XII

—Henos aquí —dijo Vijaya cuando llegaron al extremo de la breve calle que llevaba colina abajo desde el mercado. Abrió un portillo e hizo pasar a su invitado a un pequeño jardín en el extremo más lejano del cual, sobre pilotes, se erguía una casita de techo de paja.

De atrás de la choza un perro mestizo amarillo salió corriendo y los saludó con un frenesí de extáticos ladridos y saltos y meneos de cola. Un momento después un gran loro verde, de cara blanca y pico de pulido azabache, descendió de cualquier parte y aterrizó con un chillido y un ruidoso aleteo en el hombro de Vijaya.

—Loros para usted —dijo Will—, mynahs para la pequeña Mary Saroniji. Parecen estar ustedes en muy buenos términos con la fauna local.

Vijaya asintió.

—Pala es probablemente el único país en que un adepto de la teología animal no tendría motivos para creer en los demonios. En cualquier otra parte, para los animales, es muy evidente que Satán es el Homo sapiens.

Subieron los escalones hasta la galería, atravesaron la puerta delantera abierta y se encontraron en la sala principal de la choza. Sentada en una silla baja, cerca de la ventana, una joven de azul amamantaba a su hijito. Levantó un rostro de forma de corazón, que se estrechaba desde una amplia frente hasta una barbilla delicadamente afinada, y les lanzó una sonrisa de bienvenida.

—He traído a Will Farnaby —dijo Vijaya mientras se inclinaba para besarla.

Shanta tendió al desconocido su mano libre.

—Espero que a Mr. Farnaby no le moleste la naturaleza al desnudo —dijo. Como para dar sentido a sus palabras, el chiquillo retiró la boca del moreno pezón y eructó. Una blanca burbuja sedosa apareció entre sus labios, se hinchó y estalló. Volvió a eructar y luego continuó chupando—. Aun a los ocho meses —agregó ella—, los modales de Rama a la mesa siguen siendo un tanto primitivos.

—Magnífico ejemplar —dijo Will con cortesía. No le interesaban mucho los niños pequeños y siempre se había sentido agradecido por los repetidos abortos que frustraron las esperanzas y las ansias que Molly abrigaba de tener un hijo—. ¿A quién se parecerá: a usted o a Vijaya?

Shanta rió, y Vijaya la acompañó en una carcajada una octava más baja.

—Por cierto que no se parecerá a Vijaya —respondió ella.

—¿Por qué no?

—Por el motivo, más que suficiente —dijo Vijaya—, de que no soy genéticamente responsable.

—En otras palabras, el niño no es hijo de Vijaya.

Will miró a uno y otro rostro rientes, y se encogió de hombros.

—Me rindo.

—Hace cuatro años —explicó Shanta— produjimos un par de mellizos que son la viva imagen de Vijaya. Esta vez pensamos que sería divertido cambiar por completo. Decidimos enriquecer la familia con un físico y temperamento enteramente nuevos. ¿Oyó hablar alguna vez de Gobind Singh?

—Vijaya acaba de mostrarme su cuadro en la sala de meditaciones.

—Bueno, ese es el hombre que elegimos para padre de Rama.

—Pero yo tenía entendido que él había muerto…

Shanta asintió.

—Pero su alma sigue su marcha.

—¿Qué quiere decir?

—CP e IA.

—¿CP e IA?

—Congelación Profunda e Inseminación Artificial.

—Ah, ya entiendo.

—En realidad —explicó Vijaya— desarrollamos las técnicas de la IA unos veinte años antes que ustedes. Pero es claro que no podíamos hacer mucho con ellas hasta que no tuviésemos energía eléctrica y congeladoras dignas de confianza. Las obtuvimos a fines de la década, del 20. Y desde entonces venimos usando la IA en gran escala.

—De modo que ya ve —intervino Shanta—, puede que cuando mi niño crezca sea un pintor… Es decir, si ese tipo de talento es hereditario. Y aunque no llegue a serlo, será mucho más endomórfico y viscerotónico que sus hermanos o sus padres. Cosa que resultará muy interesante y educativa para todos los vinculados con el problema.

—¿Muchas personas hacen estas cosas? —inquirió Will.

