8

En el Bardo, Bold le explica a Kyu la verdadera naturaleza de la realidad; su jati ha vuelto a reunirse, son lanzados otra vez al mundo.

En el momento de su muerte, Kyu vio la clara luz blanca. Estaba en todas partes, bañaba el vacío en sí, y él formaba parte de él, y lo cantaba en el vacío.

Alguna eternidad más tarde, pensó: esto es por lo que uno lucha.

Y entonces se cayó de allí, y fue consciente de sí mismo. Sus pensamientos seguían cayendo en un continuo monólogo de ensueño, aun después de la muerte. Era increíble pero cierto. Tal vez todavía no estaba muerto. Pero allí estaba su cuerpo, cortado en pedazos sobre la arena de la Ciudad Prohibida.

Escuchó la voz de Bold, que sonaba dentro de sus pensamientos y decía una oración.

«Kyu, mi muchacho, mi hermoso muchacho,

ha llegado la hora de que busques el camino.

Esta vida ha terminado. Ahora estás

cara a cara con la luz clara.»

Ya he pasado eso, pensó Kyu. ¿Qué sucede después? Pero Bold no pudo saber en qué lugar de su camino se encontraba. Las oraciones para los muertos eran inútiles en ese sentido.

«Estás a punto de experimentar la realidad

en su estado puro. Todas las cosas son huecas.

Serás como un cielo despejado,

vacío y puro. Tu llamada mente

será como el agua clara y tranquila.»

¡Eso ya lo he pasado!, pensó Kyu. ¡Pasa a lo siguiente!

«Utiliza la mente para cuestionar a la mente. No duermas en este momento decisivo. Tu alma debe abandonar tu cuerpo despierto y salir por el agujero Brahma.»

Los muertos no pueden dormir, pensó Kyu irritado. Y mi alma ya ha salido del cuerpo.

Su guía estaba muy lejos detrás de él. Pero con Bold siempre había sido así. Kyu tendría que encontrar su propio camino. El vacío aún rodeaba el único hilo de sus pensamientos. Algunos de los sueños que había tenido durante su vida habían sido de este lugar.

Parpadeó, o durmió, y luego se encontró en un inmenso tribunal. La tarima del juez estaba en una amplia cubierta, una meseta en un mar de nubes. El juez era una enorme divinidad con la cara negra, sentado con su gran barriga en la tarima. Sus cabellos eran un fuego que ardía salvajemente sobre su cabeza. Detrás, un hombre negro sostenía un techo de pagoda que podía haber sido sacado directamente del palacio de Pekín. Sobre el techo flotaba un pequeño Buda sentado que irradiaba calma. A su izquierda y derecha había pacíficas deidades que llevaban regalos entre los brazos; pero éstas estaban todas a una gran distancia y no eran para él. Los muertos probos subían largos caminos flotantes hasta llegar a estos dioses. En la cubierta que rodeaba la tarima, muertos menos afortunados estaban siendo cortados en pedazos por unos demonios, demonios tan negros como el Señor de la Muerte, pero más pequeños y más ágiles. Debajo de la cubierta, más demonios torturaban a aún más almas. Era una escena muy movida y Kyu estaba molesto. ¡Éste es mi juicio; parece un matadero de reses! ¿Cómo se supone que debo concentrarme?

Una criatura parecida a un mono se acercó a él y alzó la mano:

—Juicio —dijo con voz profunda.

La oración de Bold resonaba en su mente; Kyu se dio cuenta de que Bold y este mono estaban relacionados de alguna manera.

—Recuerda, todo lo que sufras ahora es el resultado de tu propio karma —decía Bold—. Es tuyo y de nadie más. Ruega misericordia. Aparecerán dos pequeños dioses: uno blanco y otro negro; entre ambos contarán los guijarros blancos y negros de tus buenas y malas acciones.

Y ciertamente así fue. El duendecillo blanco era pálido como un huevo, el negro era como la ónice; ambos movían grandes montones de piedras blancas y negras con una azada para formar unos montones que, para sorpresa de Kyu, parecían tener el mismo tamaño. Él no recordaba haber hecho ninguna buena acción.

—Tendrás miedo, te someterás, sentirás terror.

¡No! Esas oraciones son para otros muertos, para gente como Bold.

