez. Cuando se sintió satisfecho, se sentó en su trono y les hizo un gesto con la mano a los camareros, que desaparecieron por los laterales.
—¡Violet! ¡Respira!
Aterrorizada, me di cuenta de que no tenía aire en los pulmones. Mi pánico aumentó, el pecho me ardía implorando oxígeno.
—No puedo… —grazné.
—Claro que puedes —insistió Fabian, que me sujetaba por los hombros—. Concéntrate.
Cerré los ojos con fuerza y me centré en el subir y bajar de mi pecho. Al cabo de un minuto, el torniquete que tenía en el cuello desapareció y cogí aire de golpe. La oscuridad se desvaneció y recuperé la coherencia de mis pensamientos. Recobré la vista y la habitación volvió a tener sus colores normales, libres de los tintes de mi visión borrosa. Permanecí allí de pie durante más o menos un minuto antes de recuperarme del todo.
—¿Qué coño acaba de ocurrir? —jadeé.
—No te preocupes. No ha sido nada —murmuró, evitando mirarme a los ojos.
—¡Y una mierda!
—Baja la voz —siseó.
Enfadada, hice lo que me pedía.
—¡Dímelo, Fabian! ¡Tengo derecho a saberlo! Y está claro que tú sabías que esto iba a ocurrir, así que ¿por qué me invitaste? —le espeté en voz baja y acercándome más a él.
Suspiró.
—Te invité porque quería que me acompañaras, y quería que te lo pasaras bien. Si no te conté esto es porque pensé que podría haberte asustado.
—¿Y qué es «esto»? —En esta ocasión mi tono no fue tan exigente. «Quería que me lo pasara bien».
—La corona del rey. —Señaló con el pulgar en dirección al trono—. Contiene sangre maldita. Si un humano la ve, sufre los mismos efectos que has experimentado tú. Se utilizaba en los tiempos en los que había sacrificios humanos. Que ahora ya son sólo simbólicos —añadió al ver que mi cara se debió de congelar ante la mención de «sacrificios humanos».
Puede que las voces y la oscuridad hubieran desaparecido, pero el mensaje no. «Esa corona me ha hecho desear la muerte».
—¿Volverá a afectarme esta noche?
—No, sólo ocurre una vez.
La muchedumbre se había separado para formar un enorme círculo. La corona ya no estaba, y el rey caminaba hacia el centro del círculo. El encanto del baile regresó de inmediato cuando las velas brillaron con más fuerza.
Los violines volvieron a sonar y, en un abrir y cerrar de ojos, los Varn, en toda su suprema gloria, estaban allí de pie, listos para bailar. Hicieron una profunda venia antes de tomar entre los brazos a sus parejas.
—Espera hasta que te lleve hacia la pista de baile para moverte —me ordenó Fabian en voz muy baja.
Los Varn comenzaron a bailar deslizándose por la pista como si fueran uno con la música. Sus pasos eran precisos, perfeccionados a lo largo de miles de años de práctica. Contemplé asombrada cómo Kaspar y Charity se volvían uno. El sorprendentemente elegante vestido de la vampira flotaba en torno a sus tobillos y se fusionaba con su figura mientras ella giraba y giraba. La única pista que ofrecía el tejido malva acerca de la verdadera naturaleza de Charity era el largo corte que lucía a un lado y que se detenía a mitad de su muslo.
Casi se me escapa una sonrisa cuando Kaspar pasó a nuestro lado con aire de aburrimiento. Se había ataviado con el atuendo real, y llevaba la entallada chaqueta negra ajustada con un recargado cinturón plateado. Del pecho le colgaban unas cuantas medallas, debajo del pañuelo de color esmeralda que asomaba de su bolsillo. También lucía una banda esmeralda, muy parecida a la de Lyla, estampada con el blasón real, lo cual demostraba la pureza de su sangre.
La música alcanzó otro crescendo y ahogué una exclamación de sorpresa cuando, como uno solo, los Varn se dieron la vuelta y cambiaron la dirección de sus pasos. El coro cantó y sus notas reverberaron por toda la sala. Las velas volvieron a crepitar e iluminaron con suavidad a los danzantes. Ya hacía tiempo que había desaparecido todo miedo de mi interior. Lo olvidé cuando aquella escena majestuosa tomó el relevo.
Una enorme sonrisa se dibujó en mi cara. Aquello era lo que toda chica soñaba pero nunca viviría.
—Ha llegado el momento.
La música cesó y Fabian imitó mi expresión sonriente. Le puse una mano en el brazo y él me acompañó hasta la pista. Nos abrimos camino entre otras parejas, ya que cientos de vampiros se agrupaban y esquivaban a las parejas, ahora inmóviles, de los Varn. Conseguimos llegar al centro de la pista y, al mirar alrededor, vi muchas caras conocidas: Cain en una postura perfectamente hierática junto a su joven acompañante, Alex y una chica desconocida, Eaglen de pie al lado de una mujer mayor.
—Haz la reverencia —me dijo Fabian, y toda la habitación lo hizo a una.
