Junio

2 de junio.

Querido Papaíto-Piernas-Largas:

Nunca adivinará usted la cosa agradable que ocurrió. Los McBride me invitaron a pasar con ellos las vacaciones en su campamento de verano de los Adirondacks. Pertenecen a una especie de club que hay junto a un precioso lago en medio de bosques. Los socios tienen allí casas de troncos salpicadas entre los árboles y todos poseen canoas para remar por el lago y hacen largas caminatas hasta otros campamentos. Una vez por semana hay baile en el local del club. Jimmie McBride llevará a un compañero de estudios a quedarse casi todo el verano, así que no nos faltará con quién bailar. ¡Qué encanto la señora McBride de haberme invitado! Parece que le gusté cuando estuve allí para Navidad.

Por favor, perdóneme por escribir tan corto hoy. No es una carta verdadera sino sólo un boletín para comunicarle que ya tengo programa para este verano.

Suya, en feliz estado de ánimo,

Judy.

5 de junio.

Querido Papaíto-Piernas-Largas:

Me escribió su secretario diciendo que el señor Smith prefiere que no acepte la invitación de la señora McBride sino que vuelva a Los Sauces, igual que el año pasado.

Pero ¿por qué, Papaíto? ¿Por qué?

Creo que usted no ha entendido bien de qué se trata. La señora McBride desea que yo vaya, lo desea de veras. No los incomodo para nada. Al contrario, los ayudo, pues no tienen muchos sirvientes y tanto Sallie como yo haremos muchas cosas útiles en la casa. Toda mujer debe aprender eso, y yo sólo sé manejar un orfanato.

En el campamento no hay ninguna otra chica de mi edad y la señora me quiere para compañera de Sallie, con quien proyectábamos leer mucho este verano: todos los libros de inglés y sociología señalados para el año que viene, ya que el profesor nos dijo que sería una gran ayuda que adelantáramos la lectura durante el verano, y es mucho más fácil retener las cosas si se lee con otro y se comenta luego.

El solo hecho de vivir en la misma casa con la madre de Sallie ya constituye de por sí una educación. Es la mujer más encantadora, entretenida y sociable del mundo; sabe de todo. Piense usted en todos los veranos que pasé con la señora Lippett y cómo voy a valorar el contraste. Tampoco debe temer que vaya a ocupar mucho espacio, porque la casa es elástica. Cuando tienen muchos huéspedes, no hacen más que salpicar el bosque de carpas y mandan a los varones a dormir afuera. Y será un veraneo muy saludable, además, porque haremos ejercicio al aire libre todo el tiempo. Jimmie me va a enseñar a montar a caballo, andar en canoa y tirar con rifle, y otro montón de cosas más que yo ya debería saber. Sería el tipo de vacaciones que nunca he tenido, alegres y despreocupadas, como merece disfrutar toda chica al menos una vez en su vida. Por supuesto, voy a hacer lo que usted diga, pero por favor, Papaíto, diga que sí… Déjeme ir, Papaíto, nunca he deseado nada en mi vida tanto como esto.

Quien se lo pide no es Jerusha Abbott,

la futura gran escritora,

sino Judy, ¡una simple muchacha!

9 de junio.

Señor John Smith.

Señor: Su carta del 7 del corriente en nuestro poder. En cumplimiento de las instrucciones recibidas por intermedio de su secretario, salgo el viernes próximo para pasar el verano en la granja Los Sauces.

Quedo de usted,

Miss Jerusha Abbott.