Agradecimientos
He tenido la suerte de contar con el apoyo de un agente estupendo, St. John Donald, de PFD, que me animó a escribir este libro. Por ese ánimo (y por muchas otras cosas) le estoy inmensamente agradecido. También quiero agradecer a Georgina Lewis y a Alice Dunne la ayuda que me proporcionaron durante el proceso. Para la realización de los numerosos borradores pude contar con las opiniones de Sarah Ballard, que me ofreció la combinación perfecta de crítica y ánimos. Por último (y está claro que debo mucho a PFD), me gustaría dar las gracias a James Gill por ocuparse del libro una vez que estuvo terminado, aunque sólo fuera para decirme que no estaba terminado en absoluto y hacerme reescribirlo de nuevo. Su entusiasmo en aquel momento fue muy necesario y por ello le doy las gracias.
Mis editores, Suzanne Baboneau, de Simon&Schuster Reino Unido, y Mitch Hoffman, de Grand Central Publishing, han sido maravillosos. Me ha encantado trabajar con ambos. También quiero dar las gracias a Jessica Craig, Jim Rutman y Natalina Sanina. Natalina tuvo la amabilidad de señalar algunos errores que había cometido en lo tocante a nombres rusos y a la vida rusa en general.
He de mencionar especialmente a Bob Bookman, de CAA, por todos sus consejos y por ponerme en contacto con Robert Towne. Robert, uno de mis héroes literarios, dedicó parte de su tiempo a compartir conmigo sus opiniones sobre uno de los últimos borradores del libro. No hace falta añadir que fueron una gran inspiración.
Más allá de la esfera profesional, he tenido unos cuantos lectores maravillosos. Zoe Trodd me ayudó enormemente. Alexandra Arlango y su madre Elizabeth leyeron numerosas versiones de la novela, y en cada momento me ofrecieron comentarios detallados y de incalculable valor. No puedo agradecérselo lo suficiente. De hecho, Alexandra, por medio de Qwerty Films (en colaboración con Michael Kuhn, Emmeline Yang y Colleen Woodcock), me dio mi primera oportunidad como escritor. Y mientras me documentaba para un guión que estaba escribiendo para ellos me topé con la historia real de Andréi Chikatilo y los acontecimientos que la rodeaban.
Muchas personas participaron en la finalización de este libro, pero nadie ayudó tanto como Ben Stephenson. Nunca he sido tan feliz como en estos últimos años.