La dialectica gitana y el «hokkano baro»
»Me doy cuenta —sigue diciendo Nancy en su tesis— de que mis referencias a la historia de los gitanos españoles no son muy completas, pero la falta de datos concretos no permite llevar a cabo un trabajo mejor. Se conocen hechos aislados, algunos de los cuales referiré para que se puedan establecer bases en relación con la nigromancia, a la que tantas veces me he referido, especialmente a la que tiene relación con la entidad gitanesca frenética.
»El mal de ojo que en el principio de esta tesis permitió al capitán Chaleco de Valdepeñas acabar con la vida del vasco es una superstición en el norte y centro de España, pero es una ciencia secreta y nigromante en la Andalucía de los gitanos y gentes de baja condición. Para conjurarlo suelen usar un cuerno, y de ahí el prestigio que tienen los toros entre los gitanos. Es verdad que los cuernos dan buena suerte. Véanse si no los ejemplos de gitanos extremadamente pobres o medio gitanos —calés de media casta— que llegaron a la preeminencia, como el Cordobés, Manolete, el Gallo, Belmonte. Así, al que da la lata lo envían al cuerno, porque la lata es mala sombra y el cuerno buena.
»Por cierto que para exponer algunas cualidades positivas de los calés de media casta quiero hablar de El Cordobés, hombre de escasa cultura universitaria que en Córdoba, su patria, elevó a su costa y con su dinero un monumento al filósofo Séneca, gachó del harpa de la época de Nerón. Yo creo que los gachos del harpa no la llevan, sino que se trata de una expresión metafórica que quiere decir un gachó conspicuo en algún arte o ciencia, porque he visto al pie de algunos monumentos españoles un harpa o psalterio. El Cordobés considera conspicuo a Séneca, poeta y filósofo, a quien Nerón le dio mulé (sintagma directo) en su tiempo. Al decir “le dio mulé” es necesario referirse una vez más al sentido que usualmente se le da a esa palabra sánscrita (mulo = muerte) y que los toreros mismos han asimilado, gitanos o no gitanos. La muleta roja con la que se torea en el último tercio (para matar al toro) tiene el mismo origen. Al menos es lo que yo creo. Y las muletas de los inválidos porque ayudan a morir.
»Antes dije que en Córdoba fue ejecutado por medio del garrote el primer gitano y que toda la magia blanca, negra o gris fue insuficiente para evitarlo. También fueron ineficaces los ofrecimientos del dinero del Conde (los leaders de los gitanos se llaman condes) para comprar a los jueces.
»Parte de la magia de los gitanos consiste en una ley antiquísima que los médicos recibieron de Hipócrates y que se expresa en medicina por la frase similia similibus curantur. Es también la base de la doctrina de Heráclito sobre la dialéctica. Por ejemplo, Pepe Conde, líder de los gitanos de Granada, cometió varios asesinatos y fue perseguido y muerto por los soldados del rey en las Alpujarras.
»La muerte por medio del rifle, con derramamiento de sangre, es considerada heroica, y los gitanos tienen muchas coplas sobre la muerte de Pepe Conde.
»Pero en Sevilla fue ahorcado por medio del garrote vil otro gitano fino llamado el Salao, que tenía una taberna. Como en todas las tabernas andaluzas, en aquella se practicaba un deporte que consistía en atrapar la castaña. A veces esa castaña era tremenda, según decían. Las que yo he visto son todas del mismo tamaño, como las de los Estados Unidos.
»Pepe Conde había ido más de una vez a aquella taberna, y un día con motivo de una discusión sobre toros y toreros, Pepe Conde y el Salao (que era sólo gitano de media casta, pero que lo trataban como si fuera legítimo y cabal) tuvieron una discusión que acabó de mala manera. Pepe Conde le endiñó un cate (expresión mixta hecha de un verbo calé y un sustantivo de germanía de ladrones, es decir, de fonemas de origen diferente) al Salao. Como el Conde no puede ser agredido ni golpeado por gitano alguno, el Salao se guardó el cate y quedó muy afrentado, teniendo en cuenta que el hecho sucedió en medio de un grupo de calés y payos dedicados a ese juego que consiste en atrapar la castaña. (Algo así, supongo, como el juego de dados).
