Pilar Primo de Rivera. El fascismo y los arreglos florales

PILAR PRIMO DE RIVERA

EL FASCISMO

Y LOS ARREGLOS FLORALES.

Pilar Primo de Rivera y Sáenz de Heredia es una de las figuras más duraderas y menos conocidas del régimen de Franco. Como hermana del fundador del partido fascista español, la Falange, y cabeza de su Sección Femenina durante cuarenta años, ejerció un considerable poder dispensando —o no— legitimidad a aquellos falangistas que luchaban por el poder dentro del partido único estatal del Caudillo. En efecto, su aceptación del liderazgo del general Franco en 1937 fue un importante pilar para la pervivencia en el poder de éste durante muchos años, ayudando así a desviar gran parte del descontento doméstico interno hacia su régimen. Sin embargo, la influencia de Pilar fue más allá de la política de las facciones. Dentro del amplio y adaptable Movimiento, como líder de la organización de mujeres del régimen, la Sección Femenina, desempeñó un importante papel formativo en la vida de millones de mujeres durante dos generaciones. No utilizó su enorme poder social para su propio engrandecimiento, sino para guiar a la Sección Femenina en la educación de las mujeres dentro de los valores católicos tradicionales, la crianza de los niños y el buen mantenimiento del hogar para los viriles maridos falangistas. El que se la conociese relativamente poco era consecuencia directa de su forma modesta de utilizar el mando. Pero el que subestimara su propio papel no era signo de debilidad. Como heredera de su hermano se guiaba por un firme sentido de destino y era tenaz en la defensa de lo que consideraba su legado. Las razones por las que llevó a cabo su labor con tal fuerza hay que buscarlas, inevitablemente, en su propio pasado familiar.

Los primeros años de vida de Pilar discurrieron en un entorno de profunda mortalidad. Ella y su hermana gemela, Ángela, nacieron en Madrid el 4 de noviembre de 1907, hijas de Casilda Sáenz de Heredia y del coronel Miguel Primo de Rivera y Orbaneja, dictador de España entre 1923 y 1930. El primer hijo del matrimonio, José Antonio, había nacido en 1903; el segundo, Miguel, quince meses más tarde, y el tercero, Carmen, un año después. Casilda se hallaba severamente debilitada por el dificultoso y doloroso parto de las gemelas. A pesar de que contaba con la ayuda de nodrizas, se vio obligada a enviarlas a Jerez para que las cuidase su abuela paterna, Inés Orbaneja, y las dos hermanas de su padre. Ella quedó con los tres mayores, mientras su marido permanecía en Algeciras, donde estaba destinado. Su ginecólogo le había advertido que si tenía otro hijo podía morir; sin embargo, en otoño de 1908, quedó de nuevo embarazada, ya que, como le contó a una amiga: «No sé cómo decírselo a Miguel, pues por mucho que el doctor Gutiérrez me haya casi sentenciado, con lo que nos queremos no podemos vivir como hermanos». Después de un embarazo durante el cual tuvo que trasladarse, con grandes dificultades, a Madrid para cuidar a su propia madre durante los últimos días de ésta, empezó el parto muy débil de salud[1]. Su hijo Fernando nació el 1 de junio de 1909, y Casilda murió de peritonitis el 9. La muerte de la madre, asociada con el nacimiento de un niño, afectó profundamente la futura vida de Pilar[2].

Pilar Primo de Rivera no recordaba a su madre[3]. Debido a que el padre estaba absorbido por su carrera militar, los seis niños fueron criados por su abuela, Inés, y sus dos tías, Inés y María Jesús, conocida esta última como Ma, una mujer serena y sencilla que dedicaba su vida a los hijos y nietos de su hermano[4]. Pilar y su hermana gemela contrajeron el sarampión en 1912, a consecuencia de lo cual, Ángela, siempre enfermiza, murió. Poco después, también falleció su abuela. Privada de madre y criada en un ambiente severo y sombrío, Pilar fue una niña seria. La familia Primo de Rivera era profundamente religiosa, iba cada día a misa y rezaba reunida el rosario. Pilar pasó gran parte de su infancia con una institutriz inglesa. Cuando alcanzó el grado de general, su padre se convirtió en una figura aún más distante. Ella y sus hermanos apenas le veían, y siempre que lo hacían le trataban formalmente de «usted» y le llamaban «padre», según costumbre de las clases altas. Cariñoso cuando les veía, la principal preocupación del general respecto a sus hijos era que compartieran su intenso patriotismo. Además, impuso una rutina militar, colgando en la entrada de la casa una lista de obligaciones en la que estaban escritos los horarios para levantarse, estudiar, comer y dormir[5].

Imbuida de un estricto sentido del deber y de la jerarquía, Pilar veneraba a su padre. Cuando éste murió en el exilio, en 1930, trasladó su afecto a su hermano mayor, José Antonio, conocido pronto como fundador del partido fascista español, la Falange Española. Ya adulta, Pilar dedicó su vida a la creación, el desarrollo y la administración de la Sección Femenina del partido. Ésta fue exclusivamente femenina, pero con una ideología implícitamente antifeminista que abogaba por la sumisión de las mujeres españolas a los hombres guerreros, lo que reflejaba la influencia de su propio pasado familiar. Existe una fotografía de familia ampliamente reproducida, tomada en la década de los veinte, que nos da algunos indicios de lo anteriormente mencionado. El retrato, rígido y algo artificial, presenta al dictador y a sus tres hijos de pie en fila, con Carmen, Pilar y tía Ma sentadas delante de ellos; las tres mujeres posan recatadamente, con los pies cruzados y las manos cruzadas sobre las rodillas, y su etérea delicadeza es posible gracias al muro protector de los hombres[6]. Una vida entera dedicada a la defensa de la idea de que las frágiles mujeres estaban subordinadas a los hombres, fuertes y creativos, y, en el mejor de los casos, eran auxiliares de ellos, sugiere una extensión a la arena política de los valores conservadores ejemplarizados por la familia Primo de Rivera.

La trayectoria de la vida pública de Pilar da idea de la influencia de sus traumáticas experiencias infantiles. Manifestaba una serie de características que implicaban un rechazo de la sexualidad adulta, así como de la maternidad. Y Pilar estaba lejos de no ser atractiva: poseía unos ojos redondos, de mirada triste y algo cohibida, y el atractivo porte de su hermano mayor. Además, hay unanimidad sobre su amabilidad y su simpática timidez. Al mismo tiempo, le obsesionaba la higiene personal, lo que tal vez esté relacionado con el trauma que le produjo la muerte de su madre como consecuencia de los partos muy seguidos o el temprano fallecimiento de su hermana gemela. La mayor parte de las veces, llevaba el sencillo y práctico uniforme de la Sección Femenina, consistente en falda y camisa azul. Fuera de la atención pública, era notorio entre sus amigos su falta de gusto en el vestir, y a medida que fue envejeciendo adoptó un estilo deliberadamente anticuado, luciendo las consabidas perlas. Tal era el legado de su huida de las normas aplicadas a la mujer durante su juventud, dominadas por el convencionalismo de buscar marido. Estas características, unidas a su aparente celibato y su voz infantil, sugerían un rechazo de las relaciones carnales heterosexuales, quizá a causa del triste destino de su madre. Incluso en la cima de su carrera política, se ocupó de sus deberes con un estilo algo casero, que muchos consideraban simpático, prueba de su sinceridad y de su falta de ambiciones personales[7].

En épocas menos rígidas, es de suponer que Pilar habría llevado una vida tranquila, sobre cuya dimensión sexual no puede especularse fácilmente. De hecho, en el conflictivo ambiente de la Segunda República y de la guerra civil española se convirtió en una figura de proyección nacional cuyas ideas eran útiles para el cometido de los reaccionarios vencedores de la contienda. En esa época, José Antonio Primo de Rivera era la figura más carismática de la extrema derecha. El 29 de octubre de 1933 fundó el partido fascista Falange Española en el celebrado acto del teatro de la Comedia, en Madrid. Pilar asistió al evento acompañada de su hermana mayor, Carmen, y de sus primas Inés y Dolores. Al oír hablar a su hermano, decidió dedicar su vida a la Falange. Dado que José Antonio era inicialmente reacio a admitir mujeres debido a los peligros que entrañaba, Pilar y otras chicas de la alta sociedad que se sentían atraídas por las ideas de la Falange, se incorporaron primero a su sección de estudiantes, el SEU. En junio de 1934, se fundó la Sección Femenina, y la misma Pilar fue designada su primera jefe nacional. Oficialmente, la Sección Femenina atendía la infraestructura para ayudar a los miembros del partido que estaban en prisión y a las familias de aquellos muertos en disturbios callejeros. Sus miembros también acudían a los juicios a falangistas acusados de infringir el orden público y de provocar desórdenes. Confeccionaban brazaletes y banderas, y actuaban como secretarias portadoras de mensajes. Sin embargo, la función real de las mujeres en este período consistía en recaudar fondos para las actividades violentas de las bandas callejeras. En sus últimos años, la propia Pilar Primo de Rivera reconoció en una entrevista que las mujeres desempeñaron el papel de «auxiliares» de los hombres, cuyas pistolas a menudo escondían entre sus propias ropas. No obstante, en sus memorias sólo reconoció que cuando los hombres eran encarcelados por sus actividades terroristas, las mujeres se encargaban, en sus visitas, del bienestar de los prisioneros, así como de las actividades caritativas para con sus familias, de recaudar fondos y de organizar campañas de propaganda por todo el territorio español[8].

