29: Dédalo y la Sombra

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Dédalo y la Sombra

—¿El Minotauro? ¿Estás diciendo que el enemigo de Paula es el Minotauro de las leyendas?

—Sí. Una reencarnación del mismo, a decir verdad. Pero no adelantemos acontecimientos. Déjame terminar la historia. No queda mucho ya:

»Minos no tuvo la menor dificultad en adivinar quién había ayudado a Teseo y a Ariadna. Enfurecido, encerró a Dédalo en la torre más alta de Cnosos. Cuando Ícaro, el hijo del sabio, suplicó clemencia para su padre, lo mandó encerrar con él.

»—Soy un rey benévolo —dijo—, no separaré a un padre de su hijo. Que compartan destino y se pudran juntos.

»Esa era toda la compasión que podía demostrar Minos.

»Dédalo pidió velas para iluminar sus celdas, y los guardias, que lo conocían y lo respetaban, no vieron ningún problema en suministrárselas. Lo que no sabían era que el prisionero tenía en mente un plan de fuga. Con la cera de las velas y las plumas que arrebataron a los pájaros que se posaban en las y ventanas, Dédalo construyó dos grandes pares de alas. Padre e hijo se las colocaron a la espalda, saltaron desde la balconada de la torre y se alejaron volando de su prisión. Por desgracia, Ícaro no hizo caso de los consejos que le había dado su padre antes de escapar y, extasiado por el vuelo, se acercó tanto al Sol que el calor fundió la cera de las velas y lo hizo caer. Dédalo, destrozado por la pérdida de su hijo, logró huir. Cuando Minos se enteró de lo ocurrido, volvió a estallar en cólera y juró que no descansaría hasta dar con Dédalo y acabar con su vida.

»¿Pero por qué tanto odio? ¿No había sido Teseo, en definitiva, quien había acabado con el Minotauro? ¿Por qué volcar su ira contra Dédalo, que además ya había perdido a su hijo en la huida? La respuesta es simple: Minos no había encerrado a Dédalo en la torre por haber ayudado a Teseo. Lo había encerrado porque tenía algo que él deseaba.

»Tenía la cabeza del Minotauro.

»Después de que Teseo saliera del laberinto, Dédalo, usando el mismo truco de la bobina de hilo, entró en él. Encontró el cadáver del monstruo y lo decapitó; luego se llevó la cabeza y la escondió en lugar seguro. Dédalo sabía que el poder de los demonios no se extingue con su muerte y, aunque fuera arriesgado, quería usar ese poder en su provecho. Pero no para hacer el mal, sino el bien; quería crear, no destruir. Después de escapar de la torre y recuperar la cabeza, huyó con ella lejos de Creta.

»Dédalo solicitó refugio en la corte de Sicilia, a cuyo rey conocía medianamente bien: era un soberano pacífico, más dado a la filosofía y a la contemplación que a los juegos bélicos. A cambio de su protección, compartiría el poder del cráneo con él, haciendo de la isla de Sicilia un lugar próspero y pacífico.

—¿Sabes cuál era el nombre de la dinastía que gobernaba la isla en aquel tiempo? Se llamaba Cócalo. ¿Te suena?

—Claro que sí, es el apellido de Paula… Y como dijo que su familia provenía de Sicilia, me parece que hay que darle la razón a la abuela: tienen sangre real…

—Ya no…

Diana lo miró un momento, sin comprender a qué se refería. Luego suspiró.

—Es cierto. Ya no…

La familia Cócalo había muerto a manos de los sicarios de la Sombra y Paula era un fantasma, sin gota alguna de sangre en su cuerpo.

«Así fue cómo acabó Dédalo en Sicilia. Pronto, el poder del cráneo, enfocado esta vez hacia el bien, se dejó notar hasta en el último rincón de la isla. Sicilia prosperó como nunca antes lo había hecho.

»Los años fueron pasando, pero la obsesión de Minos por Dédalo no disminuyó. El rey de Creta seguía buscando a su antiguo consejero con el mismo empeño que el primer día. Sus espías llegaban hasta los límites del mundo conocido, para regresar siempre con las manos vacías. No había modo humano de dar con él y ni los magos de la corte lograron descubrir su paradero. Para agravar más la situación, el imperio de Minos se estaba haciendo pedazos. El poco poder que quedaba en el cadáver del laberinto no era suficiente para mantenerlo unido y además comenzaba a agotarse. Cuando más desesperado estaba el rey, le llegó la inspiración. Si él no podía encontrar a Dédalo, haría que el propio Dédalo se delatara.

»Como ya te dije antes, Dédalo era muy dado a los retos mentales. Así que Minos, con ayuda de sus magos y consejeros, ideó un acertijo e hizo que sus emisarios transmitieran la noticia de que el hombre que lograra solucionarlo recibiría una gran recompensa. Por supuesto ocultó el detalle de que era él quien estaba tras aquel desafío. Sabía que sólo había una persona en el mundo capaz de resolverlo: Dédalo.

»El acertijo no dejaba de ser curioso, aunque sencillo en su planteamiento. Consistía en pasar un hilo por dentro de una caracola, de un extremo a otro. Lo cual no es tan fácil como puede parecer a primera vista, dadas las vueltas y revueltas del interior de la caracola. Todo aquel que lo intentaba, no podía más que introducir unos centímetros de hilo; luego este se negaba a seguir adelante o se apelotonaba en la entrada.