—Intentarás decir mentiras, dirás que no has cometido ninguna mala acción.

No diré algo tan ridículo.

Entonces, el Señor de la Muerte, que estaba muy alto en su trono, vio de repente a Kyu, y éste se estremeció a pesar de él.

—Traed el espejo del karma —dijo el dios, sonriendo espantosamente. Sus ojos eran carbones ardientes.

—No tengas miedo —dijo la voz de Bold dentro de él—. No digas mentiras, no tengas miedo, no le temas al Señor de la Muerte. El cuerpo en el que estás ahora es sólo un cuerpo mental. No puedes morir en el Bardo, ni siquiera si te cortan en mil pedazos.

Gracias, pensó Kyu intranquilo. Eso me consuela de verdad.

—Ahora llega el momento del juicio. Sé honesto, ten buenos pensamientos; recuerda, todos estos acontecimientos son tus propias alucinaciones, y la vida que vendrá después depende de tus pensamientos presentes. En apenas un instante se crea una gran diferencia. No te distraigas cuando aparezcan las seis luces. Mira a todas con compasión. Enfrenta sin miedo al Señor de la Muerte.

El dios negro sostuvo un espejo con tanta precisión que Kyu vio su propio rostro reflejado en el cristal, oscuro como el del dios. Vio que ese rostro es la propia alma al desnudo, siempre, y que la suya era tan oscura y estremecedora como la del Señor de la Muerte. ¡Éste era el momento de la verdad! Y él tenía que concentrarse en ese momento, tal como Bold seguía recordándole. Sin embargo, mientras todo el festival bufonesco gritaba y chillaba y hacía ruido a su alrededor y todos los castigos y los premios posibles e imaginables se daban al mismo tiempo, y él no podía evitarlo, se sentía molesto.

—¿Por qué el negro es malo y el blanco bueno? —le preguntó al Señor de la Muerte—. Yo nunca lo he visto así. Si todo esto es obra de mis pensamientos, ¿entonces por qué es así? ¿Por qué mi Señor de la Muerte no es un poderoso comerciante de esclavos árabe, como sería en mi propia aldea? ¿Por qué tus agentes no son leones y leopardos?

Pero el Señor de la Muerte era un comerciante de esclavos árabe, ahora podía verlo, un árabe tallado en miniatura en la superficie de la frente negra del dios, que miraba a Kyu y lo saludaba con la mano. El que lo había capturado y llevado hasta la costa. Y entre los chillidos de los sometidos había leones y leopardos que devoraban hambrientos los intestinos de las víctimas aún vivas.

Son simplemente mis pensamientos, se recordó Kyu a sí mismo, sintiendo cómo el miedo le subía por la garganta. Este reino era como el mundo de los sueños, pero más sólido; más sólido aún que el mundo despierto de su recién acabada vida; todo lleno tres veces de sí mismo, de manera que las hojas en los redondos arbustos de adorno (¡en tiestos de cerámica!) colgaban como hojas de jade, mientras que el trono de jade del dios latía con una solidez que supera en gran medida a la de la piedra. De todos los mundos, el Bardo era el de más suprema realidad.

El rostro árabe blanco en la frente negra se reía y chillaba:

—¡Condenado!

Y el inmenso rostro negro del Señor de la Muerte rugía:

—¡Condenado al infierno!

Lanzó una cuerda alrededor del cuello de Kyu y lo arrastró fuera de la tarima. Cortó la cabeza de Kyu, le arrancó el corazón, le sacó las entrañas, bebió su sangre, masticó sus huesos; sin embargo Kyu no murió. El cuerpo estaba roto en mil pedazos; sin embargo, resucitaba. Y todo comenzaba otra vez. Un dolor muy intenso que no cesaba. Torturado por la realidad. La vida es algo de extrema realidad; la muerte también.

Las ideas se siembran como semillas en la mente del niño, y pueden crecer para dominar completamente la vida.

La declaración: no he hecho ningún mal.