Pilar dedicó su vida a la Sección Femenina, y el espíritu con que dirigió la organización provenía de las palabras pronunciadas por su hermano el 28 de abril de 1935 en Don Benito (Badajoz) a una treintena de seguidoras. Se imprimieron rápidamente panfletos de su planteamiento sobre la posición subordinada de las mujeres dentro de la Falange, que fueron distribuidos a los jefes provinciales con instrucciones de que se repartieran lo más rápido posible para dar a conocer la línea política del partido al respecto. José Antonio sostenía que la Falange tenía una particular afinidad con las mujeres, porque rechazaba tanto las lisonjas como el feminismo. Declaró:

Nosotros sabemos hasta dónde cala la misión entrañable de la mujer, y nos guardaremos muy bien de tratarla nunca como tonta destinataria de piropos. Tampoco somos feministas. No entendemos que la manera de respetar a la mujer consista en sustraerla a su magnífico destino y entregarla a funciones varoniles […]. El hombre —siento, muchachas, contribuir con esta confesión a rebajar un poco el pedestal donde acaso le teníais puesto— es torrencialmente egoísta; en cambio, la mujer casi siempre acepta una vida de sumisión, de servicio, de ofrenda abnegada a una tarea[9].

Ciertamente, Pilar lo hizo. Al principio, ella y otras mujeres de la Sección Femenina, diminuto grupo en un pequeño partido, aceptaron de buen grado una posición subordinada, dedicándose a confeccionar camisas azules falangistas y a bordar el emblema del yugo y las flechas rojas, a recolectar dinero en los mítines políticos, a escribir y cerrar sobres y a vender jabón para proporcionar algunos ingresos al partido. A principios de 1936, consiguió un coche, y conduciendo primero su pequeño Morris y, más tarde, viajando en tren de segunda clase (no tan espartana como la tercera ni tan lujosa como la primera) llevó la Sección Femenina a las provincias de Andalucía, Castilla y el norte. En primavera tenía alrededor de dos mil miembros en dieciocho secciones provinciales. El 14 de marzo de 1936, después del intento de asesinato del socialista Luis Jiménez de Asúa, José Antonio Primo de Rivera fue encarcelado y la Falange declarada ilegal. Como respuesta a esta nueva situación, Pilar organizó a las integrantes de la Sección Femenina en una red de mensajeras que mantuvieron el contacto entre su hermano y los líderes también encarcelados y aquellos miembros de la jerarquía falangista que permanecían en libertad. De hecho, aunque su hermano estaba en prisión, se permitió que la Falange actuara como organización legal hasta el 31 de mayo de 1936. Así, las mujeres de la Sección Femenina pasaron a máquina, copiaron y distribuyeron entre las bases y las guarniciones de todo el país la «Carta a los Militares de España», de José Antonio. Escrita el 4 de mayo, era un llamamiento al Ejército a levantarse contra la República[10].

El estallido de la guerra civil el 18 de julio de 1936 la sorprendió en Madrid, en la zona republicana. Antes del levantamiento militar, ya había estado escondida porque le habían advertido que su nombre figuraba en la lista negra de derechistas condenados a muerte por los comunistas[11]. Sin embargo, convencida de que el levantamiento nacionalista triunfaría en cuestión de días, el poco tiempo que faltaba para ello lo dedicó haciendo camisas azules falangistas a fin de que los milicianos del partido las lucieran en el recibimiento multitudinario a los victoriosos militares rebeldes. A mediados de agosto, estaba claro que no iba a tratarse de una victoria fácil. Además, como la Falange había sido desmantelada por las autoridades republicanas, la Sección Femenina organizó el Auxilio Azul, una red que se encargaba de buscar escondites, falsas identidades y comida para falangistas y otros derechistas fugados.

La misma Pilar era tan bien conocida que tenía que mantenerse oculta en casa de varios amigos hasta que lograra refugiarse en la embajada argentina. Fue entonces cuando conoció la devastadora noticia de la muerte de su hermano menor, Fernando, en la cárcel Modelo de Madrid el 23 de agosto. Finalmente, con la ayuda de las embajadas argentina y alemana, logró escapar. Disfrazada de esposa argentina de un súbdito de Alemania y con pasaporte de este país, llegó a Alicante acompañada de Rosario Urquijo, esposa de su hermano asesinado, Fernando, y sus dos hijos, Miguel y Rosario, y embarcó en el Graf Spee, que la llevó a la zona franquista del sur. Su importancia como hermana del líder fascista de España justificaba la buena disposición alemana para ayudarla. Era tal su sentido de sumisión y servicio, que se pasó el viaje lavando, remendando y planchando los uniformes de los marineros[12]. Una vez en zona nacional, se estableció por poco tiempo en Sevilla, antes de trasladarse a Salamanca, en noviembre de 1936, a causa de su mayor importancia política. Los contactos de su familia y la ausencia de su hermano José Antonio —encarcelado en la prisión republicana de Alicante—, hicieron que adquiriera rápidamente una posición de autoridad moral en los círculos falangistas. Sin embargo, y de modo significativo, cuando contactó con los falangistas que intentaban organizar el rescate de José Antonio, les recomendó que contactaran con Agustín Aznar, el prometido de su prima Dolores Primo de Rivera y Cobo de Guzmán. Se trataba de un acto típico de ella, ya que era el «único hombre de la familia». Aznar era jefe de Primera Línea de las milicias falangistas[13].

Ya en Salamanca, con la ayuda de su amiga íntima, Marichu de la Mora, se reincorporó a su puesto de jefe nacional de la Sección Femenina y nombró a Marichu secretaria nacional provisional[14]. Como el resto de la Falange, la Sección había aumentado, en su caso de cerca de dos mil miembros antes de la guerra a casi cincuenta mil. Asumió la organización de sus integrantes como enfermeras en el frente, secretarias para la Falange y para importantes oficiales del Ejército, cocineras y lavanderas para las fuerzas militares y costureras que confeccionaran uniformes militares y falangistas. Para eso, siempre fue escrupulosamente cuidadosa a la hora de pedir permiso a las autoridades militares y a Manuel Hedilla Larrey, cabeza provisional de la Falange en ausencia de su hermano. Hedilla había sido elegido jefe de la Junta de Mando Provisional, creada en Valladolid a principios de septiembre[15].

Esta última función ya había sido asumida fuera de la Sección Femenina por Mercedes Sanz Bachiller, la impulsiva viuda de uno de los fundadores del fascismo español, Onésimo Redondo[16]. A pesar de tener tres hijos pequeños, la enérgica Mercedes Sanz trabajó infatigablemente en su papel de jefe provincial de la Sección Femenina en Valladolid. Como tal, estaba subordinada a Pilar Primo de Rivera, pero en ausencia de ésta llevó a cabo iniciativas de su propia responsabilidad. Inmediatamente después de la muerte de su marido el 24 de julio de 1936, Mercedes Sanz Bachiller se trasladó a los cuarteles generales de la Falange en Valladolid, la Academia de Caballería, para organizar la recolección y distribución de prendas de abrigo para los combatientes en primera línea. A finales de octubre de 1936, emulando a la nazi Winterhilfe, fundó el Auxilio de Invierno en Valladolid. Ciudad eclesiástica con fuertes tendencias derechistas, Valladolid había caído enseguida en manos de los militares rebeldes, y a causa de la salvaje represión a manos de los falangistas locales, la provincia estaba llena de miles de viudas y huérfanos. Mercedes Sanz organizó comedores para las víctimas de guerra, iniciativa en la que contó con la ayuda de Javier Martínez Bedoya, un jonsista que había sido cercano colaborador de Onésimo Redondo y que, tras estudiar en Alemania, admiraba muchos aspectos del nazismo. A propuesta de la falangista hispanoalemana Clarita Staufer, se decidió copiar el nombre de la nazi Winterhilfe[17].

El 30 de octubre de 1936 se estableció en Valladolid el primer comedor, con la autorización del general Mola, bajo cuyo control Auxilio de Invierno se expandió pronto a otras provincias del norte[18]. La dinámica viuda de Onésimo Redondo parecía convencida de que podía desplazar a la aparentemente infantil Pilar Primo de Rivera del liderazgo del movimiento de mujeres en la zona nacional. Tal fue el éxito de la iniciativa de Mercedes Sanz Bachiller, que la recientemente llegada Pilar Primo de Rivera lo vio como un desafío a su autoridad. Pero su tímida apariencia ocultaba una obstinación tenaz. En sus memorias, extraordinariamente indirectas, se refiere a este «problema» y sólo dice que, enfrentada a las «dificultades» que ello representaba para la Sección Femenina, «había que usar mucha diplomacia, pero, al mismo tiempo, una tenacidad insobornable para poner las cosas en su sitio y devolver a cada cual su contenido[19]». A fin de que su advenediza rival no la aventajara, el 24 de diciembre de 1936 Pilar Primo de Rivera presidió la inauguración de un comedor en Sevilla, área donde su influencia era inmensamente mayor que la de Mercedes Sanz Bachiller. La rivalidad con ésta se manifestó de nuevo el 5 de enero con la apertura de otro comedor en Jerez que llevaba el nombre de Comedor Pilar Primo de Rivera[20].

