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De regreso en el Bardo

De regreso en el Bardo Kokila y Bihari se sentaron una junto a la otra sobre el suelo negro del universo, esperando su turno para ser juzgadas.

—No lo conseguirás —dijo Bihari.

Lo mismo dijeron Bold, Bel, y Borondi, y muchas, muchas otras encarnaciones anteriores, hasta llegar a su nacimiento original en el nacer de este Kali-yuga, de esta era de la destrucción, la cuarta de las cuatro eras, cuando como una nueva alma había salido del Vacío, una erupción del Ser que sale del No-ser, un milagro inexplicable por las leyes naturales e indicativo de la existencia de una esfera superior, una esfera incluso superior a la de los dioses devas, quienes ahora estaban sentados sobre la tarima y las miraban. La esfera a la que todos instintivamente buscaban regresar.

—El Dharma es un asunto que no puede ser cambiado rápidamente —continuó Bihari—, tienes que trabajar en él paso a paso, haciendo lo que puedas en cada situación que se te presente. No puedes saltar al cielo.

—Me cago en todo eso —dijo Kokila, haciendo un gesto grosero en la dirección de los dioses. Todavía estaba tan furiosa que sacaba chispas, y aterrorizada también, llorando y secándose la nariz con el dorso de la mano—. Que me maten si coopero en algo tan espantoso.

—¡Sí! ¡Así será! Por eso siempre estamos a punto de perderte. Por eso nunca reconoces a tu jati cuando estás en el mundo, por eso sigues haciéndole daño a tu propia familia. Nos elevamos y caemos juntos.

—No veo por qué.

Ahora estaba siendo juzgado Shastri, arrodillado y con las manos juntas en forma de súplica.

—¡Más vale que lo mandéis al infierno! —gritó Kokila al dios negro—. ¡Al nivel más bajo y más horrible del infierno!

—Es paso a paso, como dije antes —dijo Bihari sacudiendo la cabeza—. Pequeños pasos hacia arriba y hacia abajo. Y es a ti a quien probablemente juzgarán mal, después de lo que hiciste.

—¡Era lo más justo! —exclamó Kokila con vehemente resentimiento—. ¡Hice justicia con mis propias manos porque nadie más lo hubiera hecho! Y volvería a hacerlo —le gritó al dios negro—: ¡Justicia, maldita sea!

—¡Shh! —dijo Bihari con insistencia—. Ya llegará tu turno. No querrás regresar en la piel de un animal.

Kokila la miró con furia.

—Ya somos animales; no lo olvides. —Le dio una palmada en el brazo a Bihari y su mano lo atravesó, lo que de alguna manera se contradijo con lo que había dicho. Estaban en la esfera de las almas, eso no podía negarse—. Olvídate de estos dioses —gruñó—, ¡lo que necesitamos es justicia! ¡Si es necesario traeré la sublevación al propio Bardo!

—Primero lo primero —dijo Bihari—. Un paso cada vez. Sólo intenta reconocer a tu jati y ante todo cuida de ellos. Luego avanza a partir de eso.