Brian, sentado en la terraza de un restaurante, en la plaza del Resorgimiento, no lejos del Vaticano, comenzó a sentirse mareado. Bernardo, que había llegado pálido como un sudario, le acababa de relatar su entrevista con el Padre General. La información que había obtenido era inimaginable.
Al principio pensó que se trataba de una broma. Pero cuando le llegó aquel torrente incontenible de explicaciones científicas, comprendió que el anciano exsacerdote no estaba bromeando. Aquello iba en serio. Bernardo hablaba sin parar, como si quisiera exorcizar a unos demonios y expulsar de su mente toda aquella información. Y la noticia era abrumadora: Nada menos que la demostración científica de que Dios no existe.
—Un momento, un momento; a ver si me aclaro —le interrumpió Brian, apaciguando a Bernardo con las manos. Comenzaba a sentirse desbordado por los acontecimientos. Conocía esa sensación, la de ver cómo perdía el control de la situación y era arrastrado por la fuerza de los hechos. Respiró hondo y trató de controlar su tono de voz—. Me estas diciendo que han demostrado que Dios no existe. O sea… ¡la bomba! Pero esa explicación que me has dado de las partículas… ¿Hasta qué punto es algo seguro? —Brian miró fijamente a Bernardo—. ¿Es una hipótesis, es una aproximación…?
Bernardo, que acababa de pedir una tila, negó pesaroso con la cabeza.
—Me temo que es algo más que una hipótesis. Llevo más de cuatro horas reunido con un grupo de físicos Jesuitas. Me han explicado con detalle los rudimentos del descubrimiento. Han conseguido provocarme un gran dolor de cabeza con sus explicaciones, pero he de reconocer que las evidencias son irrefutables. Como te he dicho, cuando un leptón y un pseudo Bosón de Higgs…
—No, no, por favor —le interrumpió Brian—. No me repitas la explicación… que ya me ha pasado por encima la primera vez. Ni siquiera sé lo que es un bosón. Además, en su momento tampoco entendí aquel rollo del Big-Bang, ni lo de los agujeros negros. Joder, si me apuras, no me sé ni la explicación de por qué se ve la televisión.
Bernardo sonrió con tristeza.
—El mero hecho de que tú lo aceptes como cierto —continuó Brian— tiene para mí más fuerza que ese rollo de los leptones. Si tú estás convencido, eso me basta, al menos por ahora. Además, creo que he entendido lo fundamental. La clave está en esas nuevas partículas, ¿no es así? Con mucha potencia…
—Energía.
—Eso. Con mucha energía… La materia se revela a sí misma —Brian se quedó pensativo un momento—. He de reconocer que suena un poco raro.
—El Universo es autocontenido. No se ha creado por nada ni por nadie, sino que es eterno. ¡Eterno! ¿No lo entiendes? Eso lo cambia todo. ¿Dónde queda Dios ahí? Ya no hay sitio para Él. Un universo eterno carece de un creador. La existencia, la materia, la energía… todo lo que conocemos, no ha tenido un comienzo. El Big-Bang solo ha sido una etapa más de un proceso más largo. De un proceso infinito. De hecho, he visto grabaciones en vídeo de experimentos que han realizado en el Instituto Weizmann siguiendo la nueva teoría… y ponen los pelos de punta. Han reproducido pequeños Big-Bang; universos en miniatura que surgen por obligación de las propias leyes de la naturaleza, cuando se cumplen ciertas condiciones. Pero no existe un creador consciente. Solo la eternidad, operando mecánicamente: eso es lo que ha demostrado el experimento… demasiado bien, me temo.
Bernardo se terminó la tila sin añadir más palabras. El impacto de la noticia le había dejado el cuerpo destemplado, como enfermizo. Le dolía un poco la cabeza y se encontraba sin fuerzas, como si le hubieran extraído la vida con un exprimidor demasiado insistente. Tenía que digerir todo aquello y encontrarle algún sentido, si es que era posible. Por su parte, Brian se quedó pensativo, resoplando muy serio y con la mirada perdida. No es que fuera especialmente religioso, pero curiosamente la noticia le había afectado más de lo que hubiera imaginado. Ahora tenía que mantener la calma, pensar con lógica y sentido común. Pero a su cerebro analítico acudían con fuerza escenarios inquietantes.
—Joder, pues tenemos un buen problema —respondió al fin—. Esto no es un escándalo político, no… no es un gobernante corrupto que se monta una guerra por su cuenta. Yo pensaba en una noticia sobre el conflicto de Oriente Medio, o sobre el proceso de paz, pero esto es muchísimo más; es una información peligrosa. Y una potencial amenaza.