En esta prolongada lucha por el poder, el peso del apellido Primo de Rivera, combinado con la obstinación de Pilar, determinó el balance final. Además de la subyacente rivalidad de la esposa de uno de los fundadores de las JONS con la hermana del fundador de Falange Española, existía una hostilidad más profunda. En primer lugar, la lucha de esta última para situar el Auxilio de Invierno de Mercedes Sanz Bachiller bajo su influencia, era comparable a la campaña que llevaban a cabo los seguidores «legitimistas» de José Antonio dentro del conjunto de la Falange para dominar a los elementos radicales de las JONS en Valladolid. A principios de enero de 1937, esa batalla vio cómo Aznar forzaba la renuncia de Andrés Redondo, quien había sido elegido jefe provincial por aclamación de una emocionada multitud durante el funeral de su hermano Onésimo. Andrés fue sustituido por Dionisio Ridruejo[21]. La división entre falangistas y jonsistas se materializó dentro del grupo de mujeres por un comentario de Sanz Bachiller, que dijo: «Yo no siento esto de la Sección Femenina, esto de hacer política con mujeres solas.»[22]

Con objeto de hacer valer su autoridad sobre Mercedes Sanz Bachiller, Pilar visitó Valladolid el 9 de diciembre, acompañada de Manuel Hedilla, jefe provisional de la Falange. Poco después, el Auxilio de Invierno se incorporó formalmente al partido. En el I Consejo Nacional de la Sección Femenina, que tuvo lugar en Salamanca y Valladolid entre el 6 y el 9 de enero de 1937, Pilar Primo de Rivera anunció la creación de la Delegación Nacional de Auxilio de Invierno con ella misma de delegada nacional, y todas las jefes provinciales de la Sección Femenina como delegadas provinciales de Auxilio de Invierno. Aunque teóricamente quedaba bajo la jurisdicción de la Sección Femenina, Auxilio de Invierno era prácticamente independiente. A diferencia de la primera, esta última organización no era sólo de mujeres, y Martínez Bedoya —cuya relación con Mercedes Sanz Bachiller estaba convirtiéndose en algo más que colaboración política—, desempeñó un importante papel. Dada su amistad con Onésimo Redondo y su importancia en las Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalista, Bedoya era objeto de considerable recelo por parte de Pilar. Además, había dejado la Falange en enero de 1935, junto con Ramiro Ledesma Ramos, en protesta por el creciente poder de José Antonio[23].

Martínez Bedoya reaccionó rápidamente para contrarrestar la acertada intervención de Pilar ante Hedilla. El 10 de enero de 1937, un día después de la clausura del Consejo Nacional de la Sección Femenina, visitó a Hedilla en Salamanca acompañado de Mercedes Sanz. Su propósito era sustituir a Pilar por ésta como delegada nacional y que Auxilio de Invierno fuera transferido de la jurisdicción de la Sección Femenina para convertirse en una rama separada de la Delegación de Falange Española y de las JONS. Consciente de la hostilidad del clan Primo de Rivera hacia él, persuadió rápidamente a Hedilla de que el nuevo movimiento podría ser de gran valor si era controlado de manera directa por la Junta de Mando de Falange. Según Bedoya, Hedilla estuvo de acuerdo y le nombró secretario nacional de Auxilio de Invierno. Sin embargo, la considerable influencia ejercida por Pilar Primo de Rivera aseguró que Auxilio Social se mantuviera bajo la jurisdicción de la Sección Femenina[24]. En esa lucha por el poder y, de hecho, en el mantenimiento de su preeminencia sobre la Sección Femenina hasta su disolución después de la muerte de Franco, Pilar citaba las palabras de su hermano como textos religiosos. Su parentesco con José Antonio le dio legitimidad, y los escritos y los discursos de éste fueron elevados a la categoría de verdad fundamental. Todo indicaba que consideraba esta relación como una experiencia religiosa, como si su papel fuese una mezcla de María Magdalena y la Virgen María con respecto a Cristo/José Antonio.

La Falange fue decapitada con la ejecución de José Antonio Primo de Rivera el 20 de noviembre de 1936. Ante la posibilidad de una toma de poder por parte de Franco, se intensificaron las consiguientes rivalidades entre las tres principales facciones. Por un lado, existía el grupo radical fascista centrado en Manuel Hedilla. Luego, el grupo de monárquicos y católicos recién llegados, encantados de ver a toda la derecha unida bajo el liderazgo de Franco. Finalmente, hubo el grupo de familiares aristocráticos o amigos cercanos a José Antonio, conocidos como los legitimistas. Éstos habían aceptado la elección de Hedilla como jefe provisional sólo para mantener abierto el liderazgo hasta la vuelta de José Antonio Primo de Rivera. Ahora, conociendo la muerte de su fundador y la consiguiente amenaza de que el franquismo tomase el poder, su propósito era mantener vacante el puesto de jefe nacional hasta la llegada del amigo y albacea testamentario de José Antonio Primo de Rivera y secretario general de la Falange, Raimundo Fernández-Cuesta.

Con dos hermanos muertos, y el otro, Miguel, aún en una prisión republicana, Pilar adquirió considerable importancia como principal vínculo vivo con el fundador de la Falange. Esnobs sociales, ella y los otros legitimistas veían a los hedillistas como vulgares y proletarios. También le preocupaba que Hedilla pudiera ser fácilmente manipulado por Franco. Le visitó con frecuencia entre febrero y mediados de abril de 1937 y le dijo: «Ten cuidado, Hedilla. La Falange no debe ser entregada a Franco… ¡No la entregues!»[25] Serrano Suñer la calificó de sacerdotisa del grupo legitimista que solía reunirse en su casa, en la plazuela de San Julián, en Salamanca, donde mantenía viva la llama sagrada de la memoria de su hermano. Falangistas de toda la zona nacional pasaban por allí para recibir sus instrucciones o transmitirle sus quejas sobre el modo en que Franco incumplía el legado de José Antonio[26]. Pilar se granjeó la antipatía de Franco por su oposición a la bandera real roja y gualda y a la Marcha Real, y por distribuir un panfleto pidiendo la bandera rojinegra de la Falange y su himno, Cara al Sol, como himno nacional. Cuando al Caudillo le llegaban algunas de las cosas que se decían de él en el apartamento de Pilar, se ponía furioso[27].

En la segunda mitad de abril de 1937, en Salamanca, el Generalísimo unió la Falange y otras fuerzas derechistas de antes de la guerra en un nuevo partido único, la Falange Española Tradicionalista y de las JONS. Después de algunas dudas Pilar colaboró con Franco porque, como señaló finalmente, comprendió que éste «tenía razón y había que ganar la guerra». Sin embargo, durante la compleja batalla de poder por el control de la Falange, su papel era curiosamente ambiguo: se maquinaban planes para hacerse con el poder de la Falange por parte de los legitimistas, que contaban con su aprobación[28]. Sin embargo, en el maquiavélico escenario manejado por el cuartel general de Franco, los legitimistas fueron derrotados por el grupo más proletario de Manuel Hedilla. Franco anunció la creación del movimiento, la citada Falange Española Tradicionalista y de las JONS, que unificaba la Falange con los carlistas y otras fuerzas de la derecha. Al llegar a este punto, Hedilla supuso que si el Caudillo se convertía en jefe nacional visible, él sería la cabeza de hecho del partido único como secretario general. Por lo tanto, su grupo, con el apoyo de Pilar y los legitimistas, rechazó desempeñar el papel subordinado que le había asignado Franco. Por entonces, Pilar estaba de viaje por Galicia y León con Marichu de la Mora. Cuando llegaron a Salamanca, Hedilla visitó a Pilar, quien le culpó de la unificación y le instó a asegurarse de que los ideales de la Falange fuesen salvaguardados. Cuando a Hedilla no se le ofreció más que un puesto en la nueva ejecutiva de la recién unificada FET y de las JONS, la Junta Política, en oposición a la posición de liderazgo a que él aspiraba, Pilar le envió una nota pidiéndole que no aceptara. En sus memorias, sorprendentemente, ella se queja de que no sabía que su hermano hubiese muerto, por lo que contemplaba la unificación como algo prematuro. Hedilla rechazó el puesto y se vio envuelto en una abortada conspiración contra Franco, que le arrestó y condenó a muerte. Supuestamente para quedar bien con aquellos aún leales a Hedilla, Pilar intercedió ante Carmen Polo, esposa del Generalísimo, para asegurar la conmutación de la sentencia. Su gesto fue innecesario, dado que Serrano Suñer ya le había salvado la vida. Sus esfuerzos a favor de su primo político, José Luis de Arrese, fueron, en suma, más contundentes[29].

Inmediatamente terminada la lucha intestina en Salamanca, Mercedes Sanz y Javier Martínez Bedoya advirtieron que la posición de Pilar se había debilitado a causa de su actitud ambigua ante la unificación. Fueron a Salamanca, donde les recibió el capitán Ladislao López Bassa, oscura figura impuesta por Franco como secretario de FET y de las JONS para mantener un control vigilante sobre la política interna falangista. Primero le propusieron —y poco después lo hicieron a Ramón Serrano Suñer—, que el nombre de Auxilio de Invierno fuera cambiado por el de Auxilio Social y que la organización fuera una entidad separada dentro del nuevo partido único. La operación se llevó a cabo con éxito el 24 de mayo de 1937, con Bedoya como secretario general y Mercedes Sanz como delegada nacional, como parte de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, paralela y no subordinada a la Sección Femenina[30]. Los cambios relativos a Auxilio Social quizá fueran un castigo a Pilar por el papel poco claro que desempeñó durante las lóbregas maniobras del proceso de unificación. Se le pagó por apoyar al régimen prestándole su apellido, Primo de Rivera, con un puesto en el comité ejecutivo del nuevo partido unificado, su Junta Política, y también fue nombrada primer miembro del Consejo Nacional de FET y de las JONS creado por Franco el 19 de octubre de 1937. Sin embargo, era típico de Franco que Pilar fuera simultáneamente «castigada» con la consolidación del Auxilio Social y provista de una rival, Mercedes Sanz, para recordarle que podía ser expulsada en cualquier momento.

