Estaba ya muy avanzada la tarde cuando Lazare y Sonia llegaron a Flins. Se habían comido un sándwich a toda velocidad y habían dejado por escrito las bases del nuevo caso que les había caído encima a primera hora de esa mañana. Habían esperado el regreso de la patrulla que había ido a informar a Jérémy Dumoulin del triste final de su 4 × 4, y habían redactado un atestado de su declaración. Jimmy no había montado en cólera. Solo había preguntado quién había hecho eso. Le habían respondido que él o los ladrones no habían sido identificados y que, debido al incendio, todo había quedado destruido, no había ninguna huella que se pudiera aprovechar. Había querido saber en qué garaje se encontraba el vehículo para poder comunicar la información a su compañía de seguros. En ningún momento se había preocupado por saber el lugar en el que habían encontrado el coche carbonizado, y sin embargo esa era la primera pregunta que solían hacer las víctimas. Eso no quería decir nada, pero aun así… Se había puesto a una patrulla de la policía secreta a seguir al joven dueño de Les Furieux. Justo antes de que Lazare y Sonia se fueran a Flins, los hombres que lo seguían habían informado de que Jérémy Dumoulin había salido de su casa pocos minutos antes. Se había subido a un Porsche Cayenne gris oscuro, totalmente cromado, propiedad del garaje Varounian. El conductor era un hombre de unos cincuenta años, probablemente Gary Varounian en persona. La vigilancia había empezado a las cuatro en punto de la tarde.
Thomas Fréaud y su madre vivían en una minúscula casa en un extremo de una urbanización de clase media, de cuya vigilancia se ocupaban, tal y como estaba indicado en la puerta. Los dos policías se toparon con un tipo enorme que estaba sacando los contenedores de la basura. No les prestó atención alguna, e incluso evitó cuidadosamente su mirada. Sonia llegó hasta la puerta de la casita. El interior estaba a oscuras y no se veía ningún movimiento. Llamaron al hombre. Apenas conocía a los Fréaud. Se ocupaba de sustituirlos cuando se iban de vacaciones o de fin de semana. Dio el nombre de su empresa, Pro-services, subcontratista de la oficina HLM de Flins, que podría decirles algo más sobre los Fréaud, gente que no era muy seria, pues se habían ido sin avisar tres días antes de Navidad.
—Es curioso, ¿no te parece? —dijo Lazare, cuando volvieron a su vehículo de servicio sin haber podido averiguar más sobre la familia Fréaud.
Por una ventana enrejada de la parte trasera, habían podido vislumbrar un interior bastante en orden, pero vacío.
—Sí, extraño —confirmó Sonia—, se largan a la mañana siguiente de la muerte de Stark, sin avisar, y nadie sabe adónde… Este asunto me huele mal, ¿a ti no?
—¿Y qué hacemos?
—Vamos a ver al jefe.