—Si esto sale a la luz, no sé lo que podría pasar —señaló Bernardo, lúgubremente—. Mejor dicho, sí que lo sé. El shock sería traumático. Y las consecuencias, devastadoras.
Brian asintió automáticamente con la cabeza, balanceándola lentamente con gesto grave.
—Desde luego, serían devastadoras para el cristianismo… bueno, para todas las religiones. Toda la estructura religiosa caería con esta revelación. Por no hablar del impacto mediático, que sería brutal. ¿Te imaginas los programas informativos largando esa noticia? Un buen día enciendes la tele y una chica con una sonrisa te suelta la bomba: Buenos días, científicos americanos acaban de demostrar que Dios no existe. Imagina la reacción de la gente… —Brian miró a Bernardo—. Para muchos, supondría una conmoción. Y no quiero ni pensar en las consecuencias económicas… No hace ni cinco años que hemos salido de la depresión. Los mercados están muy sensibles. Una noticia así hundiría las bolsas y sumiría al mundo en una nueva crisis económica. La confianza, la actividad comercial… nada escaparía al golpe —Brian pareció dudar un instante—. Por otra parte… no sé, pasado ese shock, la gente sabría la verdad, ¿no?
—Me temo que el alcance es mucho mayor de lo que estas comentando —respondió Bernardo, casi con desgana—. Es cierto que las primeras consecuencias pueden ser las que dices, la crisis económica, el impacto mediático y todo eso. Hasta la caída de las religiones… aunque en ese punto tengo mis dudas.
—Bueno, es la consecuencia más evidente, ¿no?
—A muy corto plazo es posible que muchos no quisieran creer la noticia. La fe es una forma de vida, una visión del mundo, una forma de ser… que no se cambia fácilmente. Recuerda los conflictos que ha habido entre la fe y la razón. Históricamente, la Iglesia se ha opuesto a los descubrimientos científicos que contradecían su doctrina. Mira lo que hizo con Galileo. O Darwin. Y con esto, probablemente suceda lo mismo; que la primera reacción sea de rechazo. Pero de todas formas, al final…
—Joder, Bernardo —le interrumpió Brian—, no estamos en el siglo catorce. La fuerza de la ciencia, con su método científico, es imparable. La Iglesia ya no tiene ese poder de imponer sus convicciones por encima de las evidencias científicas. Hoy en día, cualquier cosa que diga la ciencia se acepta casi como si fuera…
—Si, como si fuera la palabra de Dios —rió Bernardo—. La ciencia se ha convertido casi en una nueva forma de religión. Pero en realidad estoy de acuerdo contigo. Iba a decir que aunque la Iglesia se resistió durante siglos a reconocer que Galileo tenía razón, al final el peso de las pruebas acabó imponiéndose.
—Exacto. Y con Darwin solo tardó unas pocas décadas.
—Eso es porque cada vez tiene menos capacidad de oponerse a las evidencias científicas. En el siglo pasado, aceptó la Mecánica Cuántica en apenas unos años; una ley que machacaba sin piedad los principios de causalidad, tan queridos por Santo Tomás y por la Iglesia, y reducía la esencia de la física a un mero azar. Por eso coincido contigo en que, más pronto que tarde, la Iglesia acabará capitulando ante las evidencias científicas. La fe es un convencimiento absoluto en cosas no evidentes. Pero cuando esas cosas pasan a ser evidentemente falsas, la fe se desvanece. Hoy nadie cree que Eva salió de una costilla de Adán. Y aunque ahora parezca un chiste, ha sido una creencia arraigada durante más de tres mil años. No sé cuanto puede tardar un proceso así en el mundo vertiginoso y acelerado que vivimos, pero sin duda a medio plazo los efectos serán devastadores. La gente se desencantará al descubrir que sus creencias eran ilusiones. Es probable que la decepción y el desengaño sufridos desemboquen en un odio por los siglos de convicciones infundadas, y que al final la gente reaccione violentamente en contra de las religiones. Muchos lo harán. Créeme, será entonces cuando salgan a cobrarse viejos agravios e injusticias cometidas por la Iglesia. El péndulo de los afectos se moverá violentamente en contra de las religiones. Es más; no es descabellado pensar que los Estados, presionados por la reacción popular, se vean forzados a actuar, y rebajen, o incluso desmantelen las estructuras de las Iglesias, como quien desmantela una ideología caduca. Dependerá del grado de enfrentamiento. Ya pasó con el comunismo y con muchas otras ideologías. En un corto espacio de tiempo caen como un castillo de naipes. De repente están superadas. Por eso, es cierto que a medio plazo esta noticia removerá los cimientos de todas las religiones, aunque… probablemente haya gente que jamás acepte la noticia.