La Sección Femenina fue, probablemente, la única organización dentro de la Falange que permaneció tal y como había sido antes de la unificación. En parte porque como hermana de José Antonio, Pilar era intocable para el régimen mientras no se convirtiera en foco de oposición. De hecho, la sincera sumisión con que se dedicaba a adoctrinar a su propia organización hacía inverosímil tal probabilidad. No obstante, Franco y Serrano Suñer comprendieron pronto que necesitaban la garantía de legitimidad procedente del grupo de «camisas viejas» que pululaban en torno a Pilar. Se delegaron en Serrano Suñer las negociaciones con Pilar, Agustín Aznar, José Antonio Girón de Velasco, Fernando González Vélez y Dionisio Ridruejo. Con seductora astucia, así lo hizo Serrano en mayo y junio de 1937, convenciéndoles de que sólo colaborando con Franco había alguna posibilidad de realizar una importante parte del legado de José Antonio[31]. Convencidos de sus argumentos y, en cualquier caso, quizá buscando una figura masculina de autoridad que sustituyera a su padre y a su hermano, Pilar se puso de buena gana bajo la grey franquista. Por ello, puso su enorme autoridad como hermana de José Antonio al servicio de los esfuerzos de Franco por presentarse como el verdadero y legítimo sucesor de éste. Se liberó a los legitimistas aún encarcelados y se reservaron puestos clave —si bien simbólicos— para Pilar y Raimundo Fernández-Cuesta. Pilar alternó diligentemente falangistas y «margaritas» (carlistas) en todos los puestos más antiguos de delegadas nacionales, jefes provinciales y secretarias[32].

Pilar era consciente de que no podía luchar contra la autoridad de Franco por mucho que le doliese verle asumir el puesto de su hermano como jefe nacional. En cualquier caso, tuvo pocas dificultades en respetar la autoridad de un líder masculino que era, además, militar. Por otra parte, necesitaba del peso de la mayor autoridad de Franco para imponer la unidad en la otra vez creciente Sección Femenina. Como en toda la Falange, la incorporación de los carlistas, cuya organización femenina era conocida como «las margaritas», requirió considerable esfuerzo y energía por parte de Pilar. Fue una tarea que llevó a cabo con firme obstinación, determinada como estaba a presidir la expansión, y no la disminución, del legado de su hermano[33]. Al mismo tiempo, la rivalidad entre Mercedes Sanz y Pilar permanecía latente y estallaba al primer signo de debilidad del bando contrario. El concepto de Mercedes Sanz de Auxilio Social, inspirado por una extravagante e idealizada noción del papel de la mujer en la Alemania nazi, predicaba la movilización de las de su sexo. Las ideas de Pilar reflejaban las de su hermano, más influenciadas por el fascismo italiano que por el nazismo y, en realidad, más aún por las aristocráticas tradiciones de caridad. El trabajo vital de Pilar tendía más bien a instar a las mujeres a que regresaran al hogar.

Sin embargo, en 1937, las circunstancias bélicas favorecieron a Mercedes Sanz. Aparte de los comedores originales, había necesidad de mayores esfuerzos a medida que las principales ciudades eran ocupadas. La magnitud de la gran dislocación social ocasionada por la guerra superaba la capacidad de la Sección Femenina. Para disgusto de Pilar, aumentó sustancialmente el número de tareas confiadas a Auxilio Social. Temerosos de que el entusiasmo de los voluntarios decayera, sobre todo después de la contienda, Martínez Bedoya y Mercedes Sanz empezaron a desarrollar la idea de un equivalente femenino al reclutamiento militar con el fin de cubrir los puestos necesarios para los servicios que ofrecían. A principios de otoño, Mercedes Sanz visitó a Franco con la intención de convencerle de la necesidad de tal servicio. El 11 de octubre de 1937 se creó el Servicio Social de la Mujer, bajo los auspicios del Auxilio Social. Éste reclutó a mujeres, que así prestaban sus servicios durante la guerra. Aunque en teoría se trataba de un servicio voluntario, era obligatorio cuando cualquier mujer aspiraba a un empleo en el servicio civil o a trabajar como maestra, si quería adquirir cualificación profesional en cualquier institución educativa y para obtener un pasaporte o el permiso de conducir. Había pocas excepciones: monjas, viudas o mujeres casadas con niños, la mayor de ocho hermanas solteras o mujeres que hubieran perdido a sus familias a manos de la izquierda durante la guerra civil española. Tales condiciones aseguraban que el Servicio Social fuese capaz de ejercer un alto grado de control social[34].

Pilar, que decidió utilizar su influencia para recuperar el terreno perdido, se resintió amargamente de este triunfo de Mercedes Sanz. Como último recurso, el pacto tácitamente concertado entre Pilar y Franco, favorecía significativamente al Caudillo. Sin embargo, su capitulación ante éste supuso también varios beneficios para ella, aunque, a diferencia de muchos jerarcas franquistas, nunca sacó provecho material de su situación, llevando una vida de gran sencillez y austeridad. La Sección Femenina y su tertulia constituían para Franco una inofensiva válvula de escape para aquellos «camisas viejas» decididos a mantener vivo el recuerdo de José Antonio. La negociación se llevó a cabo en el II Consejo Nacional de la Sección Femenina, llevado a cabo en Segovia y Ávila del 15 al 23 de enero de 1938. Se abrazó con entusiasmo la unificación, declarando que sólo el Ejército y Falange Española Tradicionalista y de las JONS tendrían algo que decir sobre los destinos de la patria. Aparte de afirmar el indiscutible liderazgo de Franco en términos de adoración religiosa, Pilar presentó los objetivos de la posguerra de la Sección Femenina: recogiendo la propia noción del Caudillo de que la guerra civil era meramente el primer paso hacia la regeneración nacional y el preludio a la grandeza imperial, dejó claro que las mujeres españolas iban a dotar al imperio de la infraestructura necesaria. Con su finura habitual, evitó que llegaran a hacerse más declaraciones al estilo nazi de Auxilio Social de que las mujeres españolas debían convertirse en «madres fuertes y prolíficas que nos den hijos sanos y abundantes con que llevar a cabo los deseos de imperio de la juventud que ha muerto en la guerra». Pilar exhortó a las mujeres a que fuesen lo más femeninas posible. Ni se planteaba que se vistieran de hombres o que asumieran las funciones de éstos, y menos aún aquéllas que estaban en primera línea del frente[35].

La capacidad de Pilar para una devoción desinteresada hacia una figura masculina se centró aún más en el general Franco. El 20 de noviembre de 1938, tuvo lugar en la catedral de Burgos el primer réquiem oficial por José Antonio Primo de Rivera. Pilar acompañó a Franco. El perturbado franquista Ernesto Giménez Caballero, dijo en Radio Nacional:

¡Qué bella estaba! Parecía translúcida. Con una belleza interior, alabastrina y transparente. Sin llorar. Sometida con resignación beatífica al trágico destino de su estirpe. Esta estirpe de los Primo de Rivera, creada por Dios para servir a su mayor gloria y a la mayor lealtad de España. Yo vi a Pilar volver de vez en cuando sus ojos extáticos hacia la figura del General como si en aquel momento viera en el General la figura de su propio padre, la figura de su propio hermano.

Por su legitimización de la posición de Franco dentro de la Falange, estaba socavando, efectivamente, la posibilidad de una oposición falangista al Caudillo[36]. Es difícil valorar si lo hizo por candidez, por un deseo básico de supervivencia o porque creía en Ramón Serrano Suñer, quien, regular y elocuentemente, presentaba el compromiso falangista con Franco como un camino pragmáticamente alternativo para salvar al menos una parte del legado de José Antonio. Sea cual fuere la razón, más tarde aceptó con entusiasmo el papel de vestal virgen encargada de mantener vivo el recuerdo de su hermano. Su retórica se centraba en la necesidad de cumplir su legado, pero, de hecho, ella ya había pasado a formar parte de la maquinaria por la cual las tendencias radicales de la Falange fueron domesticadas y el partido se convirtió, sencillamente, en un instrumento para la regimentación burocrática de la vida española por parte de Franco. A este respecto, estaba curiosamente cercana a Raimundo Fernández-Cuesta, uno de los albaceas testamentarios de José Antonio y el más dócil de los francofalangistas que ayudaron a domesticar la Falange. La influencia de Pilar tuvo algo que ver con su nombramiento como secretario general del Movimiento en el primer gabinete de Franco el 1 de febrero de 1938. Su cariño por Fernández Cuesta parece emanar del hecho de que el propio José Antonio le había nombrado para la primera Junta de Mando y que había sido arrestado con él el 14 de marzo de 1936[37]. Posteriormente, pujó por la candidatura de su primo político, José Luis de Arrese, para que fuera secretario general del Movimiento[38]. Sin embargo, su devoción por Franco rivalizaba con su dedicación a la memoria de su hermano. En un discurso en el VIII Consejo Nacional de la Sección Femenina, que tuvo lugar a principios de 1944 en el monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, en la provincia de Cáceres, conminó a sus compañeras a rezar a la Virgen de Guadalupe para «pedirle protección especial para el Caudillo, nuestro señor en la Tierra, que sabe dirigir nuestros pasos en esta época en que quizá y por obra suya suena otra vez para España el anuncio de la gloria[39]».

