63: Reconstrucción

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Reconstrucción

Diana dejó a su hijo sobre la piedra rectangular que ocupaba el centro de la sala.

—No es demasiado tarde… —susurró, como si tratara de convencerse a sí misma de ello—. La casa… la casa lo salvará.

Eduardo y Bernabé contemplaron el cuerpo destrozado del muchacho en el más absoluto de los silencios. La sala, a excepción de aquel lecho de piedra, estaba completamente vacía. Toda la habitación se hallaba esculpida en roca gris. Hacía tanto frío que con cada una de las fases de su respiración surgía una nubecilla de vapor. Los tres temblaban, pero no por el frío. Sobre sus cabezas revoloteaba Paula, tan nerviosa como ellos.

Durante unos instantes no sucedió nada. Diana gimió y buscó con su mano la de su marido.

Una luz verdosa recorrió la base de la piedra donde yacía Víctor y comenzó a ascender. Eduardo abrazó a Diana. Todo el poder de la Colina Negra estaba allí, en ese lecho de roca, tratando de salvar al muchacho. Eduardo conocía el poder de la casa, confiaba en ella, pero incluso así rezó con todas sus fuerzas para que lograra traerle de vuelta a su hijo.

La luz verde rodeó por completo el cuerpo de Víctor. Una herida tembló y los dos bordes sangrantes se acercaron el uno al otro hasta unirse y desaparecer, dejando la carne intacta y limpia. La sangre de una rodilla retrocedió sobre la piel, buscó y encontró el camino de regreso a las venas de las que había escapado. El cuerpo de Víctor se agitó sobre la roca como si le hubieran golpeado desde dentro. Abrió los ojos y se incorporó hasta quedar sentado.

—¿Mamá? —musitó con la voz quebrada. Luego cayó hacia atrás y volvió a sumirse en la inconsciencia.

Diana ahogó un gemido y enterró su rostro en el hombro de Eduardo.

—Saldrá de esta… —dijo su marido—. La casa lo está consiguiendo.

Bernabé, de pronto, miró hacia la puerta, con el ceño fruncido.

—Algo ocurre… —susurró. Alzó la mano y la espada flamígera apareció en ella, iluminando la estancia con su luz violeta. Luego miró a Eduardo y Diana—. ¿Dónde está la niña?

—Se ha quedado fuera, esperando…

—Pues tiene problemas.

—¡Eso no puede ser! ¡La casa la protege!

—¡La casa está demasiado ocupada salvando la vida de Víctor! ¡Y alguien se está aprovechando de eso!

Abrió la puerta y salió a la carrera.