Alma pasó un largo rato buscando a Johnny. No estaba en su hamaca ni dando su vuelta habitual por la cubierta, tampoco lo halló bebiendo su habitual whisky doble en el salón de fumar. Finalmente lo encontró en el último extremo de la cubierta del barco. Estaba inclinado sobre la baranda, estudiando el centro de la estela que dejaba el barco. Se dio la vuelta y la tomó de la mano.
—Mañana. Nueva York.
—No te pongas triste —pidió Alma—, me entristecerás a mí también.
—¿Qué piensas hacer en los Estados Unidos…? ¿Algo en el teatro?
—No, eso terminó. No estoy segura de lo que va a pasar.
—Supongo que te espera alguien —musitó Johnny.
—Bueno, no.
—Pero no estarás sola en Estados Unidos…
—Espero que no.
—Hay otro —arriesgó Johnny—, ¿no es así?
Alma contempló la espuma que escapaba de las turbinas.
—Creo que ya sabes la respuesta. Johnny, cuando me dejaste después del desfile, dijiste que te ibas a cambiar.
—Sí, querida, eso es lo que hice.
—¿No fuiste a cubierta?
Johnny frunció en ceño.
—No, ¿por qué? ¿No creerás que tengo algo que ver con lo que le ocurrió al inspector Dew? ¿Por qué habría de hacerlo? —abrió grandes los ojos—. Dios mío… ¿acaso tu…?
—No me preguntes nada más, por favor —pidió Alma—. Sólo estaba pensando en ti.
—Eso más bien le pone sordina a mis planes. Estaba por pedirte que hicieras de mí un hombre decente, por así decir. No soy tan viejo como parezco.
Alma sintió que la sangre le subía a las mejillas.
—No pienso que seas viejo.
—Es la clase de vida que he llevado. Nunca me he cuidado —se rio—. Quisiera tener el coraje de cuidar de ti… Ya sé que vender coches no es como pertenecer a la administración pública o a la Bolsa, pero es un trabajo con perspectivas.
Alma le devolvió la sonrisa.
—¿Me estas proponiendo el matrimonio?
Johnny la besó con suavidad en la mejilla.
—Sí, Lydia.
Ante la mención de ese nombre Alma cerró los ojos. ¿Cómo podía casarse con Johnny si él ni sabía su verdadero nombre?
—¿Qué pasa? —preguntó Johnny.
—No puedo… —sintió que se le secaba la boca—. No puedo darte una respuesta todavía. Me gustaría poder decir que sí, pero… tengo que hablar con alguien. Oh, Johnny —apoyó la cabeza en su hombro y comenzó a llorar.