Durante la guerra civil Pilar trabajó infatigablemente para la consolidación de la Sección Femenina, sobre todo en las zonas recientemente conquistadas. La Sección Femenina creció y consiguió alrededor de ochocientas mil afiliadas. La propia Pilar se lanzó a la organización de éstas para la confección de uniformes y recolectar cigarrillos y comida para las tropas. Hay que decir en su favor que se opuso a la política franquista de aniquilación total del enemigo, y que en este sentido intentó impedir represalias contra viudas de militantes republicanos. Visitó ocasionalmente el frente de guerra y viajó por España con Marichu de la Mora y, más tarde, con su sustituta como secretaria nacional, Syra Manteola[40]. Detrás de las actividades públicas, la lucha por el poder con Mercedes Sanz Bachiller dio que hablar durante la guerra y continuó después del fin de las hostilidades. Auxilio Social creció al acabar la contienda, pero una serie de errores políticos acabó con la organización, que fue puesta bajo la jurisdicción de la Jefatura de Servicios de Beneficencia, que formaba parte del Ministerio del Interior. Instalada en Valladolid, su principal función era reconstruir algún tipo de infraestructura social en las ciudades capturadas. Por consiguiente, en lugar de ser financiada por la caridad y las colectas callejeras, Auxilio Social se convirtió en una carga más para los presupuestos estatales. En febrero de 1938, el ministro Ramón Serrano Suñer había nombrado a Javier Martínez Bedoya jefe del departamento —lo que consolidaba significativamente la posición de Mercedes Sanz—. Al acabar la guerra, tanto la Dirección General de Beneficencia como Auxilio Social se trasladaron a Madrid. La tarea que debían realizar en grandes ciudades como Barcelona y Madrid era monumental: tenían que hacer frente a masas hambrientas, refugiados, personas sin hogar, familias rotas y niños huérfanos. Como Auxilio Social crecía, los celos en el seno de la Falange se intensificaron. A finales de la guerra civil, por ejemplo, el amigo y aliado de Pilar, Raimundo Fernández-Cuesta, ministro-secretario de la Falange, humilló a Mercedes Sanz Bachiller cuando malogró sus planes de trasladar Auxilio Social a Alcalá, 44, en Madrid, al requisar el edificio como cuartel general de Falange Española Tradicionalista y de las JONS[41].

Durante 1939, las rivalidades dentro de la Falange se hicieron cada vez más intensas. Javier Martínez Bedoya desaprovechó las ventajas de su posición al ofender a Serrano Suñer, eminencia gris de Franco y ministro del Interior. El 26 de julio, éste había sugerido que Martínez Bedoya fuera nombrado ministro de Trabajo en una próxima reorganización del gabinete. Sin embargo, a su nombramiento se opusieron tanto monárquicos como el legitimista grupo de Falange, liderado por Pilar y Miguel Primo de Rivera. Ya que Raimundo Fernández Cuesta había sido sustituido por el general Agustín Muñoz Grandes como ministro-secretario de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, los legitimistas se quejaban ante la perspectiva de ver a un jonsista como el único representante en el gobierno de la vieja Falange. Al mismo tiempo, el jefe del Estado Mayor, el general Juan Vigón, le dijo a Franco que incluir a Martínez Bedoya, un no combatiente de veinticuatro años, en «el gobierno de la Victoria», provocaría comentarios adversos en los círculos militares. Por lo tanto, no se le dio el ansiado ministerio ni la subsecretaría de éste, que se le había ofrecido como consolación. En unas circunstancias extremadamente complejas, Martínez Bedoya, furioso, escribió a Serrano Suñer, dimitiendo de sus cargos como director general de Beneficencia y miembro del Consejo Nacional de FET y de las JONS. También denunció a la ligera el nuevo gabinete como «un triunfo de la CEDA», es decir, de los viejos conservadores, de la clase dirigente católica, lo que era un grave insulto para Serrano Suñer, que había sido diputado parlamentario por aquélla[42].

Martínez Bedoya hizo el juego al grupo de simpatizantes de Pilar Primo de Rivera, que estaba alerta a cualquier oportunidad para ganar terreno a su rival. Martínez Bedoya dio un nuevo rehén al destino cuando, al final de la guerra, le propuso matrimonio a Mercedes Sanz Bachiller. Ella dudó, temerosa del escándalo que provocaría «la boda de la viuda de un héroe de la cruzada, recién terminada la guerra[43]». Se casaron el 3 de noviembre de 1939. Con ello, Bedoya «violaba un mito», en palabras de Dionisio Ridruejo. Dentro del sistema de valores de la época, daba mucho que hablar el contraste entre la virginal dedicación de la hermana de José Antonio Primo de Rivera y la carnal debilidad de la viuda de Onésimo Redondo. El momento elegido no pudo ser más desafortunado para Bedoya y Sanz. Las noticias de su boda fueron del conocimiento público mientras se llevaban a cabo los masivos preparativos para la conmemoración del tercer aniversario de la ejecución de José Antonio Primo de Rivera por los republicanos el 20 de noviembre de 1936. En una operación perfectamente planificada y ampliamente divulgada, una procesión de antorchas escoltó durante diez días y diez noches los restos mortales de José Antonio, exhumados en Alicante para, tras un viaje de quinientos kilómetros, enterrarlos de nuevo con plenos honores militares en El Escorial, lugar de descanso de los reyes y reinas de España. Una reverencial atmósfera de heroísmo, que revivió muchas pasiones de la guerra civil, constituyó el perfecto contexto para una campaña de chismorreos e insinuaciones contra Mercedes Sanz. Y dio sus frutos el 21 de diciembre de 1939, cuando Serrano Suñer, ansioso de asegurarse el apoyo del clan Primo de Rivera como legítimo sucesor de José Antonio, atacó todas las bases de Auxilio Social en el discurso de clausura de su congreso. Las amplias y radicales pretensiones de Auxilio Social —y, especialmente, su objetivo de proporcionar facilidades de guarderías para las madres trabajadoras—, habían provocado no sólo los celos de Pilar Primo de Rivera y la Sección Femenina, sino del sistema caritativo tradicional, incluyendo a la jerarquía católica. El 28 de diciembre de 1939, Franco subordinó definitivamente el Servicio Social de la Mujer a la Sección Femenina. El 9 de mayo de 1940, Mercedes Sanz fue sustituida como delegada nacional de Auxilio Social por un hombre, Manuel Martínez de Tena[44]. Esto constituía una victoria para Pilar y los legitimistas de la Falange. Sin embargo, la principal motivación del régimen era enteramente práctica y en concordancia con sus tendencias conservadoras: se iba a movilizar a las mujeres para que retornaran a los hogares después de la emancipación implícita de su participación en la guerra. Tras conocer algo de igualdad, la vuelta al papel de ama de casa cuajaba mejor con las ideas de Pilar que con el retórico radicalismo social de Mercedes Sanz[45].

Acabada la guerra, el 30 de mayo de 1939 Franco y Pilar Primo de Rivera se dirigieron en Medina del Campo a unos diez mil afiliados de la Sección Femenina, cuando se le cedió formalmente a la organización el castillo de la Mota, el de Isabel la Católica, cerca de Medina del Campo, cuya larga restauración Pilar supervisó cuidadosamente. De hecho, el tono de arquitectura franquista lo dio Pedro Muguruza, que también desempeñó un papel crucial en la construcción del Valle de los Caídos. Pilar anunció a las mujeres reunidas, que habían participado plenamente en los esfuerzos bélicos como enfermeras y personal auxiliar cerca del frente de guerra, así como en la reconstrucción social en horribles circunstancias, que debían retornar a su sumisa posición de amas de casa. Anunció asimismo que «la única misión asignada a las mujeres en las tareas de la patria es el hogar. Por lo tanto, ahora, en tiempos de paz, ampliaremos la labor iniciada en nuestras escuelas de formación para hacer una vida familiar tan agradable para los hombres, que dentro del hogar encontrarán todo lo que previamente faltaba y así, no necesitarán buscarlo en tabernas o clubs». Es casi como si intentara enderezar las deficiencias de su propia familia, en la que puede imaginarse que los miembros —militares— no estaban locamente enamorados de sus mujeres o estrechamente vinculados al mundo doméstico. Fue pues un movimiento comprometido en producir mujeres silenciosas y siervas obedientes, así como hombres aislados del contacto con sus semejantes y, por tanto, de la discusión política y los vínculos de solidaridad, y que encajaba bien con la ideología del nuevo régimen. Para Franco, la función de la Sección Femenina era «rendir homenaje a nuestras tropas y al Ejército de la Victoria[46]». En general, la actitud de Pilar Primo de Rivera hacia los hombres de la Falange era respetuosa: «La guerra era para los hombres y las mujeres estaban para ayudar a los hombres.»[47]

Aunque Pilar era demasiado tímida para ser una buena oradora[48], pronunció numerosos discursos, en los que dejó claro que el activismo de la Sección Femenina cesaría tan pronto como acabara la guerra. Efectivamente, abrazó en todos los aspectos la noción de sumisión de las mujeres hacia los hombres. El símbolo de la Sección Femenina era la letra Y, y su principal condecoración una medalla con la forma de ésta, de oro, plata o esmalte rojo, según el grado de heroísmo o sacrificio que se premiaba. La Y era la primera letra del nombre de Isabel de Castilla, tal como se escribía en el siglo XV. Y era también la primera letra de la palabra «yugo», elemento que formaba parte, junto con las flechas, del emblema falangista. Esas connotaciones específicas de un glorioso pasado imperial y otras más generalizadas de servidumbre, así como de unidad, constituían una elección significativa cargada de simbolismo[49]. En el III Consejo Nacional, reunido en Zamora en 1939, Pilar afirmó que la Falange había transformado a sus afiliadas femeninas «de frívolas e insustanciales que éramos antes, nos hizo darnos cuenta de que podíamos servir de algo». Declaró que el papel de las mujeres era, meramente, el de ayudar a los hombres a hacer la revolución falangista. Por lo tanto, las mujeres debían retornar al seno de la familia y retirarse del papel público impuesto por la guerra. En cambio, podían enseñar a sus congéneres falangistas cómo inculcar a sus hijos las ideas de José Antonio Primo de Rivera[50].