»Aquella misma noche el Salao, después de cerrar la taberna, fue a ver a Pepe Conde, pero los guardas de corps que el Conde llevaba le cerraron el paso. He aquí el diálogo, de cuya veracidad respondo:
»—Quiero ver a Pepe Conde.
»—No ze le puede ver.
»El frenesí gitano se manifiesta al principio por pequeños detalles, uno de los cuales es el ceceo nervioso.
»—¿Ze puede zaber por qué?
»—Ze puede y no ze puede.
»—Zi no lo puedo ver mañana pasará un desavío en mi barrio.
»—¿Por qué?
»—Tengo un ahincado (ajincado, decía, porque era de Jaén, la tierra del ronquío, es decir, la tierra donde todos duermen la siesta y roncan de tal manera que parece como si hubiera cada día una tormenta sobre la ciudad). La ronquera les hace luego pronunciar la h como una gutural sonora: ajincado. Quería decir que llevaba una ofensa grave dentro y que Pepe Conde podía compensarla con una buena palabra.
»—Ezta noche no ze le puede ver.
»—¿Pero por qué?
»—Eztá con la poderosa.
»Parece que había ganado el juego en la taberna y atrapado la castaña, y al que lo conseguía se le otorgaba como premio dormir con una gitana hermosa que se llama la Poderosa.
»Más tarde me dijeron que la poderosa era una tremenda borrachera, pero yo no lo creo, porque en ese caso, ¿cómo podría haber ganado en el deporte de la taberna? ¿Cómo pudo ser precisamente él quien atrapara la castaña?
»En todo caso, el Salao (a quien Pepe Conde llamaba a veces por burla ofensiva el Chalao —el loco—) se marchó insatisfecho, pero respetando la intimicy de Conde con la Poderosa.
»El día siguiente el Salao fue quien atrapó la castaña, y en la cumbre de su orgullo de triunfador, tuvo un argumento frenético con dos payos y les largó dos viajes con un facón que los dejó secos, es decir, vacíos de sangre. Y la justicia intervino y el Salao fue condenado a muerte y poco después ejecutado en el garrote vil. Así se dice, y estos son fonemas cultos, y no como los anteriormente subrayados, que lo son de germanía rufianesca. Ejecutado en el garrote. Parece que Pepe Conde y la Poderosa intervinieron, ofrecieron dinero a la justicia, se reunieron más de mil chulíes (duros), pero de nada valió.
»Lo peor del caso fue que el Salao tenía la Bar Lachí, es decir, una piedra imán que atraía el hierro y el acero y que se supone que hace a los gitanos más fuertes que toda posible desgracia y desde luego invulnerables contra el mal de ojo. Nadie podía creerlo hasta que Pepe Conde descubrió que era gitano sólo por parte de madre, como el capitán de Valdepeñas. Por eso la Bar Lachí no funcionaba con él.
»Así y todo, lloraron la muerte de el Salao en el garrote y suplicaron que les entregaran su cuerpo para enterrarlo en lugar sagrado, ya que antes de ser ahorcado el gitano permitió que lo bautizaran y después del bautismo, al preguntarle si creía en la religión, dijo que sí y que su religión era la mismísima de los moros. El pobre ignorante creía que el bautismo era costumbre mora.
»En todo caso, con los chulíes compraron tierra y mármoles para el muerto. Y en el mármol grabaron un harpa, con lo que pasó a ser parecido a Séneca, aunque no por su cultura.
»Lo más curioso del caso es que el Salao, ahorcado en Sevilla, tenía un hijo ya grande, y con su madre viuda fueron una noche y robaron de la cuna al hijo del verdugo que ejecutó al reo.
»Años más tarde, cuando el niño, que era un perfecto calé y creía ser hijo de la gitana, entró en los asuntos de la gitanería, se hizo caballista y armaba cada alboroto (ataques a mano armada a la hora del alba, es decir, al amanecer) que llegó a ser uno de los más importantes de la región.