»Hasta que un emisario llegó a Sicilia y planteó el desafío en la corte del rey Cócalo. Ni que decir tiene que, cuando el enigma llegó a oídos de Dédalo, no pudo ignorarlo y sintió la imperiosa necesidad de resolverlo, cosa que hizo con una facilidad pasmosa, por cierto. Ató un hilo en torno a una hormiga y la introdujo en la caracola. El insecto recorrió todas las circunvalaciones del interior de la caracola hasta salir por el otro extremo. Dédalo había resuelto el enigma y, al hacerlo, sin querer, le había revelado a Minos el lugar donde se escondía.

»Pronto una flota de guerra cretense llegó a las costas de Sicilia. El mensaje de Minos para el rey Cócalo fue claro: si Dédalo y el cráneo no le eran entregados de inmediato, se desataría la guerra entre los dos países. Sicilia, a pesar del poder del cráneo, no estaba preparada para eso. Dédalo lo sabía. Y sabía también que Minos no se rendiría jamás, que nunca dejaría de buscarlos, ni a él ni al cráneo. Era su vida o la del rey de Creta.

»Así que Dédalo preparó una emboscada para el rey que una vez fue su señor. Hizo creer a Minos que estaba dispuesto a entregarse si él mismo bajaba a tierra para capturarlo. Los soldados y el rey de Creta fueron recibidos en el Palacio Real y alojados en las más lujosas habitaciones. Cócalo le prometió que al anochecer, Dédalo y el cráneo serían suyos. Mientras llegaba la noche, Minos y sus hombres disfrutaron de los lujos del palacio de Cócalo. Antes de asistir a la cena, que finalizaría con la entrega del sabio, Minos decidió tomar un baño en las termas; el viaje hasta allí había sido agotador y estaba deseando relajarse.

»Dédalo había construido un nuevo ingenio y lo había colocado en la mejor bañera de la sala de baños, la que, sin duda, sería la elegida por Minos para refrescarse antes del banquete. En cuanto Minos entró en el agua, esta comenzó a hervir. El rey de Creta murió abrasado. Ni siquiera tuvo tiempo de gritar.

—¿No estás adornando un poco la historia? —preguntó Diana, enarcando una ceja. Francamente no podía creerse que Eduardo hubiera investigado hasta tal nivel de detalle como para saber si Minos había gritado o no.

—Sólo un poco… —admitió él—. Licencias del narrador, ya sabes.

»Minos, gritando o no, murió en esa bañera. Y si Dédalo creyó, aunque sólo fuera por un segundo, que todo había acabado, se equivocó. La muerte de Minos fue el verdadero comienzo, el principio de la pesadilla.

»Asterio volvió a la vida. ¿Por qué? No lo sé. No puedo saberlo. Tal vez el crimen de Dédalo, el dueño del cráneo, hizo que el mal que todavía anidaba en él renaciera. O simplemente que Asterio, al ser un demonio, no pudiera morir y Teseo sólo lo sacara del terreno de juego temporalmente. La cuestión es que Asterio renació en el mismo lugar donde Teseo lo había matado: en el laberinto de Cnosos. Pero era apenas una sombra de lo que había sido y tal vez por eso adoptó el nombre de “Sombra” en su reencarnación. No tenía ni una quinta parte del poder de antaño. ¿Por qué? Porque su antiguo cuerpo estaba dividido. Y aunque él controlaba el cuerpo, el cráneo, donde residía la mayor parte de su energía, estaba en manos de Dédalo, allí en Sicilia.

»Dédalo debió percatarse pronto de que algo malo sucedía. La influencia del cráneo en la isla había cambiado de signo. Por toda Sicilia estallaban riñas por el motivo más absurdo… Una ola de asesinatos sin sentido recorrió la capital. Las envidias y las intrigas estaban a la orden del día. La energía del cráneo se había pervertido y Dédalo comprendió que sólo podía haber un motivo para ello: Asterio había vuelto.

»Lo que pasó después sólo son suposiciones mías y, aun así, todo resulta bastante confuso. Dédalo y parte de la familia del rey partieron de Sicilia, llevándose el cráneo con ellos. El sabio debió de enterarse de que Asterio iba en su búsqueda y decidió poner tierra de por medio. Creo que lo más sensato hubiera sido destruir el cráneo, pero imagino que Dédalo ni siquiera lo tuvo en consideración, tal vez creyó que podría utilizarlo de nuevo para hacer el bien y por eso decidió conservarlo… ¿Por qué lo acompañaron miembros de la familia real? Paula nos comentó que los Cócalo eran una familia de magos, así que quizá lo acompañaron para protegerlo a él y al cráneo… Fuera como fuera, allí comenzó el peregrinar de la familia de Paula.

—Peregrinar que acabará ahora —apuntó Diana—. Si no encontramos el modo de ayudarla, Paula se desvanecerá…

Eduardo desvió la vista hacia el espejo.

—Seguiré buscando —prometió.

«Pero no encontraré nada, porque no hay nada que encontrar. No puedo salvar a Paula. No puedo arriesgarlo todo por ella».