78: El templo

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El templo

Dame un minuto —pidió la voz de Eduardo en la mente de Víctor, y a este no le quedó otro remedio que concedérselo.

El frío era realmente intenso. Nada más cruzar la puerta del templo, la temperatura había descendido tanto que Víctor y Cristina se habían vuelto a poner sus cazadoras.

—¿Por dónde? —dijo la criatura alada, guiñando los ojos en dirección a Víctor.

El muchacho paseó la vista por las seis puertas que tenía ante sí. Las seis eran idénticas. Luego examinó el gigantesco mosaico que ocupaba el frontal superior de la pared, como si buscara alguna pista allí. La serpiente abría sus fauces sobre el jaguar atrapado y de sus colmillos curvos caían gotas de veneno. El jaguar se debatía, aprisionado por los poderosos anillos del cuerpo del ofidio, con su cabeza congelada en un silencioso rugido.

—Fíjate en la garra delantera izquierda del jaguar, la que queda justo debajo de una de las gotas de veneno. Señala hacia la última puerta de la izquierda. Ese es el camino.

Víctor se acercó a la puerta que le había indicado su padre.

—Es por aquí… —anunció. Y nada más hablar, todas las criaturas se arremolinaron en torno a él.

—El pasillo se adentra en las profundidades del templo y llega hasta el cuerpo central. Deteneos cuando os topéis con una nueva arcada. Allí está la primera trampa.