»Y ese gitano falso, pero educado a lo calé, mató a su propio padre el verdugo sin saber quién era. Los duendes que intervinieron en esa venganza yo no podría discriminarlos sin exponerme a graves errores, pero el hecho es verdadero y todavía se habla de él. Por cierto, que la viuda fue la primera que comenzó a bailar el garrotín para conjurar el maleficio.
»Una gachí descendiente de ella me hablaba del asunto. Yo le preguntaba más detalles, pero ella de pronto se calló y no quiso hablar más. Había rozado yo algún punto demasiado vivo y sensitivo. Entonces le pregunté sobre bailadores y bailarinas gitanas. He aquí sus opiniones sobre los artistas siguientes:
»Antonia Mercé.—Tenía mucho ángel y sabía mucho, pero no tenía duende. El agua de los mares la había maleado también, como a don Manolito Falla.
»Argentinita.—Tenía más ángel que Antonia y el suyo era un angelito gachón. Andaba lo mismo con gente de pelo que de pluma. (Esto de gachón y de pelo y pluma tengo que descifrarlo).
»Pastora Imperio.—Era el Baro Furco, el mismo Satanás y llevaba todos los mengues juntos en la pata güena. (Parece que Pastora era un poco coja).
»Carmen Amaya.—Esa estaba siempre embrujada y no podía dormir. Por eso murió joven. Pero era la segunda Pastora.
»Escudero.—El hijo de la grandísima puta, nada más. Que hacía llorar a un guardia civil, de pura emoción.
»Antonio.—Güeno, pero más ruido que nueces. Y demasiada agua también.
»La Niña de los Peines.—La Santísima Trinidad del cante.
»El Tripa.—El cardenal de Los Gabrieles, de Madrid, alternando con todo el señorío, desde Agustina de Aragón hasta el infante don Alfonso. En las bulerías era un fenómeno, como Belmonte con la muleta, y en los tientos un terremoto. Se desgrasió porque le dio un pinchasiyo de ná a su amante que se le escapó con un rejoneador de toros y fue al estaripén, pero cuando salió volvió a Los Gabrieles y su trono estaba vacío, aguardándole.
»Montoya.—Su divina majestá con la guitarra.
»Como se ve, es difícil comprender el sentido crítico de los gitanos, que hablan con el mismo frenesí que cantan y aman. El Tripa, a quien yo conocí, era un terremoto; Montoya, su divina majestá; La Niña de los Peines, la Santísima Trinidá del cante. Difícil concretar y contrastar esas opiniones en una tesis académica. Todavía no he podido aclarar tampoco eso del paripé. Espero que los señores profesores se den cuenta de que en el folklore gitano hay más duendes que formas lógicas de apreciación.
»Lo que no comprendo es que siendo tan indiferentes a la religión, hablen tanto de ella. Porque a Rafael el Gallo lo bautizó un cura que había sido torero, según una copla, y con eso quieren decir que era lo más apreciable en calidad.
»También su tierra es la tierra de María Santísima, por ser la mejor del mundo.
»¿En qué quedamos? Todo es ambivalencia y anfibología en la manera de conducirse y de hablar los gitanos. ¿Qué tiene que ver su divina majestad con una guitarra? De otro tocaor me habían dicho antes que era la catedral de Toledo.
»Y, sin embargo, no creen en el catolicismo, o cuando creen dicen que Jesús fue el mejor calé que hubo en el mundo y que se lo robaron los payos y le dieron mulé los busnós.
»Como creo haber dicho, Córdoba se convirtió en una ciudad maldita por ser la primera que ahorcó a un calé, y los gitanos para salvarse del mal de ojo evitaban entrar en ella y, por otra parte (que es mi propósito explicar) crearon una danza que se llama el garrotín, con la cual imitan los movimientos convulsivos (más que frenéticos, en este caso) de los reos de muerte que son estrangulados. El garrotín.
»Hay unas palabras con las que acompañan a veces la canción que crea el ritmo, palabras que revelan a un tiempo la inventiva poética y la manera de construir fonemas gitanos con palabras castellanas. Así, dicen:
Con el garrotín
con el garrotán,
que de la vera, vera,
vera van.
