Capítulo 13

Sonia Breton pasó la mañana analizando los primeros resultados de los requerimientos que había enviado por fax, urgentes, a los operadores de telefonía y a los bancos. Eddy Stark estaba abonado a dos compañías, Orange y SFR. Y dos teléfonos que estaban en manos de uno de los técnicos del SRITT (Servicio regional de informática y trazas tecnológicas) de la PJ de Versalles. Este servicio listaría los directorios, las mensajerías, mails, SMS, MMS, las imágenes y los sonidos almacenados. Sonia examinó los números, entrantes y salientes. En unos pocos clics, se exponía impúdica la vida del abonado. En los diez días que habían precedido a su muerte, el roquero había hecho y recibido ciento ochenta llamadas y dos veces más de SMS. Sonia empezó por los números que aparecían más a menudo, incluso varias veces por día. Como había anticipado, imaginó que Maxime Revel iba a estar satisfecho. Decidió volver a los bancos cuyas informaciones podían revelarse como esenciales.

Hacia el mediodía, consideró que Stef había dormido bastante. En el contestador de su teléfono, se esforzó por conservar un tono neutro para pedirle que la llamara en cuanto fuera posible. Cuando el guapo barman se manifestó por fin, estaba en su casa y propuso a Sonia que fuera allí, «con los cruasanes», añadió con un tono que daba a entender que esperaba disfrutar de algo más que de las pastas.

—No puedo —dijo Sonia con la suficiente frialdad como para quitarle toda ilusión—. Pero si quieres, te invito cerca de mi trabajo.

Dudó, porque acababa de levantarse y no estaba listo.

—No te voy a llevar a La Tour d’Argent —le cortó—, puedes venir en pijama…

Eso le hizo reír y se rindió a sus argumentos. Al conocer la dirección de la cafetería de la avenida de París donde ella había desayunado con Lazare aquella mañana, guardó un momento de silencio.

—Eso es enfrente de la pasma, ¿no?

—Sí, justo enfrente.