5 de marzo.
Queridísimo señor Síndico:
Mañana es el primer miércoles del mes, día aciago para los miembros del orfanato John Grier. ¡Qué alivio van a sentir cuando sean las cinco de la tarde, les acaricien ustedes la cabeza y después se marchen a sus casas! Acláreme, por favor, una cosa que me preocupa: ¿me acarició usted alguna vez en la cabeza, Papaíto? Creo que no, porque mi recuerdo se refiere exclusivamente a síndicos gordos, pero igual quisiera estar segura. Déle usted de mi parte muchos cariños al orfanato… Así como suena: ¡cariños! Eso es lo que siento ahora a través de la bruma de los años: ¡verdadero amor! Cuando vine a la universidad, estaba muy resentida por haber sido estafada de la niñez normal que habían tenido todas las demás chicas. Pero ahora, a cuatro años de distancia, no pienso más así sino que tengo un verdadero sentimiento de ternura. Además, considero todo aquello como una aventura excepcional, que me da una especie de posición ventajosa desde la cual puedo mantenerme apartada para mirar la vida. Al aparecer en el mundo ya crecida, obtengo una perspectiva que les es imposible lograr a los demás, criados en ese mundo, al que pertenecen como partes integrantes.
Conozco a muchas chicas (Julia, por ejemplo) que no saben que son felices. Están tan acostumbradas a no carecer de nada, que se les embota la sensibilidad y no saben valorar semejante privilegio. ¡Yo, en cambio! Cada minuto de mi vida soy perfectamente consciente de ser feliz. Y seguiré siéndolo, sean cuantas fueren las cosas desagradables que puedan acontecerme. Yo las voy a considerar como experiencias interesantes. Hasta los dolores de muelas. Y me alegraré de haber probado cómo eran.
Sin embargo, Papaíto, no vaya a tomar demasiado al pie de la letra este cariño nuevo que siento por el H. J. G. Si llego a tener cinco hijos, como Rousseau, le aseguro que no los voy a dejar en ningún umbral de orfanato para que los críen con sencillez. Déle usted mis recuerdos amables (eso me parece lo justo, ya que «cariños» sería demasiado) a la señora Lippett y no se olvide de explicarle que se ha ido desarrollando en mí un hermoso carácter.
Afectuosamente,
Judy.