—No sé cómo expresarle mi agradecimiento, inspector —comentó el capitán Rostron— es un triunfo de la investigación. Creo que hasta sobrepasa el caso Crippen. Todo el mundo se va a enterar de esto.
—Gracias —exclamó Walter— pero no quiero ningún alboroto.
El capitán sonrió.
—Dudo que podamos evitarlo. La prensa de Nueva York lo espera. Tendrá un recibimiento especial y lo merece de veras.
—Pues no lo quiero, capitán —Walter se pasó el dedo por el cuello—. Quiero que me dejen en paz. ¿No hay forma de poder evitarlo?
—Bueno, no tiene por qué bajar a tierra.
Walter abrió los ojos.
—De veras —continuó el capitán— si quiere puede quedarse en su camarote.
—No me puedo quedar mucho tiempo o me llevarán de vuelta a Inglaterra.
—Ah —pareció recordar el capitán— iba a hablarle de eso.
—¿De qué? —preguntó Walter alarmado.
—¿Otro whisky? Temo que tendré que pedirle que vuelva conmigo mañana.
—¿Qué?
—Déjeme explicarle. Yo sé que no es policía.
Walter tomó el whisky de un trago.
—… desde que se jubiló —explicó el capitán—. Así que es un grave inconveniente para usted, ¿pero qué otra cosa puedo decirle? Cordell tiene que volver a Inglaterra por el juicio y como usted es el que se encarga de su caso…
—Pero él es norteamericano —alegó Walter—. ¿No pueden juzgarlo aquí?
—¿Ya no se acuerda de la ley? —preguntó el capitán con una sonrisa—. Cometió un delito a bordo de un barco inglés en alta mar. Tiene que volver. Por supuesto que cuando lleguemos a Southampton le pediré a la policía que se lo lleve. No es necesario que usted vuelva a ponerse en evidencia. Pero sí lo necesitaremos para el juicio. A decir verdad sin su cooperación no hay caso contra Cordell.
—Pero he hecho algunos arreglos aquí…
Walter lo contempló en silencio.
—No tardaremos mucho —continuó el capitán, todavía tratando de suavizar el golpe—. Esta es una travesía rápida. Mañana partimos —apoyó la mano en el brazo de Walter—. La policía lo recibirá con los brazos abiertos.