Aire malo

Bahram acababa de entrar al recinto e iba a contar a Khalid el incidente en la tienda de Iwang, cuando la puerta del taller de química se abrió de golpe, y unos hombres salieron a toda prisa perseguidos por un Khalid que no dejaba de gritar y por una densa nube de humo amarillo. Bahram dio media vuelta y comenzó a correr hacia la casa, con la intención de coger a Esmerine y a los niños, pero ellos ya habían salido y estaban corriendo; él los siguió atravesando la puerta principal. Todo el mundo chillaba; entonces, a medida que la nube subía sobre ellos, ellos se tiraron al suelo y se alejaron arrastrándose como ratas, tosiendo y escupiendo y llorando. Bajaron la colina rodando, con la garganta y los ojos ardiendo, y los pulmones quemados por el hedor cáustico de la venenosa nube amarilla. Muchos de ellos siguieron el ejemplo de Khalid y metieron la cabeza en el río; sólo la sacaban para tomar aire muy superficialmente, luego volvían a meterla.

Cuando la nube se dispersó, y Khalid se hubo recuperado un poco, comenzó a blasfemar.

—¿Qué sucedió? —preguntó Bahram, tosiendo todavía.

—Explotó un crisol de ácido. Estábamos probándolo.

—¿Para qué?

Khalid no respondió. Lentamente, la irritación de sus delicadas membranas comenzó a apaciguarse. La húmeda e inquieta multitud comenzó a regresar al recinto. Khalid puso a algunos de los hombres a limpiar el cobertizo, y Bahram entró con él en el estudio, donde se cambió la ropa y se aseó, luego escribió algunas anotaciones en su inmenso libro, seguramente acerca de la fracasada prueba.

Aunque al parecer no había sido un fiasco total, o al menos eso era lo que Bahram empezó a deducir del murmullo de Khalid.

—¿Qué estabas intentando hacer?

Khalid no contestó directamente.

—Estoy seguro de que existen distintas clases de aire —dijo en cambio—. Tal vez diferentes componentes, como sucede con los metales. Sólo que son todos invisibles a los ojos. Olemos las diferencias, a veces. Y algunos pueden matar, como en el fondo de los pozos. No es una ausencia de aire, en esos casos, sino una clase mala de aire, o una parte mala del aire. Sin duda, la más pesada. Y diferentes destilaciones, diferentes grados de calor… un fuego se puede apagar o avivar… De todas formas, pensé que la sal amoníaca y el salitre y el azufre mezclados, crearían un aire diferente. Y así fue, pero fue demasiado, y demasiado rápido. Como una explosión. Y evidentemente un veneno. —Tosió inquietantemente—. Es como la receta de los alquimistas chinos para el wan-jen-ti, que Iwang dice que significa «exterminador de multitudes». Pensé que podría mostrar a Nadir esa reacción y proponérsela como arma. Tal vez con ella se podría matar a todo un ejército.

Pensaron en eso silenciosamente.

—Bueno —dijo Bahram—. Podría ayudarle a asegurar su posición ante el kan.

Explicó lo que había acontecido en la tienda de Iwang.

—¿Entonces piensas que Nadir tiene problemas en la corte?

—Sí.

—¿Y crees que Iwang podría convertirse al islamismo?

—Me pareció que estaba haciendo muchas preguntas sobre el tema.

Khalid se rio, y luego tosió dolorosamente.

—Eso sí que sería extraño.

—A nadie le gusta que se rían de él.

—Por alguna razón, no creo que a Iwang le importe demasiado.

—¿Sabías que Iwang lleva el nombre de su ciudad natal?

—No. ¿En serio?

—Sí. Parece que dijo eso.

Khalid se encogió de hombros.

—Entonces no conocemos su verdadero nombre.

Khalid se encogió de hombros una vez más.

—Ninguno de nosotros conoce el verdadero nombre del otro.