Capítulo 71

Más o menos al mismo tiempo, Revel se recuperaba de la última sesión de kinesiterapia respiratoria que le había deshollinado los pulmones. No se repetiría el tratamiento hasta la mañana siguiente, a las seis, lo que explicaba el entusiasmo del masajista que le había hundido la caja torácica por debajo de las costillas flotantes y en la base del cuello. Revel tenía la impresión de que lo habían metido en una secadora. Por contrapartida, había conseguido que la enfermera de noche no volviera a ponerle de inmediato la máscara en la nariz. Recuperó su aliento, calmó su ritmo cardiaco mientras escuchaba los ruidos del pasillo. Cuando estuvo seguro de que no se movía nada ni nadie, se retiró la aguja enganchada al catéter. No podía pasearse con esa cosa con ruedecitas como los zombis vagan a veces por los pasillos de los hospitales. Ponerse de pie y caminar no fue tan fácil. Tuvo que hacer acopio de toda su voluntad y su mal humor. El pasillo estaba vacío, por aquí y por allá oía los ruidos característicos de las máquinas de soporte respiratorio idénticas a las suyas, y ronquidos. Avanzó apoyándose en la pared; por suerte, la escalera estaba en el lado contrario al local acristalado donde las enfermeras de la planta se entretenían. Lo que buscaba estaba dos niveles más abajo y confió en que el personal de noche también estuviera comiendo algo en ese instante.