Dos años más tarde, en el V Consejo Nacional, en Barcelona, Pilar se definió claramente cuando dijo que la labor de la Sección Femenina debía ser callada y completamente subordinada a los hombres de la Falange: «Las Secciones Femeninas respecto a sus jefes tienen que tener una actitud de obediencia y subordinación absoluta. Como es siempre el papel de la mujer en la vida, de sumisión al hombre.»[51] Este mensaje se intensificó con los años. En Oviedo, en 1949, declaró que quienes, como ella, se habían visto obligados a tomar parte en la vida pública «hemos añorado la dulce paz de un hogar apacible», que «nos quitaría la tortura de tener que someter de continuo nuestra timidez al rubor de las exhibiciones». Por esta razón, en las escuelas de la Sección Femenina se insistía en los arreglos florales y se enseñaba a las mujeres a hablar en voz baja y a no interrumpir jamás una conversación[52]. Veinte años más tarde, escribió: «El hombre es el rey; la mujer, los niños, las ayudas, los necesarios complementos para que el hombre alcance su plenitud.»[53]

En el período de la posguerra, Pilar Primo de Rivera se encargó felizmente de justificar la relegación de las mujeres al papel y el estatus tradicionales. Dentro del marco legal de la Ley del Código Civil de 1889, que mantenía la incapacidad de las mujeres para tomar decisiones por su cuenta sin el permiso de sus maridos, padres o hermanos, abogó por la obediencia y la subordinación femeninas. Con Pilar a la cabeza, la Sección Femenina proporcionaba una ideología práctica a las mujeres, apoyando no sólo su exclusión de la política, sino adiestrándolas también en prudentes hábitos domésticos apropiados para tiempos de austeridad y racionamiento[54]. Después de la guerra civil España estaba exhausta. Los racionamientos de comida, gasóleo y bienes domésticos de cualquier tipo se intensificaron dramáticamente con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Las consiguientes privaciones convirtieron los quehaceres domésticos en algo básico. Al mismo tiempo, la ideología del régimen, profundamente influenciada por el conservadurismo católico, aseguró la imposición de normas sociales que eran el extremo más alejado de la igualdad que había provocado la guerra. Por lo tanto, una organización que predicaba tanto la sumisión social de las mujeres e impartía clases prácticas de cocina, costura y demás tareas domésticas, estaba proporcionando métodos de control social que garantizaban el buen funcionamiento del régimen. En su primera circular a la Sección Femenina después de la guerra, Pilar escribió: «Pero ahora viene la labor callada, continua, que no nos traerá más compensación que el pensar cómo gracias a la Falange las mujeres van a ser más limpias, los niños más sanos, los pueblos más alegres y las casas más claras.»[55] Franco estaba encantado de contar con tales esfuerzos dedicados a establecer la hegemonía de sus ideas en tantos hogares españoles[56]. Además, como consecuencia de una guerra que había causado cientos de miles de muertos, sobre todo entre hombres en edad casadera, era de considerable utilidad social una organización de masas que demandaba el estado de soltería como requisito para afiliarse[57]. Efectivamente, la Sección Femenina proporcionaba rudimentarios servicios sociales básicos con una labor voluntaria extremadamente barata. Como consecuencia de una guerra amargamente divisoria, estos elementales servicios contribuyeron significativamente a la legitimización del nuevo Estado. Esto se dio particularmente en el caso de las clases medias y bajas rurales católicas que habían apoyado el esfuerzo bélico franquista[58].

Durante la Segunda Guerra Mundial, Pilar se vio envuelta en la lucha por el poder que se llevaba a cabo dentro del régimen entre sectores de la Falange y los militares. Al principio, Pilar estaba alineada con Serrano Suñer, pero cuando la estrella de éste empezó a declinar, bien por debilidad o por cinismo se puso al lado de Franco. El 1 de mayo de 1941, Serrano Suñer había provocado las sospechas del Caudillo por su intento de crear una prensa falangista independiente, libre de toda censura salvo la ejercida por su propia Delegación Nacional de Prensa y Propaganda de Falange Española Tradicionalista y de las JONS[59]. Al día siguiente, Serrano Suñer pronunció un violento discurso en Mota del Cuervo, pidiendo poder total para una Falange firmemente unida, lo que fue visto tanto por Mussolini y Ciano como el equivalente a las propias declaraciones del Duce anunciando el comienzo de su dictadura, el día 3 de enero de 1925[60]. El asalto al poder se intensificó cuando Serrano Suñer sugirió a Franco que la representación falangista en el gabinete debía ser incrementada con la creación de un Ministerio de Trabajo para el joven fanático vallisoletano José Antonio Girón de Velasco. Franco apenas podía ignorar lo que parecía un intento de Serrano Suñer para obtener más poder para la Falange y para dar a ésta una línea más claramente fascista y menos burocrática. Franco estaba de acuerdo con el ascenso de Girón, pero también tomó otras medidas para contrarrestar las ambiciones falangistas, nombrando a su subsecretario de la Presidencia, coronel Valentín Galarza, para que ocupara el Ministerio del Interior, que anteriormente había estado bajo la influencia de Serrano Suñer a través de su subsecretario, José Lorente Sanz. Otro de los hombres de Serrano Suñer, José Finat, conde de Mayalde, fue destituido como director general de Seguridad. Galarza también rescindió el decreto que dispensaba a la prensa falangista de la censura[61].

Un grupo de máximos falangistas, incluyendo a Serrano Suñer, Dionisio Ridruejo, José Antonio Girón, José Luis de Arrese, Antonio Tovar, Miguel y Pilar Primo de Rivera, se reunieron en casa de la tía Ma, María Jesús, la hermana del general Primo de Rivera, que había criado a Pilar. Decidieron luchar otra vez contra el aparente triunfo del campo militar. Franco recibió una carta de Miguel Primo de Rivera en la que éste dimitía de sus cargos de gobernador civil y jefe provincial de la Falange en Madrid. Iba acompañada de otra de Pilar, que había dado, con firma pero sin fecha, a Serrano Suñer para que se la entregara a Franco cuando mejor lo creyera. Ambos justificaban sus dimisiones explicando el modo en que se incumplía el legado de José Antonio —implícita crítica de los tradicionalistas militares que se oponían a la fascistización del régimen—. «En conciencia no puedo —escribió— continuar colaborando en algo que hacemos creer a la gente que es la Falange, pero que en realidad no lo es». Asegurando que seguía las instrucciones de José Antonio desde su tumba en El Escorial, alegó que sólo la Sección Femenina estaba llevando a cabo la misión real de la Falange. En la carta, cuyo contenido reflejaba los puntos de vista de Serrano Suñer, se lamentaba también de la falta de falangistas en puestos clave dentro del aparato estatal. Escribió a Franco en términos profundamente respetuosos y dejó la puerta abierta para una posterior reconciliación, lamentando tener que dejar el casi reconstruido castillo de la Mota. Y terminaba diciendo: «Si algún día V. E. me necesita nuevamente para el servicio de la Falange, siempre me encontrará dispuesta a trabajar, con el mismo entusiasmo que hasta ahora por conservar esta doctrina que tantos han defendido con el heroico sacrificio de su propia vida.»[62] Después de la ola de dimisiones, una polémica salvaje se organizó en la prensa del régimen, que culminó con la dimisión de los hombres de Serrano Suñer a cargo de Prensa y Propaganda en el Ministerio del Interior. En protesta, los seguidores de Serrano Suñer presentaron la dimisión: Girón, que acababa de ser nombrado ministro de Trabajo, el 5 de mayo, José Luis de Arrese como gobernador civil de Málaga y el propio Serrano Suñer como ministro de Asuntos Exteriores[63].

Hubo luchas entre la policía y los falangistas, y la hostilidad entre los militares y la Falange llegó a su punto culminante. En León se produjeron enfrentamientos con resultado de muertes. Por sugerencia del general Antonio Barroso, Franco llegó a acuerdos separados con Arrese, Girón, Miguel y Pilar Primo de Rivera[64]. La crisis se resolvió al fin con una serie de cambios en el gabinete, que debilitaban significativamente la posición de Serrano Suñer. Éste había dimitido confiando en que le apoyarían aquellos miembros de la Falange que pensaban, como él, que había llegado la hora de exigir que se cumpliera el legado de José Antonio Primo de Rivera. Hasta más tarde, no descubrió que muchos de sus «amigos» se habían entrevistado en secreto con Franco y que habían aceptado puestos relevantes. Cayó en la cuenta de ello pasado un tiempo, y retiró su dimisión. En el reorganizado gabinete del 19 de mayo, se nombraron dos ministros falangistas adicionales: Miguel Primo de Rivera a la cabeza de la cartera de Agricultura y José Luis de Arrese como ministro-secretario de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, mientras Girón seguía como ministro de Trabajo. Encantada con los tres nombramientos, Pilar se sometió de buena gana a la insistencia de Franco de que, en tales momentos de dificultad para España, debía seguir siendo jefe nacional de la Sección Femenina[65]. Sólo los amigos fieles a Serrano Suñer perdieron sus puestos. Por entonces, el aumento de la representación falangista en el gabinete parecía un triunfo de Serrano[66]. El comportamiento de Pilar y Miguel, así como el de Arrese y Girón, había mostrado al Generalísimo que la Falange podía ser comprada a bajo precio[67]. Sus ascensos no representaban, como muchos pensaron entonces, una victoria para Serrano Suñer, sino más bien la consolidación del propio poder de Franco sobre un ambicioso sector de la Falange. Queda poca duda acerca de que, en reconocimiento de esto, en junio de 1942 Serrano Suñer lanzó de nuevo a Mercedes Sanz a la arena política, dándole un puesto en la junta del Instituto Nacional de Previsión, el cuerpo responsable de la escasa provisión de seguridad social que podía encontrarse en la España de Franco[68].