—Cada vez más. En rigor diría que prácticamente todas las parejas que deciden tener un tercer hijo recurren ahora a la IA. Lo mismo que muchos de los que tienen la intención de detenerse en el segundo. Ahí tiene mi familia, por ejemplo. Entre los familiares de mi padre hubo algunos diabéticos, por lo cual les pareció conveniente, a él y a mi madre, tener los dos hijos por medio de la IA. Mi hermano desciende de tres generaciones de bailarines y, en términos genéticos, yo soy la hija del primer primo del doctor Robert, Malcolm Chakravarti-MacPhail, que fue el secretario privado del Viejo Raja.

—Y el autor —agregó Vijaya— de la mejor historia de Pala. Chakravarti-MacPhail fue uno de los hombres más capaces de su generación.

Will miró a Shanta y luego volvió a contemplar a Vijaya.

—¿Y la capacidad ha sido heredada? —preguntó.

—A tal punto —repuso Vijaya—, que me resulta muy difícil mantener mi posición de superioridad masculina. Shanta tiene más inteligencia que yo, pero por fortuna no puede competir con mi fuerza.

—Fuerza —repitió Shanta con tono sarcástico—, fuerza

Me parece que me acuerdo de la historia de una joven llamada Dalila.

—De paso —continuó Vijaya—, Shanta tiene treinta y dos hermanastros y veintinueve hermanastras. Y más de la tercera parte de ellos son excepcionalmente inteligentes.

—De manera que están mejorando la raza.

—Decididamente. Dentro de un siglo nuestro Cociente de Inteligencia será de ciento quince.

—En tanto que el nuestro, al ritmo actual de progreso, descenderá a ochenta y cinco. Mejor medicina… más deficiencias congénitas conservadas y trasmitidas. Eso facilitará mucho las cosas a los futuros dictadores. —Al pensar en la broma cósmica lanzó una carcajada. Luego, después de un silencio, preguntó—: ¿Y qué hay de los aspectos éticos y religiosos de la IA?

—En los primeros tiempos —contestó Vijaya— había muchos opositores por motivos de conciencia. Pero ahora las ventajas de la IA han quedado demostradas con tanta claridad, que la mayoría de las parejas de casados consideran que es más moral tratar de tener un hijo de superior calidad que correr el riesgo de reproducir servilmente las taras y defectos que puedan existir en la familia del esposo. Entretanto los teólogos pusieron manos a la obra. La IA fue justificada en términos de la rencarnación y de la teoría del karma. Los padres piadosos se sienten ahora felices al pensar que conceden a los hijos de su esposa una posibilidad de crearse un mejor destino para sí y para su posteridad.

—¿Un mejor destino?

—Porque llevan en sí el plasma germinal de un mejor linaje. Y el linaje es mejor porque es la manifestación de un karma mejor. Tenemos un banco central de linajes superiores. Linajes superiores de todas las variedades de físico y temperamento. En el ambiente de ustedes la herencia de la mayoría de las personas jamás obtiene una buena posibilidad de ser trasmitida En la nuestra, sí. Y, de paso, tenemos los mejores registros genealógicos y antropométricos, que se remontan hasta la séptima década del siglo XVIII. Ya ve, entonces, que no trabajamos totalmente a ciegas. Por ejemplo, sabemos que la abuela materna de Gobind Singh era una médium de grandes dotes y que vivió hasta los noventa y seis años.

—Por lo tanto —dijo Shanta—, puede que en la familia tengamos un clarividente centenario. —El chiquillo volvió a eructar. Ella rió—. El oráculo ha hablado… y, como de costumbre, en tono muy enigmático. —Volviéndose a Vijaya, agregó—: Si quieres que el almuerzo esté a tiempo, será mejor que vayas a ocuparte de él. Rama me tendrá aquí otros diez minutos más.

Vijaya se puso de pie, posó una mano en el hombro de su esposa y con la otra frotó con suavidad la espalda morena del niño.

Shanta se inclinó y pasó la mejilla por la peluda cabeza del chiquillo.

—Es papá —susurró—. Buen papá, bueno, bueno… Vijaya le administró una palmadita final y luego se incorporó.

—Se preguntaba usted —dijo a Will— cómo nos entendemos tan bien con la fauna local. Se lo mostraré. —Levantó la mano—. Polly. Polly. —Cautelosa, la enorme ave pasó del hombro al índice extendido—. Polly es un buen pájaro —canturreó Vijaya—. Polly es un pájaro muy bueno. —Bajó la mano hasta que se estableció un contacto entre el cuerpo del loto y el del niño, y luego la movió con lentitud, pasando las plumas por el cuerpecito moreno, una y otra vez, una y otra vez—. Polly es un buen pájaro —repitió—, un buen pájaro.

