El peso de las madrazas

Las demostraciones con los colores dieron lugar a muchísimas discusiones y debates en las madrazas. Khalid aprendió que nunca debía hablar empecinadamente de las causas de las cosas ni entrometerse en el reino de los eruditos de la madraza hablando de la voluntad de Alá o de cualquier otro aspecto de la naturaleza de la realidad.

«Alá nos ha dado inteligencia para que entendamos mejor la gloria de su obra», decía solamente, o tal vez: «El mundo suele trabajar según las matemáticas. A Alá le gustan mucho los números, y los mosquitos en primavera, y la belleza».

Después de las experiencias, los eruditos se marchaban o bien interesados, o bien irritados; de cualquier manera, en un estado de agitación filosófica. Las madrazas de la plaza de Registán y otras de la ciudad, incluso el antiguo observatorio de Ulug Bek, bullían con la nueva moda de hacer demostraciones de diferentes fenómenos físicos; el de Khalid no era el único taller donde se podían construir las nuevas máquinas y dispositivos. Los matemáticos de la madraza de Sher Don, por ejemplo, llamaron la atención de todos con una sorprendente nueva y sencilla escala de mercurio: un cuenco con un poco de mercurio, con un tubo muy fino lleno de mercurio, cerrado en el extremo superior pero no en el inferior, colocado verticalmente dentro del líquido del cuenco. El mercurio del tubo caía en cierta medida y creaba otro misterioso vacío en el extremo superior del tubo; pero el resto del tubo permanecía lleno de una columna de mercurio. Los matemáticos de Sher Don afirmaban que el peso del aire del mundo se ejercía sobre el mercurio del cuenco y lo empujaba hacia abajo y evitaba que el mercurio del tubo se derramara en el cuenco. Otros sostenían que, alcanzado cierto nivel, el vacío en la parte superior del tubo ya no podía crecer más. A partir de una sugerencia de Iwang, llevaron todo a la cima de la Montaña de Nieve, en la sierra de Zeravshán, y allí vieron que el mercurio en el tubo ahora estaba más abajo, seguramente debido a que el peso del aire que había allí arriba en la montaña era menor, a una altitud de dos o tres mil palmos mayor que la de la ciudad. Esta experiencia fue un gran espaldarazo para el argumento de Khalid que afirmaba que el aire tenía peso, y una refutación para Aristóteles, para al-Farabi y para el resto de los árabes aristotélicos, quienes aseguraban que los cuatro elementos quieren estar en sus sitios adecuados, ya sea arriba o abajo. Khalid ridiculizó abiertamente esta teoría, al menos en privado.

—Como si las piedras o el viento pudieran desear estar en un sitio u otro, como lo hace un hombre. En realidad, una vez más, no es otra cosa que una definición que no nos dice nada. «Las cosas caen porque quieren caer», como si acaso pudieran querer. Las cosas caen porque caen, eso es todo lo que quiere decir. Lo cual está bien, nadie sabe por qué caen las cosas; desde luego, yo no lo sé, ése es un gran misterio. Todos los casos aparentes de acción a cierta distancia son un misterio. Pero primero tenemos que decirlo, debemos distinguir los misterios como lo que son, y avanzar a partir de allí, demostrando lo que sucede, y luego ver si eso nos lleva a alguna idea sobre el cómo y el porqué de las cosas.

Los eruditos sufies aún estaban dispuestos a extrapolar a partir de cualquier demostración que incluyera hasta la naturaleza final del cosmos, mientras que los que se inclinaban más por las matemáticas estaban fascinados con los aspectos puramente numéricos de los resultados, la geometría del mundo tal y como les era revelado. Éstos y otros planteamientos se combinaron en un estallido de actividad, que constaba de demostraciones y charlas, y de trabajos privados sobre pizarras que analizaban formulaciones matemáticas y de trabajos artesanales de dispositivos nuevos o mejorados. Algunos días a Bahram le parecía que esas investigaciones habían invadido por completo a Samarcanda: el recinto de Khalid y los otros, las madrazas, el morabito, los zocos, las casetas de café y los caravasares, desde donde los comerciantes se encargarían de difundir las noticias por todo el mundo…, era algo hermoso.