Escasamente un año después de la gran lucha por el poder, Franco entregó formalmente el ahora restaurado castillo de la Mota a la Sección Femenina el 29 de mayo de 1942. Su discurso le identificaba con la España de Isabel la Católica: «Lo mismo que nosotros recibimos España, en forma similar la recibió Isabel de Castilla, dividida y enfrentada en luchas mezquinas», y, para lo que llamó su propia «época de fundación», encomendó su «política totalitaria y racista» a las mujeres de la Sección Femenina para que se expandieran por los cuatro puntos cardinales de España[69]. Pilar escribió una obsequiosa carta de gratitud al Caudillo:

Mi General: Después de la inauguración del Castillo, quiero darle otra vez las gracias por habernos entregado para formar a nuestros mandos una escuela tan maravillosa. Yo le aseguro que en este ambiente aprenderán de verdad las camaradas el honroso servicio de España, de la Falange y de su Jefe Nacional y no olvidarán a quien tan generosamente ha hecho posible su formación. Respetuosamente le saluda brazo en alto y queda a sus órdenes[70].

El castillo de la Mota se convirtió en el cuartel general espiritual de la Sección Femenina, así como en su principal escuela de mandos. En su diseño interior y en su mobiliario, el castillo era como un convento medieval: el comedor parecía un refectorio monástico y la rutina diaria se desenvolvía en torno a los servicios religiosos.

La diferencia era que Pilar estaba preparando a sus monjas para una vida de servicio a José Antonio. La Sección Femenina obtuvo el monopolio de publicación de las obras completas de éste; cada miembro llevaba una copia y se remitía a ella como si de la Biblia se tratara. La Sección Femenina había desempeñado un importante papel en la cuidadosamente planificada procesión de antorchas que en noviembre de 1939 había acompañado los restos mortales de José Antonio desde su tumba en Alicante hasta El Escorial. Miembros de la Sección Femenina, incluyendo a la propia Pilar, bordaron los hábitos que se utilizaron en las iglesias durante el recorrido y el manto de terciopelo negro que cubría el féretro. Las mujeres de la organización se llamaban a sí mismas «las novias de José Antonio» y, evidentemente, había una curiosa combinación de fervor religioso y sexual en el culto al ausente. Pilar ayudó a allanar el camino de Franco hacia el poder absoluto, convirtiéndose en la matriarca del partido y, en palabras de Serrano Suñer, el arquitecto del Estado nacional-sindicalista de Franco: «La sacerdotisa de la memoria y el pensamiento de su hermano ausente». El intelectual falangista Pedro Laín Entralgo dijo de ella: «Por debajo y por dentro de su trato cordial y fino, como infantilmente desmañado, a veces, encendía sin llama visible su conciencia de ser la máxima y más autorizada representante de su hermano, el añorado y esperado “Ausente”[71]». También había una fuerte dimensión católica en la rutina diaria de la Sección Femenina. En gran parte se debía a la influencia sobre Pilar del monje benedictino fray Justo Pérez de Urbel, a quien había conocido en Burgos en 1938[72].

Durante y después de la guerra civil, Pilar fue activa propagandista, dentro del país y en el extranjero, del fascismo español, haciendo viajes con regularidad y entrevistándose con Mussolini, Salazar y Hitler[73]. En la primavera de 1938, había nombrado a dos adeptos al nazismo en puestos importantes: Clarita Staufer como jefe adjunto de la Sección Femenina de Prensa y Propaganda, y Carmen Werner como regidora central de la Organización de las Juventudes. En abril de 1938, su primera visita al Tercer Reich fue patrocinada por la Auslandorganization, el equivalente en Berlín de la Falange, y el Iberoamerikanisches Institut, la operación de propaganda nazi dirigida al mundo ibérico[74]. El Duce la recibió en octubre de 1938, obsequiándole un retrato autografiado. Después de una visita a Portugal para inspeccionar la Organización Portuguesa de Madres y Juventudes Femeninas, pidió por escrito un retrato firmado de Antonio Oliveira Salazar[75]. En otoño de 1942 encabezó la delegación española en el I Congreso de las Juventudes Europeas, organizado por los nazis en Viena. Abogó por una dimensión más espiritual y católica del fascismo, postura completamente acorde con el tono monástico que reinaba en el castillo de la Mota[76]. Con ocasión del encuentro con Hitler, en septiembre de 1941, le regaló a éste una espada de Toledo[77].

Este último encuentro provocó una aberrante especulación en la febril imaginación de Ernesto Giménez Caballero, padre del surrealismo español y maniático franquista, que ideó un grotesco plan para emparejarla con el Führer. Tal fantasía erótica estaba destinada a asegurarle a España una mejor posición en el nuevo orden del mundo fascista que él esperaba de la victoria de Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Su plan era crear una nueva dinastía que garantizase la perpetuación del nuevo orden, mitigando la severidad teutónica con la calidez mediterránea. Había hablado con Franco y también había informado de su plan a Edith Faupel, esposa del general Faupel, antiguo embajador alemán en la España de Franco durante la guerra civil y ahora jefe del Iberoamerikanisches Institut. El plan era ponerse en contacto con Hitler a través de Magda Goebbels. Se presentó la oportunidad cuando fue invitado a Weimar como representante español del Congreso de la Federación Europea de Escritores (Europäische Schriftsteller Vereinigung), organismo títere de los nazis, organizado por Goebbels entre el 23 y el 26 de octubre de 1941. Allí se encontró con Magda Goebbels, a quien le había comentado sus ideas para latinizar a Hitler. Más tarde, volvió a Madrid e informó de ello tanto a Franco como al nuncio papal.

Giménez Caballero regresó a Alemania en diciembre, y se llevó con él un capote de luces como regalo de Navidad para el ministro nazi de Propaganda e Información Popular. El 23 de diciembre de 1941 fue invitado a cenar en casa de Goebbels. El ágape fue precedido por una estrafalaria escena en la que el torpe surrealista enseñó al lisiado Goebbels cómo usar el capote. Cuando la cena tocaba a su fin, Goebbels fue requerido para una urgente reunión con Hitler. Magda Goebbels llevó a Giménez Caballero a un pequeño salón donde, ante una chimenea, le ofreció una copa de brandy. Alentados sus deseos por el seductor comportamiento de la escultural Magda, le resumió su plan con todo lujo de detalles, calificando a Pilar como la candidata ideal «debido a la pureza de su sangre, su profunda fe católica y porque traería con ella toda la juventud española». Por desgracia, Magda Goebbels tenía malas noticias: en octubre había informado del plan a su marido, quien había respondido que no era factible porque Hitler había recibido una herida de bala en los genitales durante la Primera Guerra Mundial[78].

De regreso en Madrid, Giménez Caballero informó a Franco de la suerte de la misión que él mismo se había encomendado. No tenemos constancia de la reacción del Caudillo, aunque Giménez Caballero nos diga que «Franco entendió». Giménez Caballero se encargó de hablar con sus contactos eclesiásticos e incluso con Antón Sáenz de Heredia, tío de José Antonio y de Pilar Primo de Rivera[79]. Sólo tiempo después, la propia Pilar fue informada de su «destino». Con su inocencia y humildad características, respondió que «me he enterado hace poco por el propio Giménez Caballero, a quien agradezco, de todas maneras, que confiase tanto en mí. Pero lo cierto es que yo no me enteré jamás de semejante proyecto, ni hubiera consentido en ello, entre otras cosas porque nunca me sentí depositaria de tan importante misión y, además, porque mi vida privada era sólo mía[80]».

Por esa época, Pilar tenía treinta y cuatro años. De hecho, nunca se casó, aunque hubo esporádicas especulaciones sobre posibles pretendientes, entre quienes se contaban el capitán naval Pedro Nieto Antúnez y el hermano del primer ministro de Industria de Franco, Juan Antonio Suanzes. Fue brevemente cortejada por Javier Conde, ideólogo del régimen e inventor del equivalente franquista del Führerprinzip, o teoría del caudillaje. Incluso la acompañó en su primera visita a la Alemania nazi[81]. También se chismorreó sobre una posible relación con Dionisio Ridruejo, el atractivo poeta falangista con quien mantenía una cálida amistad[82]. Sin embargo, la explicación oficial era que estaba demasiado ocupada como para dedicar tiempo a los hombres[83]. Es difícil adivinar dónde residía la sexualidad de Pilar. Todo lo que se sabe de su vida pública sugería una huida de la responsabilidad sexual adulta como respuesta a la muerte de su madre. Verdaderamente, la devoción al recuerdo de su hermano dejó poco espacio para hombres reales.