La agonía se deshace en angustia, en pesar, en remordimiento; náuseas por las vidas pasadas y por lo poco que han dejado. En esta hora terrible, Kyu las sentía a todas sin poder recordarlas realmente. Pero habían pasado. Oh, salirse de la interminable rueda de fuego y lágrimas. La pena y el pesar que sintió en ese momento eran peores que el dolor del desmembramiento. La solidez del Bardo se desmoronó y fue bombardeado por luces que estallaban en sus pensamientos, a través de las cuales el palacio de justicia sólo podía verse como una especie de velo o como una pintura en el aire.

Pero ahí arriba estaba Bold, que también era juzgado. Bold, un mono agazapado, la única persona después de la captura de Kyu que había significado algo para él. Kyu quería gritar para pedirle ayuda, pero ahogó el pensamiento, puesto que no quería distraer a su amigo en el preciso momento, de toda la infinidad de momentos, en que necesitaba no ser distraído. Sin embargo, algo debe de habérsele escapado a Kyu, cierto gemido de la mente, algún pensamiento o grito angustioso que pedía ayuda; porque un grupo furioso de demonios con cuatro brazos arrastraron a Kyu y lo sacaron de allí, alejándolo del juicio de Bold.

Luego estaba realmente en el infierno, y el dolor era la menor de sus cargas, superficial como las picaduras de mosquitos, comparado con el sufrimiento profundo, oceánico, de su pérdida. ¡La angustia de la soledad! Explosiones de colores, naranja, lima, mercurio, cada sombra más ácida que la anterior, quemaban su conciencia con una angustia tan profunda que era desconocida. ¡Estoy perdido en el Bardo, rescatadme, rescatadme!

Y entonces Bold estaba allí con él.

Estaban en sus antiguos cuerpos, mirándose el uno al otro. Las luces eran cada vez más claras, menos dolorosas para los ojos; un único rayo de esperanza perforó la profundidad de la desesperación de Kyu, como un farol de papel solitario visto al otro lado del lago Oeste. Me has encontrado, dijo Kyu.

Sí.

Es un milagro que hayas podido encontrarme aquí.

No. Siempre nos encontramos en el Bardo. Cruzaremos nuestros caminos mientras los seis mundos giren en este ciclo del cosmos. Formamos parte de un jati kármico.

¿Qué es eso?

Jati, subcasta, familia, aldea. Se manifiesta de diferentes maneras. Todos entramos juntos al cosmos. Las almas nuevas nacen del vacío, pero algunas veces lo hacen especialmente en este punto del ciclo, puesto que estamos en el Kali-yuga, la Era de la Destrucción. Cuando aparecen nuevas almas sucede como con las vainas de diente de león, almas que son como semillas, que flotan en el viento dharma. Todos somos semillas de lo que podríamos ser. Pero las semillas nuevas flotan juntas y nunca se separan demasiado; eso es lo que quiero decir. Ya hemos pasado juntos muchas vidas. Nuestro jati ha permanecido especialmente unido desde el alud. Ese destino nos une. Nos elevamos o caemos juntos.

Pero no recuerdo ninguna otra vida. Y no recuerdo a nadie de esta vida pasada excepto a ti. ¡Sólo te reconozco a ti! ¿Dónde están los demás?

A mí tampoco me has reconocido. Nosotros te encontramos a ti. Hace ya muchas reencarnaciones que estás cayendo del jati, hundiéndote más y más en ti mismo, solo, en lokas cada vez más inferiores. Hay seis lokas: son los mundos, los reinos, los del renacimiento y los de la ilusión. El cielo, el mundo de los devas; después el mundo de los asuras, esos gigantes llenos de disensión; después el mundo humano; después el mundo animal; después el mundo de los pretas o fantasmas hambrientos; después el infierno. Nos movemos a través de ellos a medida que nuestro karma va cambiando, vida tras vida.

¿Cuántos de nosotros hay en este jati?

No lo sé. Una docena tal vez, o media docena. El grupo se desdibuja en los límites. Algunos se van y no regresan hasta mucho después. Éramos una aldea, aquella vez en el Tíbet. Pero hubo visitantes, comerciantes. Cada vez menos. La gente se pierde, o se cae. Como has estado haciendo tú. Cuando ataca la desesperación.

El mero sonido de la palabra, bañó a Kyu: desesperación. La figura de Bold se hizo transparente.

¡Bold, ayúdame! ¿Qué hago?