—¿Cómo?
—Los creyentes más fanáticos, los países más fundamentalistas… seguramente se resistan al cambio… o no creerán la noticia. Y verán en el proceso abierto una amenaza o una agresión a sus convicciones. Muchos Estados sucumbirán a una nueva forma de fundamentalismo, que usará la violencia para tomar el poder y combatir la herejía. Y no solo estoy hablando de países subdesarrollados o integristas; en mayor o menor medida, esa lucha se dará en todas partes. Probablemente en Europa sea más llevadera, ya que tenemos una sociedad tecnológica y muy secularizada; pero el mundo entero se volverá peligroso e inestable…
—Ya sabes a donde nos conduce eso, ¿no? —le atajó Brian, que comenzó a enumerar con los dedos de su mano derecha—. Un shock mediático, una sociedad desorientada o aterrorizada por el impacto, un cataclismo económico planetario y una desestabilización geopolítica de esa magnitud nos llevan inevitablemente a un escenario…
—Si, de disturbios y enfrentamientos.
—Y de guerra.
—Bueno, tampoco creo que llegue a tanto…
—Quizás no ahora mismo, quizás lleve unos años, pero esto es como unas fichas de dominó que empujan unas a otras. Históricamente, cada vez que un determinado orden mundial ha caído, sobreviene una crisis y se producen guerras y enfrentamientos entre las naciones, hasta que se afianza una nueva hegemonía. Ya sea de un país, de unas costumbres o un de sistema de creencias determinado.
—Puede ser —concedió Bernardo—. Aunque no es lo que más me preocupa. Creo que una guerra nuclear está descartada. No es ese tipo de conflicto… si la cosa no se tuerce demasiado. Además —Bernardo suspiró con pesar—, eso no es nada nuevo. Ha pasado ya muchas veces y volverá a pasar en el futuro. De hecho, nos basta cualquier excusa. Lamentablemente, es la historia del hombre. Tú y yo hemos vivido los horrores de la guerra y ambos sabemos que está en nuestra naturaleza pelearnos. Somos así de estúpidos. Pero lo que se nos avecina es algo mucho peor. La verdadera catástrofe ocurrirá dentro de las personas —el viejo exsacerdote se inclinó hacia Brian, apoyando los brazos sobre la mesa de la terraza—. Te hablo de un impacto en la esencia misma del ser humano. De la pérdida de los valores. De la pérdida del sentido de la vida. De la pérdida de la esperanza. Si privamos de todo eso al hombre, ¿qué nos queda? Vacío. Una vida sin propósito. Todos nos tendremos que enfrentar al sufrimiento, a la enfermedad y a la muerte. ¿Qué sentido tendrá todo eso sin la esperanza que ofrece la religión?
—No lo sé, Bernardo; tú hablas desde la perspectiva de un creyente, y entiendo perfectamente tu posición, pero… qué quieres que te diga, a mí me parece que en algunos aspectos al mundo le va a ir mejor sin la carga de las religiones. No te lo tomes a mal; tú eres una excelente persona, pero para ciertas cosas las religiones no dejan de ser un coñazo. Están desfasadas.
—Esto va más allá de las religiones, Brian. El alcance de esta noticia no es solo sociológico o de costumbres. Que también. Pero ante todo, su alcance es antropológico. El ser humano habrá perdido el propósito de su existencia. Y las consecuencias van a ser devastadoras. Más del noventa por ciento de la humanidad cree en un ser superior. ¡Más del noventa! Creen en ello sincera y apasionadamente. ¿Cuál va a ser su reacción a esta noticia? Como has dicho antes, se levantarán una mañana y leerán en los periódicos el descubrimiento. Y verán horrorizados cómo los gobiernos, los científicos, y hasta la misma Iglesia Católica termina confirmándolo… porque la ciencia es inamovible. ¿Cómo van a encajar ese golpe?
Un camarero se les acercó con la comida que habían pedido. Un filete con guarnición para Brian y pescado para Bernardo. Mientras les servían, Brian observó pensativo a la muchedumbre de turistas que circulaban por la Vía di Porta Angélica. Se dividían entre los que aguardaban pacientemente en una kilométrica cola para entrar a los Museos Vaticanos y los que se encaminaban a visitar el mayor templo de la cristiandad: la Basílica de San Pedro. Brian asumió que a muchos de ellos les movería la fe, mientras que otros sencillamente hacían turismo. Pero a todos se les veía un poco impresionados por el magnetismo y la misteriosa sensación de trascendencia que se experimenta en la Santa Sede.