El loro emitió una serie de risitas bajas; luego se inclinó desde el dedo de Vijaya en que estaba posado y picoteó con suma delicadeza la minúscula orejita del niño.

—Un pájaro tan bueno —musitó Shanta recogiendo el estribillo—. Un pájaro tan bueno.

—El doctor Andrew descubrió la idea —dijo Vijaya— cuando trabajaba como naturalista en el Melampus. De una tribu de Nueva Guinea del norte. Un pueblo neolítico; pero, como ustedes, los cristianos, y como nosotros, los budistas, creían en el amor. Y a diferencia de nosotros y ustedes, habían inventado algunas formas muy prácticas de llevar su creencia a la realidad. Esta técnica fue uno de sus descubrimientos más felices. Acaricie al niño mientras lo amamanta: eso duplica el placer que experimenta. Luego, mientras es amamantado y alimentado, preséntelo al animal o persona a quien quiere que ame. Frótele el cuerpo contra el de ellos; que haya un cálido contacto físico entre el niño y el objeto de amor. Al mismo tiempo, repita alguna palabra como «bueno». Al principio sólo entenderá el sonido de su voz. Más tarde, cuando aprenda a hablar, entenderá todo el significado. Alimento más caricia más contacto más «bueno» equivale a amor. Y amor es igual a placer, amor es igual a satisfacción.

—¡Pávlov puro!

—Pero Pávlov para un buen fin. Pávlov para amistad, confianza y compasión. En tanto que ustedes prefieren usar a Pávlov para el lavado de cerebros, para vender cigarrillos y vodka y patriotismo. Pávlov para beneficio de los dictadores, los generales y los magnates.

Negándose a seguir excluido, el mestizo amarillo se había incorporado al grupo y lamía imparcialmente todas las porciones de materia sensible que encontraba a su alcance: el brazo de Shanta, la mano de Vijaya, las patas del loro, la espalda del chiquillo. Shanta atrajo al perro hacia sí y frotó al niño contra el peludo flanco del animal.

—Y este es un buen buen buen perro —dijo—. El perro Toby, el buen buen buen perro Toby.

Will rió.

—¿No tendría yo que participar en la escena?

—Estaba por sugerirlo —dijo Vijaya—, pero tengo que ir a ocuparme del almuerzo.

Llevando todavía el loro, salió por la puerta que comunicaba con la cocina. Will acercó su silla e inclinándose comenzó a acariciar el cuerpecito del niño.

—Este es otro hombre —susurró Shanta—. Un buen hombre, hijito. Un buen hombre.

—¡Ojalá fuese cierto! —exclamó Will con una sonrisa triste.

—Aquí y ahora es cierto. —Y volviendo a inclinarse sobre el niño, Shanta repitió—: Un buen, buen hombre.

Él miró su rostro feliz, secretamente sonriente; sintió la suavidad y tibieza del minúsculo cuerpo del niño en las yemas de los dedos. Bueno, bueno, bueno… También él habría podido conocer esa bondad… pero sólo si su vida hubiese sido completamente distinta de lo que era en realidad, de lo que era en verdad insensata y desagradable. De modo que jamás había que aceptar un sí por respuesta, ni siquiera cuando, como en ese momento, el sí es evidente por sí mismo. Volvió a mirar con ojos deliberadamente sintonizados en otra longitud de onda de valores y vio la caricatura de un altar de Memling. «Madonna con Niño, Perro, Pávlov y Conocido Casual». Y de pronto casi pudo entender, desde adentro, por qué Mr. Bahu odiaba tanto a esa gente. Por qué estaba tan decidido —en nombre (como de costumbre, ni falta hacía decirlo) de Dios— a destruirlos.

—Bueno —murmuraba todavía Shanta a su hijito—, bueno, bueno, bueno.

Demasiado buenos: ese era el delito de ellos. Sencillamente, no se podía permitir. Y sin embargo, ¡cuan precioso era! ¡Y cuan apasionadamente deseaba él poder participar en eso! ¡Sentimentalismo puro!, se dijo. Y en voz alta repitió con ironía:

—Bueno, bueno, bueno. ¿Pero qué sucede cuando el niño se hace un poco más grande y descubre que muchas cosas y personas son en todo sentido malas, malas, malas?