»Creo ser la primera scholar que ha penetrado en estos secretos líricos del pueblo más peculiar de Europa. Y no lo digo con orgullo, pero tampoco con falsa modestia.
»Bailando el garrotín se consigue despertar el duende en provecho propio, y no sólo para evitar el garrote, sino desviarlo hacia el enemigo oculto detrás del payo acechador. A eso le llaman los gitanos querelar nasula.
Eso es. Del garrote viene el diminutivo garrotín y luego una derivación semántica con vistas a producir un efecto fonético de carácter lírico: garrotán. Porque luego los versos siguientes dicen: que de la vera vera, / vera van. Con estos dos versos rimados por la a, es decir, por la vocal tónica, se completa una expresión de pretensiones mágicas. Toda poesía lírica tiene intenciones mágicas, como es sabido. Y acompañada por la danza, se puede observar cómo la diferencia de pies acentuales del segundo verso: que-de-la-vera-vera-vera-van sugiere los movimientos a los cuales me refería antes, cuando en el capítulo anterior hablé del nombre metafórico del llamado culo, es decir, del pandero.
»Pero volviendo al caso del similia similibus curantur, con el garrotín los gitanos hacen lo que pueden para conjurar el garrote. Y en su mundo de valores secretos y a su manera tienen razón, ya que cada cual crea su realidad (no hay realidad objetiva alguna, y eso lo saben ellos por intuición, como las golondrinas saben por intuición a dónde deben ir en la primavera). Y no se crea que los gitanos, por no saber leer ni escribir, son ignorantes, que su saber secreto alcanza a los tiempos más remotos, y el hombre de hace diez mil años tampoco sabía leer ni escribir, pero tenía inventos como la flecha y el arco, verdaderamente geniales, y como el anzuelo de espino para pescar peces, y sabía medir el lugar y las horas por las estrellas. Este último era el saber más difícil.
»Nosotros tenemos el saber de los libros. Y ellos el de las estrellas.
»A propósito del garrotín, trataré de explicar más minuciosamente la función del duende, a la que va asociado el mal de ojo. Necesitan un payo poco advertido, que es capaz, sin saberlo, de compartir un peligro. Para probarlo los gitanos suelen ir directamente a la médula de la cuestión. Un gitano, por ejemplo, se acerca a un payo y, mirándole directamente a los ojos, le dice sin arrogancia pero sin timidez, como la cosa más natural del mundo: —Don Antoñito, présteme su mercé dos barias (onzas de oro).
»Y lo miran a los ojos sin pestañear, buscando en ellos por la más mínima vibración magnética alguno de estos posibles agentes:
»El fiambre, que no sirve para nada, porque lleva una ofensa secreta que lo invalida para tomar cualquier decisión defensiva u ofensiva y es como un cuerpo muerto, pero de pie, con una faca en la mano que puede clavarse, ella sola, en el que se acerca, según como se acerque.
»El consorte, que está alerta y devolviendo la mirada con la misma firmeza, suele responder:
»—¿Estás loco? Ni a ti ni a ninguno de tu casta le prestaría un real. ¿Y pides dos onzas de oro?
»Entonces el gitano, como si no lo hubiera escuchado, le habla de otra cosa, por ejemplo de la feria de Alcalá del Río, donde se casó su hijo Manué y se arruinó la familia con los gastos de tres días de fiesta continua. Porque así suelen hacer. Pero luego se rehicieron y ahora anda en un negocio de recría de caballos. Y de pronto, y cuando menos lo espera don Antoñito, el gitano repite de la misma manera:
»—Usted tiene que prestarme dos barias.
»La segunda vez la voz del gitano ha tomado un tono amenazador, y si la respuesta es amistosa, el agente consorte está conquistado, aunque don Antoñito no dé el dinero. Es probable que lo niegue diciendo:
»—Mi querido amigo, la gente de tu raza no devuelve nunca el oro ni la plata. ¡Llama a otra puerta, amigo!
»Pero sostiene el diálogo. Hablan otra vez de cosas indiferentes, como por ejemplo el cante hondo de la Chicharrona y el gitano, inesperadamente, vuelve a las andadas:
»—Usted nos diquela, pero déme dos barias.