Nos agarramos, la música se elevó…
Y ya estábamos bailando, girando, dando vueltas junto con otras parejas. Los vestidos de baile se agitaban, la música ascendía. Cerré los ojos tratando de recordar todos los detalles de la escena. Mi sonrisa flaqueó al recordar las palabras que el rey había pronunciado hacía muchas semanas: «Sus sentimientos cambiarán cuando se haya acostumbrado a nuestro modo de vida, cosa que ocurrirá con el tiempo. Y eso es precisamente lo que le sobrará, señorita Lee».
Lentamente, abrí los ojos y vi que Fabian me estaba observando con una sonrisa de curiosidad. Sus ojos eran del más claro de los azules, tan claros que ponían al cielo en evidencia, tan claros que las olas del océano parecían cansadas al admitir la derrota ante aquel color tan perfecto.
«Qué cursi», murmuró mi voz.
—¿En qué estás pensando?
—Estoy pensando en lo maravilloso que es esto —mentí—. Todo este baile. Es increíble. Toda esta gente… Me siento como Cenicienta. —Me eché a reír, sin saber qué más decir.
Para alivio mío, él también rio.
—Esto no es nada. Deberías ver alguno de los bailes que se celebran más avanzado el año —dijo en un arrullo.
Dejamos de dar vueltas cuando la música cambió a algo más melancólico. Al cabo de unos segundos, volvimos a bailar, más lentamente, y me vi obligada a concentrarme en los pasos durante unos cuantos minutos.
Mi mirada comenzó a fijarse en el espectáculo que se estaba desarrollando a mi alrededor. Lyla pasó deslizándose a nuestro lado. Su pareja era un vampiro extremadamente atractivo con aspecto de adolescente que estaba claramente fascinado por los pechos de Lyla. Parecía gustarle lo que veía. Me sonrojé cuando la mirada de Lyla y la mía se cruzaron. Me gustaba Fabian —pese a ser un vampiro era agradable—, pero a ella le gustaba de una forma muy diferente. Y Lyla se había portado bien conmigo durante el tiempo que llevaba allí… No quería estropearlo.
El rey bailaba en el centro con una vampira increíblemente hermosa. Tenía el cabello castaño claro y le llegaba hasta la cintura pese a llevarlo recogido. La posición de su mandíbula angular marcaba las distancias con todo lo que la rodeaba, incluido el rey. Él compartía aquel mismo aire de indiferencia y apenas miraba a la mujer que tenía entre los brazos.
Continué investigando. Me fijé en Sky y Arabella, que pasaron a nuestro lado en ese momento. Se miraban a los ojos como si fueran las únicas personas de la habitación. Aparté la mirada, incómoda. Sentí que no debía entrometerme en su momento. Noté un pinchazo en mi interior.
Eso es lo que deberían tener Lyla y Fabian.
Rechacé bailar una tercera pieza con Fabian alegando que tenía sed y me marché a buscar agua.
Avancé a trompicones hasta la mesa de las bebidas y cogí un vaso de agua. Me lo bebí de un trago y cerré los ojos cuando el fresco líquido se abrió camino por mi garganta reseca. En vez de bailar, preferí sentarme cerca de la pared con mi bebida, ignorando las miradas de deseo que me lanzaban desde todas partes. Siempre que tenía oportunidad hablaba con algún vampiro que conociera y me aferraba a ellos hasta que alguien los arrastraba a la pista de baile. Fabian había desaparecido hacía rato y bailaba con casi todas las vampiras jóvenes que estaban disponibles. Pero pese a mis intentos atraje una considerable atención, sobre todo porque cada pocos minutos Fabian me buscaba con la mirada desde cualquier punto de la habitación para asegurarse de que estaba bien.
También descubría a menudo a Kaspar o a Sky mirando en mi dirección. Eran miradas breves, querían comprobar que seguía allí, que seguía viva. Siempre que me daba la vuelta, Eaglen y Arabella estaban de espaldas a mí, en apariencia sumidos en una animada conversación, pero sabía que en realidad toda su atención era para mí. Cada vez que se me acercaba un vampiro desconocido, uno de los Varn aparecía como por arte de magia e iniciaba una conversación con él y se lo llevaba lejos de mí en cuestión de segundos. Distinguí a unos cuantos humanos en medio de aquel mar de piel muerta, pero ellos también se movían dentro de sus propios círculos de protección y rehuían a los desconocidos.
Un grupo de niños cantores apareció y comenzó a cantar, y sus voces retumbaron por la habitación. Los observé durante un rato. Eran muy pequeños, la mayor parte de ellos no debía de llegar a los diez años. Sus rostros dulces y aniñados no reflejaban el horror de la vida y sus bocas se abrían para dejar escapar voces angelicales. Aprecié unos colmillos minúsculos y se me entristeció el rostro. «¿Cómo puede algo tan angelical ser tan peligroso?» Aquellos niños se convertirían en monstruos y matarían cuando fueran mayores.
—Es hermoso, ¿verdad, señorita Lee?