También corrían rumores de lesbianismo, tanto sobre Pilar en particular como sobre la Sección Femenina en general. No debían de ser más que fruto de la misoginia típica de una sociedad agresivamente masculina. Serrano Suñer, por ejemplo, hizo comentarios burlones acerca del provocador aire de marimachos del personal de Pilar[84]. En 1939, ya en el exilio, Constancia de la Mora, feminista y esposa del jefe republicano de aviación Ignacio Hidalgo de Cisneros, explicó amargamente a Herbert Southworth, que estaba convencida de que su hermana Marichu mantenía una relación lésbica con Pilar Primo de Rivera. Es cierto que eran muy buenas amigas, pero no hay razón para creer que su amistad fuese algo más. Marichu fue, durante un tiempo, secretaria privada de Pilar y miembro destacado de la jerarquía de la Sección Femenina. La acusación puede deberse, sencillamente, al hecho de que Constancia sentía considerable hostilidad hacia su hermana debido a su orientación política radicalmente distinta. De hecho, tres años antes, en 1936, supuso que Marichu, infelizmente casada, se había unido a la Falange porque estaba loca perdida por José Antonio Primo de Rivera[85].

Dedicada en cuerpo y alma a la organización, Pilar hizo pocas concesiones a su vida personal y social. Durante la guerra, siguió los progresos del Eje con ávido interés, dejando de lado la tradición anglófila de su familia. Según su opinión, los rusos eran los responsables de la muerte de sus hermanos. Por lo tanto, se mostró abiertamente a favor del envío, en el verano de 1941, de una fuerza de voluntarios, la División Azul, para luchar en el frente del Este. Ochenta y cuatro mujeres de la Sección Femenina acompañaron a las tropas españolas como enfermeras, secretarias y personal auxiliar. En España, Pilar ordenó a las afiliadas de la Sección Femenina que ocuparan los puestos dejados por las voluntarias. También organizó colectas por todo el país para que la Sección Femenina pudiera dar a cada voluntario español en el frente del Este un paquete de Navidad con una prenda de lana, comida, tabaco y una medallita de la Virgen María. En cada provincia, grupos de afiliadas de la Sección, conocidas como «madrinas», se organizaron para escribir a los voluntarios en el frente. Y cuando éstos volvieron, Pilar formó parte del comité de bienvenida[86].

A mediados de mayo de 1943, Pilar recibió a doce líderes de la Bund Deutscher Mädel para un viaje por España organizado por la Sección Femenina[87]. Para hacer público su apoyo al Tercer Reich, aceptó la invitación para visitar Alemania que le hizo el jefe de la Auslanderorganization, el gauleiter Ernst Bohle. El 26 de julio de 1943, acompañada por la fanática simpatizante de los nazis Clarita Staufer y María García Ontiveros, voló al aeródromo de Templehof, Berlín. Llegó a la capital alemana el día después de la caída de Mussolini. Quizá debido a ello fue objeto de una profusa atención por parte de los alemanes y fue recibida por el gauleiter de cada ciudad durante su viaje y alojada en los mejores hoteles. Acompañada por Ingeborg Niekerke, líder de la rama berlinesa de la Organización de Mujeres Nazis, visitó la Brown House en Múnich. La prensa nazi cubrió con entusiasmo su extenso viaje por el país. Fue recibida por Goebbels y Ribbentrop, así como por Gertrude Scholtzklink, Frauenschaftsführerin (jefe de la asociación nazi de mujeres[88]). Mantenía una relación cercana con el general Faupel, a quien recibió en Medina del Campo en mayo y a quien vio otra vez en junio, en Berlín[89].

Cuando bajo la presión aliada Franco empezó, al menos retóricamente, a hablar de retirar la División Azul, Pilar Primo de Rivera se sintió ultrajada. Creía que mejorar las relaciones con los aliados prepararía el camino para una restauración de la Monarquía y el eclipse de la Falange[90]. En el otoño de 1943 fue acusada de mantener contactos con elementos extremistas de la Falange Auténtica y con miembros de la División Azul, ya de regreso en el país, así como de conspirar contra Franco[91]. Furiosa por un discurso de Arrese, en el que afirmaba que España ya no era totalitaria, tenía intención de pedir, en un encuentro de la Junta Política, la destitución de aquél, con el argumento de que «decir que España no es totalitaria» era «una traición a la Falange», y que «la Falange está ante todo». Supuestamente, también había abogado a favor de una anexión española de Portugal. Bajo la influencia de Ridruejo, estaba furiosa por los informes de la retirada de la División Azul, que ella consideraba una traición a la Falange y a Alemania[92]. A principios de 1944, cuando el curso de los acontecimientos era desfavorable a Alemania, aconsejó el desacato contra «los pusilánimes que tímidamente se van apartando de la Falange por si cambian las cosas» y exhortó a que se anotaran sus nombres por si algún día querían volver. Prometió a Franco la ayuda de la Sección Femenina en períodos de dificultad:

Nuestra vida falangista es un poco como nuestra vida particular. Tenemos que tener detrás de nosotras toda la fuerza y la decisión del hombre para sentirnos más seguras y, a cambio de esto, nosotras les ofrecemos la abnegación en nuestros Servicios y el no ser nunca motivo de discordia. Que ése es el papel de la mujer en la vida: armonizar voluntades y el dejarse guiar por la voluntad más fuerte y la sabiduría del hombre[93].

Después de 1945, la Sección Femenina emprendió tareas de carácter cada vez más social a través de su responsabilidad en la organización del Servicio Social de la Mujer, en el que todas las mujeres solteras de edades comprendidas entre los diecisiete y los treinta y cinco años cumplían seis meses de servicio social. Se enseñó a leer a las mujeres analfabetas, aunque su eslogan era «que una niña nunca se atiborre de libros; no hay nada más detestable que una mujer intelectual». Desde los años cincuenta, la organización evolucionó hacia una mezcla de boy-scouts en versión femenina y los Institutos de Mujeres, proporcionando a éstas facilidades para el deporte, la música, el teatro, e impartiendo cursos de enfermería, etc. Los mejores y más duraderos logros de la Sección Femenina tienen que ver con la monumental tarea de recolección de las danzas y las canciones folklóricas españolas en la subsección llamada Coros y Danzas, y las prácticas impartidas a miles de mujeres sobre economía doméstica y, particularmente, cocina, a través de clases y del masivamente distribuido Libro de cocina de la Sección Femenina. Pilar dedicó su vida a la organización, con un espíritu de adulación a Franco, a pesar de sentirse decepcionada por el hecho de que el legado de su hermano nunca se hubiese visto cumplido del todo.

Sus esperanzas crecieron brevemente en 1956, cuando creyó que el ministro-secretario del Movimiento, José Luis de Arrese, había sido al fin autorizado a llevar a cabo la «revolución pendiente». Arrese estaba intentando convencer a Franco de que aceptara una nueva Constitución que asegurara el dominio de la Falange en cualquier aspecto de la vida española. Cuando, como resultado de una oposición concertada en los círculos militares, monárquicos y eclesiásticos, tal cosa no se llevó a cabo, se tragó la decepción como tantas otras veces[94]. El 1 de abril de 1960 el Caudillo la premió con el título de condesa del Castillo de la Mota. Los numerosos cambios del régimen a lo largo de la década de los sesenta hicieron que los ideales de José Antonio Primo de Rivera se viesen aún más lejos de su cumplimiento. Leal a sus ideas sobre la sumisión de la mujer, Pilar tuvo que adaptarse, por consiguiente, a los cambios, aferrándose a la idea de que, con toda probabilidad, José Antonio también lo habría hecho. Esto conllevaba la sumisa aceptación, con la Ley Orgánica del Estado, en noviembre de 1966, del definitivo retorno de la monarquía y, específicamente, en 1969, de la nominación de Juan Carlos de Borbón como sucesor de Franco[95]. Durante la enfermedad final de éste en el otoño de 1975, aconsejó calma a las integrantes de la Sección Femenina y confió en las órdenes de Franco sobre la continuidad del régimen. Después de la muerte del Caudillo, aconsejó lealtad a Juan Carlos en la lucha contra el regreso al sistema de partidos políticos[96]. Habiendo dedicado la mayor parte de su vida a la causa franquista, permaneció implacablemente leal al Caudillo. En 1976, se presentó a las Cortes una Ley de Reforma Política como eslabón importante en el proceso de la transición hacia la democracia. Pilar estaba muy preocupada por lo que temía pudiese ser un rechazo de la labor a que se había consagrado durante los últimos cuarenta años. Su sobrino, Miguel Primo de Rivera y Urquijo, logró persuadirla de que mirar hacia adelante, como fue el caso de la reforma política, era totalmente acorde con el legado de José Antonio. En vista de esto, ella, no sin dudas, se comprometió a no votar en contra de la ley y, en la votación que se realizó al final del debate en las Cortes de los días 16 al 18 de noviembre de 1976, se abstuvo[97].

Pilar parece haber sido capaz de hacer frente a sus decepciones políticas prodigando afecto a sus sobrinos y sobrinas. En los últimos años del régimen de Franco, tanto la Sección Femenina como el resto del Movimiento se convirtieron en un aparato burocrático aún más voluminoso, y Pilar buscó causas nuevas. Permaneciendo servilmente leal a Franco, se adaptó a los cambios de las normas sociales, colaborando con el intento de liberalizar la ley española con respecto a los derechos de las mujeres, a fin de que éstas pudiesen acceder a carreras profesionales y, si eran casadas, poseyesen propiedades y pudiesen heredar[98]. Cuando se desmanteló la Sección Femenina en 1977, fue sucedida por Nueva Andadura, la asociación de veteranas de aquélla, creada el 2 de noviembre del mismo año. Pilar fue su presidenta hasta su muerte el 17 de marzo de 1991.