—La amistad provoca amistad —respondió ella.

—De los amigos… sí. Pero no de los codiciosos, no de los amantes del poder, no de los frustrados y amargados. Para éstos la amistad no es más que debilidad, una invitación a explotar, amedrentar, a tomarse venganza con impunidad.

—Pero es preciso correr el riesgo, alguien tiene que empezar. Y por fortuna nadie es inmortal. Las personas que han sido condicionadas a la estafa, la bravuconería y la amargura estarán todas muertas dentro de unos años. Muertas y remplazadas por los hombres y mujeres educados de la nueva manera. Entre nosotros ha sucedido así; puede suceder también entre ustedes.

—Puede suceder —admitió él—. Pero en el contexto de las bombas H y el nacionalismo y cincuenta millones de personas más todos los años, es casi seguro que no sucederá.

—No pueden saberlo hasta que no lo intenten.

—Y no lo intentaremos mientras el mundo se encuentre en su estado actual. Y, por supuesto, seguirá en su estado actual hasta que lo intentemos. Hasta que lo intentemos y, lo que es más, hasta que tengamos por lo menos tanto éxito como tuvieron ustedes. Cosa que me lleva otra vez a mi primitiva pregunta. ¿Qué sucede cuando bueno, bueno, bueno descubre que, incluso en Pala, existe mucho malo, malo, malo? ¿No reciben los niños algunos golpes bastante desagradables?

—Tratamos de inocularlos contra esos golpes.

—¿Cómo? ¿Haciendo que las cosas les resulten desagradables mientras son jóvenes?

—No desagradables. Digamos reales. Les enseñamos amor y confianza, pero los exponemos a la realidad, a la realidad en todos sus aspectos. Y luego les damos responsabilidades. Se les hace entender que Pala no es el Edén. Es un hermoso lugar, por cierto. Pero sólo seguirá siéndolo si todos trabajan y se comportan con decencia. Y entretanto los hechos de la vida son los hechos de la vida. Aun aquí.

—¿Y qué me dice de hechos de la vida como esas aterradoras serpientes que yo encontré en mitad del precipicio?

Puede decir «bueno, bueno, bueno» todo lo que quiera pero las serpientes muerden.

—Quiere decir que aún pueden morder. ¿Pero usarán en realidad su capacidad?

—¿Por qué no habrían de hacerlo?

—Mire —replicó Shanta. Él volvió la cabeza y vio que lo que la joven señalaba era un nicho en la pared que tenía a su espalda. Dentro del nicho había un Buda de piedra, de tamaño mitad del normal, sentado sobre un pedestal cilíndrico de curiosas acanaladuras y coronado por una especie de cúpula que detrás de él se convertía en una ancha columna—. Es una pequeña réplica —continuó ella— del Buda que hay en el patio de la estación… ¿sabe?, la enorme figura de junto al estanque de los lotos.

—Que es una magnífica escultura —dijo él—. Y la sonrisa le da a uno una idea de lo que debe de ser la Visión Beatífica. ¿Pero qué tiene eso que ver con las serpientes?

—Vuelva a mirar.

Will miró.

—No veo nada especialmente significativo.

—Mire con más atención.

Pasaron varios segundos. Luego, con una conmoción de sorpresa, advirtió algo extraño e inquietante. Lo que había confundido con un pedestal cilíndrico extrañamente ornamentado se reveló de repente como una enorme serpiente enroscada. Y el techo que se iba afilando hacia abajo y que coronaba al Buda sentado era la caperuza hinchada, con la cabeza achatada en el centro de su borde de ataque, de una cobra gigante.

—¡Cielos! —exclamó—. No me había dado cuenta. ¡Cuan poco observador puede ser uno!

—¿Es la primera vez que ve a Buda en este contexto?

—La primera. ¿Hay alguna leyenda?

Ella asintió.

—Una de mis leyendas favoritas. ¿Conoce, por supuesto, lo del árbol Bodhi?

—Sí, lo conozco.

—Bueno, ese no fue el único árbol bajo el cual el Gautama se sentó en el período de su esclarecimiento. Después del árbol Bodhi estuvo sentado durante siete días bajo un baniano, llamado el Árbol del Cuidador de Cabras. Y después pasó al Árbol de Muchalinda.

—¿Quién era Muchalinda?