»Ahora no dice “présteme”, sino “déme”. Y sigue observando. Si don Antoñito se ríe sin miedo en los ojos, es decir, sin canguelo (que es el miedo cobarde), el agente no es un consorte, pero puede ser un intermediario propicio que no discrimina ofensivamente al calé. Si lo que percibe el gitano en los ojos de don Antoñito es el leve temblor de luces que acompaña al recelo ante el misterio (no necesariamente miedo, sino jindama), el agente es un tío de mucha lacha, que puede ser el más eficaz.
»Un poca lacha no vale para nada. Y es un vicioso a quien todo se le va en libertinaje vulgar. Ese es el agente de los ciudadanos payos, respetables y putañeros. Así dicen ellos.
»Porque los gitanos, que no tienen religión, tienen una especie de dios del erotismo que se llama Lacha. Tener mucha lacha es tener honradez. Porque ese dios preside la voluptuosidad de hombre y mujer sin lascivia. Los gitanos son muy frenéticos sexualmente, pero tienen mucha lacha, es decir, mucha vergüenza de hombres (o de mujeres), y en definitiva, aunque parecen degenerados, son castos a su manera. Especialmente ellas. Dicen muchas vulgaridades sexuales, pero no practican ninguna.
»Así pues, el gitano, pidiéndole dos onzas de oro a don Antoñito, ha hecho su experiencia primera. La segunda será diferente. Ya no se tratará de dos onzas, sino de hacer alguna picardía grande (con dinero por medio), echándole a él —como agente— parte de la culpa o toda ella.
»Yo conocí el caso de un agente payo (el de la jindama) que le valió al gitano un negocio de más de diez mil duros y fue de la siguiente manera: el agente de mucha lacha suele inspirar confianza a todo el mundo y ser buena persona.
»Estima al gitano, puesto que no se ha ofendido cuando le pidió las dos onzas. Entonces el gitano lo convence de que conoce grandes misterios, pero no quiere usarlos en su propio beneficio, sino en provecho de alguna persona decente entre sus conocidos. Y el gitano plantea lo que entre ellos llaman el hokkano haro, es decir, el gran truco infalible. Pero, como digo, para eso tienen que ser tres.
»El tres es muy importante para los pueblos primitivos, porque todos los misterios los investigaban antiguamente a través del cuerpo humano y de la más grande manera de crear que tiene el hombre: la reproducción sexual. Y todo lo que se refería a ese prodigio lo consideraban creación de Lacha. Y Lacha le dio al hombre tres órganos genitales.
»De ahí viene también la trinidad hindú y otras formas sagradas relacionadas con ese número. Desde la trinidad hindú (Shiva, Vishnu y Brahma) hasta la troica de los comunistas rusos, siempre los pequeños grandes éxitos dependen de alguna forma de tercería que cuando sale mal (como en la Celestina) acarrea la muerte catastrófica de todos. A eso en lenguaje coloquial se le llama “la rehostia”.
»El hókkano baro, es decir, el gran truco infalible consiste simplemente en que el agente adecuado (para cada faena hay una clase diferente de adecuación) hable a la víctima de las virtudes de un gitano. De sus cualidades mágicas y de los beneficios que puede producir. Cuando el gitano mismo interviene, comienza la segunda parte, que consiste en una especie de convencimiento por desenfoque. Lo primero que el gitano dice a la víctima es: ”No, pobre de mí. Yo no tengo tantos poderes. Don Antoñito se equivoca. Es mi mujer la que nació con esa gracia, y Undivé se la conserve para bien de todos”.
»—¿Usted no? —pregunta la víctima.
»—¡Qué más quisiera yo!