Frente a ellos, un grupo de sonrientes monjas se detuvo para indicar a una pequeña comitiva de jóvenes Scout, cargados con enormes mochilas, cómo llegar a la Basílica. El camarero terminó de servirles y se marchó, dejando una pequeña nota con el precio. Brian jugueteó lentamente con la guarnición, meditando las palabras de Bernardo.
—Me imagino que muchos tendrán que evolucionar, ¿no? Ya hay gente que maneja una ética laica. No sé, hay gente que no es creyente, y no los veo desesperados ni sin valores.
—Son una absoluta minoría en el mundo. Generalmente viven en las regiones ricas del planeta, anestesiados por la opulencia. Pero hay más, Brian. Esto es un castillo de naipes que se derrumba. El origen de la ética y de muchas de las leyes que nos rigen se sitúa en un ordenamiento moral superior. En unos sitios ha sido la moral cristiana, y en otros lugares la moral del Islam o de cualquiera de las grandes religiones. En última instancia, la mayoría de los que profesan una ética laica acaban fundamentándola en algún tipo de absoluto, de misterio trascendente; aunque lo llamen a veces “energía cósmica”. Si la referencia superior desaparece; ¿quién dicta la ética? ¿Uno mismo? ¿Lo que diga la mayoría? Dejaríamos esas cuestiones al consenso, o a las corrientes puntuales de cada momento. Y acabaríamos con múltiples éticas. El Estado dictaría qué es lo que está bien y qué es lo que está mal, y no podríamos objetar nada. Eso ya se ensayó el siglo pasado, Brian, y nos llevó al nacional socialismo. A las prácticas eugenésicas, a los campos de concentración y a la muerte.
—Vamos, Bernardo, ¿no crees que exageras? Yo estoy de acuerdo en que el primer impacto sería brutal… es decir, lo de la crisis, los enfrentamientos, tensiones entre países, etcétera. Pero lo que no tengo tan claro es que más adelante, la gente pueda sentirse desamparada, o ser más egoísta, porque no haya Dios.
—Piénsalo un poco. Lo ético será lo que diga la mayoría. Sin cortapisas ni límites de ningún tipo. Un relativismo moral absoluto. A medio y largo plazo, sin una referencia superior, ni esperanza, ni sentido en la vida, el hombre buscará exclusivamente su propio beneficio. El estado de naturaleza. La ley del más fuerte. Se habrá ido al diablo aquello que nos unía; aquello que nos hacía humanos. El pegamento que nos aglutinaba como especie. El mundo, tal y como lo conocemos, se habrá terminado. Es evidente que no ocurrirá de repente, pero ocurrirá.
—No sé, no sé…
—La gente es sencilla. Necesitan un modelo de conducta fiable, seguro y que les dote de un objetivo a su vida. Una esperanza de trascendencia, de que la vida no se acaba tras la muerte.
—Siempre y cuando sea cierto, ¿no? Solo falta que les hagamos creer en algo que sabemos que no es real, solo porque pensamos que les viene bien.
—Por supuesto. El engaño es injustificable. Pero solo quiero que veas el impacto que va a suponer en las personas. Además, no te engañes; el vacío que deje la religión lo ocuparán sin pudor líderes mesiánicos y visionarios. Gente sin escrúpulos, timadores profesionales que solo buscan su beneficio personal. Y muchos los seguirán, porque necesitan creer en algo. Todo estará permitido, porque no habrá una ética superior y todo será relativo. No hay que pensar en un individuo, Brian, sino en la masa de personas. Un individuo concreto quizás no necesite a Dios, pero la humanidad sí —Bernardo se sumió en un largo silencio, tras el cual esbozó un amago de sonrisa—. Recuerdo que me dijiste que Tawfik pensaba que el experimento era el desarrollo de un arma. Irónicamente, no iba desencaminado. Hemos descubierto el arma más peligrosa de todas, con la que el mundo se puede llegar a autodestruir, como se han extinguido todas las civilizaciones cuando decaen moralmente —sentenció, con una expresión de resignación—. Pero eso será el escenario final. Antes asistiremos al colapso económico, al derrumbe de los valores y a la guerra.
—Si se descubre.
Bernardo enarcó las cejas.
—Exacto, si se descubre.