—El Rey de las Serpientes, y, como era un dios, sabía lo que estaba sucediendo. De modo que cuando Buda se sentó bajo un árbol, el Rey de las Serpientes salió de su agujero, sacó fuera del hoyo metros y metros de su cuerpo, para rendir tributo de la Naturaleza a la Sabiduría. Y entonces llegó una gran tormenta del oeste. La divina cobra enroscó sus divinos anillos en torno del cuerpo del hombre más que divino, extendió su capucha Sobre la cabeza de él, y, durante los siete días que duró la contemplación de Buda, protegió a Tathagata del viento y la lluvia. Y ahí sigue sentado hasta hoy, con la cobra sobre él y la cobra debajo de él, consciente simultáneamente de la cobra y de la Clara Luz, y de la identidad definitiva de ambas.

—¡Cuán diferente —exclamó Will— de nuestra forma de ver a las serpientes!

—Y se supone que la visión que ustedes tienen de las serpientes es la visión de Dios… Recuerde el Génesis.

—«Crearé la enemistad entre tú y la mujer —citó él—, y entre la simiente de ella y la tuya».

—Pero la Sabiduría nunca crea enemistad en ninguna parte. ¡Esas insensatas y huecas disputas entre el Hombre y la Naturaleza, entre la Naturaleza y Dios, entre la Carne y el Espíritu! La Sabiduría no hace esas tontas separaciones.

—Tampoco la ciencia.

—La sabiduría da la ciencia por entendida y va un paso más allá.

—¿Y qué me dice del totemismo? —continuó Will—. ¿Y de los cultos de la fertilidad? Tampoco ellos establecen separaciones. ¿Eran ellos la Sabiduría?

—Por supuesto… Sabiduría primitiva, Sabiduría en el plano neolítico. Pero al cabo de un tiempo la gente comenzó a tener conciencia de sí y los antiguos Dioses Obscuros empezaron a parecer poco prestigiosos. Entonces cambió el escenario. Aparecieron los Dioses de la Luz, los profetas, Pitágoras y Zoroastro, los jainos y los primeros budistas. Entre todos ellos inauguraron la Era de la Riña Cósmica: Ormuz contra Arimán, Jehová contra Satán y los Baal, el Nirvana en oposición al Samsara, la apariencia contra la Realidad Ideal de Platón. Y salvo en el espíritu de unos pocos tankristas y mahayanistas y taoístas y cristianos herejes, la pendencia continuó durante casi dos mil años.

—¿Después de lo cual? —interrogó él.

—Surgen los comienzos de la biología moderna.

Will rió.

—«Dios dijo: Que surja Darwin», y surgió Nietzsche, el imperialismo y Adolf Hitler.

—Todo eso —convino ella—. Pero también la posibilidad de un nuevo tipo de Sabiduría para todos. Darwin tomó el antiguo totemismo y lo elevó al plano de la biología. Reaparecieron los cultos de la fertilidad, en forma de genética y de Havelock Ellis. Y ahora nosotros tenemos que recorrer medio giro de la espiral. El darwinismo era la antigua Sabiduría neolítica convertida en conceptos científicos. La nueva Sabiduría consciente, el tipo de Sabiduría proféticamente entrevista en el zen y el taoísmo y el tantra, es la teoría biológica realizada en la práctica viva, es el darwinismo elevado al plano de la compasión y la penetración espiritual. De modo que ya ve —concluyó—; ¡no hay razón alguna en la tierra, y menos aun en el cielo, para que Buda, o cualquier otro, no contemple la Clara Luz tal como se manifiesta en una serpiente!

—¿Aunque la serpiente pueda matarlo?

—Incluso aunque lo mate.

—¿Y aunque sea el más antiguo y universal de los símbolos fálicos?

Shanta rió.

—«Medita bajo el Árbol de Muchalinda»: ese es el consejo que damos a todas las parejas de enamorados. Y en los intervalos entre esas meditaciones amorosas recuerden lo que se les enseñó de niños: las serpientes son sus hermanas; las serpientes tienen derecho a su compasión y respeto; en una palabra, las serpientes son buenas, buenas, buenas.

—Las serpientes también son venenosas, venenosas, venenosas.

—Pero si recuerda que son tan buenas como venenosas, y actúa en consonancia con ello, no utilizarán su veneno.

—¿Quién lo afirma?