Me sobresalté y me di la vuelta a toda prisa. Vi a un joven vampiro con los ojos del azul más oscuro que pudiese haber imaginado y una sonrisa realmente deslumbrante.
—Ilta, me has asustado —dije alterada. Sentí que una oleada de adrenalina me recorría el pecho.
—Lo siento mucho, no pretendía inquietarte.
Tras su disculpa, hice un gesto para restarle importancia.
—No pasa nada. Debería haber estado más atenta.
Sacudí la cabeza y lo miré. Su sonrisa se tornó vacilante.
—No deberías haber venido, Violet. Nunca estarás a salvo entre vampiros. Eres lo bastante inteligente como para saberlo, ¿no es así? Pero me temo que subestimas el peligro de esta noche. —Las voces de los niños del coro se volvieron estridentes y antinaturalmente agudas hasta llenar todos y cada uno de los rincones del techo. Hice un gesto de asentimiento con la cabeza, indecisa—. Estar aquí, Violet, entre tantos vampiros sedientos, muchos de los cuales llevan varios días sin comer a causa de sus largos y arduos viajes… Bueno… Pensé que el rey tendría más sentido común. Pero da igual, estás segura entre algunos, y me gusta considerarme uno de ellos. —Volvió a dedicarme una de sus encantadoras sonrisas y no pude evitar que el corazón me diera un vuelco. «Kaspar debería tomar apuntes»—. ¿Puedo pedirte que me concedas este baile? ¿Y tal vez el de después? —prosiguió mientras hacía una profunda reverencia y alargaba una mano para coger la mía.
—Por supuesto.
Me guio hacia el enorme espacio del centro de la sala, donde las parejas estaban bailando una danza extremadamente lenta y elaborada. La reconocí vagamente de mis clases y comencé a girar sobre el sitio al ver que las demás mujeres hacían lo mismo.
Cuando volví a la posición inicial, me puso una mano fría en la mejilla y me levantó la cabeza hasta que la tuve frente a la suya. Desvié la mirada, incómoda por la forma en que me observaba. Me fijé en su pecho y me di cuenta de que llevaba una camisa de color rojo oscuro y que alrededor del cuello lucía una cadena muy barroca de la que colgaba algo horriblemente similar a un vial de sangre.
—No seas tímida, Violet. Sé que nuestro encanto te resulta irresistible, ese encanto que tanto desprecias. Pero no es algo que deba odiarse, sino aceptarse como un designio taimado y terrible de la naturaleza. —Asentí con abatimiento y llena de vergüenza cuando me di cuenta de que probablemente lo que acababa de decir era la verdad—. Da igual. No permitas que te disguste. Cambiemos de tema. He oído muchas cosas sobre ti, querida Violet, pero tú nunca preguntas mucho sobre nosotros. ¿No deseas hacerme una única pregunta?
Reflexioné durante un momento.
—¿De dónde viene? Tu familia, me refiero.
—Mi familia —repitió entre risas—. Has ido a dar con un tema muy extenso. Procedo de Rumanía, aunque mi familia posee residencias por todo el mundo, como la mayor parte de las familias poderosas. —Una sonrisa burlona le rondó los labios—. Fuimos uno de los pocos clanes que no huyó cuando los asesinos se hicieron con Rumanía hace muchos siglos. —No cabía duda de que su voz destilaba orgullo, pero yo no creía que aquella hazaña fuera tan impresionante. Sky y Jag también vivían en aquella parte del mundo.
De repente, Ilta se dio la vuelta con un gruñido.
—Oh, perdóname, pensé que eras otra persona —dijo tras hacer una profunda reverencia.
Se notaba que el tono educado de su voz era forzado.
—Deseo bailar esta pieza con Violet.
Kaspar le dedicó una mirada furiosa e Ilta me soltó a regañadientes.
—Por supuesto, alteza.
Volvió a inclinarse ante él, envarado, y se marchó para perderse entre la multitud danzante.
—¿A qué ha venido eso? —siseé, lanzándole dagas con la mirada al príncipe.
Él no apartaba la mirada del punto por el que Ilta se había desvanecido entre la multitud. Di un paso al frente, pero él lo dio atrás.
—La reverencia —rugió.
Me incliné tan imperceptiblemente como pude sin apartar la mirada de él. No me molesté en cogerle la mano cuando volví a girar sobre mí misma en el sitio.
—¡Te dije que te mantuvieras alejada de él! —me reprendió.
—Ya lo sé. Pero no soy ni una niña ni una vampira, así que no tienes control sobre mí ni derecho a decirme lo que puedo o no puedo hacer. Me formaré mis propios juicios sobre las personas, gracias.
Me dispuse a marcharme, pero me sujetó por la muñeca. Me clavó las uñas en la piel, como la noche en que nos conocimos.
—No me des la espalda. Nadie rechaza al heredero de este reino.
Me miró con intensidad, el poder que tan claramente sabía que poseía emanaba de sus ojos en oleadas. Las mujeres que pasaban junto a nosotros lo contemplaban con admiración.
—Yo sí —susurré. Y me marché, dejándolo solo.