»Entonces dejan pasar algunas semanas sin hablar del asunto. Entre tanto la víctima reflexiona, su codicia va despertando. Le han dicho que si acepta las condiciones que la hechicera sugiera, el dinero, las joyas, cualquier clase de objeto de valor, crecerá y se multiplicará tres veces. Para eso hace falta que en días de luna llena y un momento antes de que esta aparezca la persona indicada deposite en un lugar determinado (dentro de su misma casa) cierto dinero o joyas que al cabo de tres semanas se habrán triplicado. Parece mentira que en estos tiempos pueda haber personas tan crédulas para abandonarse a la fe en un truco de esa naturaleza, pero la víctima cree más en el agente don Antoñito que en la gitana. Sin el agente todo sería imposible. Y el agente es, como dije, de mucha lacha.
»Casos más simples han sucedido recientemente en Inglaterra y en los Estados Unidos, donde es frecuente el llamado timo del entierro, y donde se fundan falsas compañías para ir a Chile o a Bolivia a desenterrar tesoros. Y hay personas inteligentes que entregan su dinero y lo pierden.
»Pero este caso era diferente. Cuando la víctima (preferentemente una mujer viuda) acepta y consiente, la gitana le pregunta si tiene en la casa alguna caja fuerte o baúl con cerraduras firmes y seguras. Eso de las cerraduras y de plantear la operación dentro de la casa acaba por asegurar a la viuda. Cuando ella ha dicho que sí, la gitana le pide que le deje ver todo el oro, plata y objetos de valor que hay en la casa. El tesoro le es mostrado y cuando la gitana lo ha contado y apreciado en su justo valor, saca un mantoncillo bordado con signos misteriosos y lunas y soles y estrellas, y dice: señora, yo le doy a usted este lienzo, que está bendecido desde los tiempos del rey Salomón. Ponga dentro todo su oro y su plata y haga tres nudos con las cuatro esquinas diciendo las siguientes palabras: Chimuclani or Bato, or Chabal or Chanispero manjaró. Una vez dichas esas palabras tres veces, ponga el hato con todos sus tesoros debajo de su almohada, de modo que nadie lo sepa y en el mayor secreto. Téngalo allí tres días. Por la mañana abra el paquete, mire bien que no falte nada. Vuelva a hacer los tres nudos repitiendo las mismas palabras de la primera vez, que yo le enseñaré de memoria. Dentro de tres días volveré, inspeccionaré el tesoro y después de rezar una oración lo pondremos en el depósito más seguro de su casa y usted cerrará con una o tres llaves (mejor con tres) la cerradura. Las llaves se las guardará usted con cuidado. (Todo esto es para consolidar la confianza).
»Yo me iré y tardaremos en volver allí tres semanas justas (siempre el número tres). A las tres semanas iré yo a su casa y usted verá lo que sucede. Es decir, haremos la tercera y última parte del sortilegio.
»Tal como lo dijo la gitana, lo hizo la viuda. Pero cuando fue la gitana llevaba bajo las faldas un alijo exactamente igual al anterior, con la única diferencia de que dentro había sólo monedas de cobre y otras cosillas sin valor. Abrieron el cofre, deshicieron los nudos, la gitana dijo que todo iba bien y que en el espacio de otras tres semanas podría abrirlo ella sola y vería aumentado tres veces el tesoro. Entre tanto, ella había sustituido ese tesoro por el falso alijo que llevaba, sin que la viuda se diera cuenta.
»Al cabo de tres semanas (las necesarias para desaparecer los gitanos del lugar a una distancia de unas noventa leguas) la viuda descubría el fraude y se daba a los diablos. Sus vecinos reían y la guardia civil buscaba en vano.
»Pero había otros trucos que para los gitanos eran cosa diaria y relativamente fácil. No con tanta ganancia, pero con ingresos permanentes y seguros.
»Sobre la base de los agentes terceros y de sus diferentes calidades. Con ellos hacían los calés trabajar a su duende.
»De la eficacia de su brujerío dependió, según ellos, la desgracia del reinado de Carlos II el Hechizado. El hechizado por los calés, contra los cuales dio aquel rey leyes especiales que nunca se cumplieron, pero que despertaron a los agentes de todas las categorías y los pusieron en acción.
»El duende y sus legiones invisibles asediaban a Carlos en la cama, en el bosque donde solía cazar, en el comedor y hasta en la sala de embajadores. Y los gitanos acabaron con la casa de Austria».