—Es un hecho observable. La gente que no teme a las serpientes, la que no se acerca a ellas con la creencia fija de que la única serpiente buena es la serpiente muerta, muy pocas veces es mordida. La semana que viene pediré prestada la pitón favorita de nuestros vecinos. Durante unos días le daré a Rama su almuerzo y cena entre los anillos de la Vieja Serpiente.

De fuera de la casa llegó el sonido de una risa chillona, luego una confusión de voces infantiles que se interrumpían entre sí en inglés y palanés. Un momento más tarde, con aspecto muy maternal y estatura muy elevada en comparación con los niños que tenía a su cuidado, entró en la habitación Mary Sarojini flanqueada por una pareja de chiquillos idénticos, de cuatro años de edad, y seguida por el robusto querube que la acompañaba cuando Will abrió los ojos por primera vez en Pala.

—Recogimos a Tara y Arjuna en el jardín de infantes —explicó Mary Sarojini cuando los mellizos se lanzaron sobre su madre.

Con el niño de pecho en un brazo y el otro sobre los dos chiquillos, Shanta sonrió su agradecimiento.

—Muy amable de tu parte.

Tom Krishna fue quien respondió:

—No es nada. —Se adelantó y, luego de un momento de vacilación comenzó a decir—: Estaba preguntándome… —Se interrumpió y miró, suplicante, a su hermana. Mary Sarojini meneó negativamente la cabeza.

—¿Qué te preguntabas? —inquirió Shanta.

—Bueno, en realidad nos preguntábamos los dos… quiero decir, ¿podríamos venir a comer con ustedes?

—Ah, ya entiendo. —Shanta miró a Tom Krishna, luego a Mary Sarojini y de vuelta a Tom—. Bueno, será mejor que vayas a preguntarle a Vijaya si hay suficiente comida, él cocina hoy.

—Muy bien —dijo Tom Krishna sin entusiasmo. Con pasos lentos, desganados, cruzó la habitación y pasó por la puerta de la cocina.

Shanta se volvió hacia Mary Sarojini.

—¿Qué sucedió?

—Bueno, mamá le ha dicho por lo menos cincuenta veces que no quiere que lleve sus lagartos a casa. Pero esta mañana volvió a llevarlos. Entonces ella se enojó mucho.

—¿Entonces ustedes decidieron venir a comer aquí?

—Si no le resulta conveniente, Shanta, podemos ir a lo de los Rao o a casa de los Rajajinnadasa.

—Estoy segura de que resultará conveniente —le aseguró Shanta—. Sólo pensé que sería bueno que Tom Krishna conversase un poco con Vijaya.

—Tiene mucha razón —respondió Mary Sarojini con gravedad. Luego, muy práctica, llamó—: Tara, Arjuna. Vengan conmigo al cuarto de baño, a lavarnos. Están muy sucios —le dijo a Shanta mientras se los llevaba.

Will aguardó hasta que no pudieran escucharlo, y luego se volvió hacia Shanta.

—Supongo que acabo de ver un Club de Adopción Mutua en acción.

—Por fortuna —replicó Shanta—, en acción muy suave. Tom Krishna y Mary Sarojini se entienden notablemente bien con su madre. Allí no existen problemas personales; sólo el problema del destino, el enorme y terrible problema de la muerte de Dugald.

—¿Se casará Susila de nuevo? —preguntó él.

—Así lo espero. En bien de todos. Entretanto, para los chicos es bueno pasar cierto tiempo con uno u otro de sus padres por delegación. En especial es bueno para Tom Krishna. Está llegando a la edad en que los chiquillos descubren su masculinidad. Todavía llora como un niño, pero al instante siguiente alardea y se exhibe y lleva lagartos a la casa… nada más que para demostrar que es un hombre de pelo en pecho. Por eso lo mandé a hablar con Vijaya. Vijaya es todo lo que a Tom Krishna le agrada creer que es él mismo. Tres metros de alto, dos metros de ancho, terriblemente fuerte, inmensamente competente. Cuando le dice a Tom Krishna cómo tiene que comportarse éste lo escucha… lo escucha como jamás me escucharía a mí o a su madre si le dijéramos las mismas cosas. Y Vijaya le dice las mismas cosas que le diríamos nosotros. Porque, además de ser un hombre de pelo en pecho, es en buena medida femeninamente sensible. De modo que, ya ve: Tom Krishna está siendo aleccionado desde todos los ángulos. Y ahora —concluyó, contemplando al niñito dormido que tenía en los brazos— debo acostar a este jovencito y prepararme para el almuerzo.