Ten buenos pensamientos. Escucha, Kyu, escucha: lo que pensamos, eso somos. Tanto aquí como en el más allá, en todos los mundos. Porque los pensamientos son algo concreto, son los padres de todas las acciones, tanto las buenas como las malas. Y tal como ha sido la siembra, así será la cosecha.

Tendré buenos pensamientos, o lo intentaré, pero ¿qué debo hacer? ¿Qué debo buscar?

Las luces te guiarán. Cada mundo tiene su propio color. Luz blanca el de los devas, verde el de los asuras, amarilla el humano, azul el de las bestias, roja el de los fantasmas, el color del humo del infierno. Tu cuerpo aparecerá con el color del mundo al que debes regresar.

¡Pero estamos amarillos!, dijo Kyu, mirándose las manos. Y Bold estaba tan amarillo como una flor.

Eso quiere decir que debemos volver a intentarlo. Lo intentamos una y otra vez, vida tras vida, hasta que alcancemos la sabiduría de Buda y por fin seamos liberados. Quizás algunos elijan regresar al mundo humano, para ayudar a otros en su camino hacia la liberación. Ésos son los bodhisattvas. Tú podrías ser uno de ellos, Kyu. Puedo verlo dentro de ti. Ahora escúchame. Pronto estarás en eso. Las cosas te perseguirán, y tú te esconderás. En una casa, en una cueva, en una selva, en una flor de loto. Todos estos sitios son como úteros. Querrás quedarte en tu escondite, para escapar de los terrores del Bardo. Así funciona el preta; te convertirás en un fantasma. Tienes que volver a surgir para tener algo de esperanza. Elige la puerta de tu útero desprendiéndote de cualquier sentimiento de atracción o repulsión. Las apariencias engañan. Haz lo que te parezca mejor. Sigue a tu corazón. Intenta primero ayudar a otros espíritus, como si ya fueras un bodhisattva.

¡No sé cómo hacerlo!

Aprende. Presta atención y aprende. Debes seguir, o perder el jati para siempre.

Luego fueron atacados por inmensos leones machos que tenían la melena enmarañada por la sangre y rugían furiosos. Bold salió disparado en una dirección y Kyu en otra. Kyu corrió y corrió, el león le pisaba los talones. Pasó entre dos árboles y apareció en un camino. El león siguió corriendo y lo perdió.

Hacia el este vio un lago, adornado con cisnes blancos y negros. Hacia el oeste, un lago donde había unos caballos; hacia el sur, unas cuantas pagodas; hacia el norte un lago con un castillo en el centro. Fue hacia el sur, hacia las pagodas, sintiendo vagamente que aquélla habría sido la elección de Bold; sintiendo también que Bold y su jati ya estaban allí, en uno de los templos, esperándolo.

Llegó a las pagodas. Caminó de una construcción a otra, mirando por las puertas, horrorizado por imágenes de multitudes desconcertadas, luchando o escapando de guardias y guardianes con cabezas de hiena; un infierno de aldea, cada posible futuro catastrófico era aterrador. El pueblo de la muerte.

Pasó un largo tiempo en esta espantosa búsqueda; luego se encontró mirando, a través de las puertas de un templo, a su jati, a su acólito, a Bold y al resto de ellos, Shen, I-Li, Dem, su madre, Zheng He; de repente los reconoció a todos. Oh, pensó, por supuesto. Estaban desnudos y ensangrentados; aun así se ponían el traje de guerra. Después aullaron hienas, y Kyu escapó a través de la cruda luz amarilla de la mañana, atravesó los árboles y buscó la protección de la espadaña. Las hienas merodeaban entre las enormes matas de hierba; él pasó entre las afiladas hojas de una espadaña caída para refugiarse dentro.

Durante mucho tiempo estuvo allí encogido hasta que se fueron las hienas; también los gritos de su jati mientras lo buscaban, diciéndole que se quedara con ellos. Pasó escondido una larga noche de espantosos sonidos, criaturas que eran matadas y comidas. Pero él estaba a salvo; una vez más llegó la mañana. Decidió arriesgarse y seguir, pero descubrió que la salida estaba cerrada. Las afiladas hojas de la hierba habían crecido, y ahora eran como largas espadas que lo enjaulaban, incluso lo apremiaban para que continuara, cortándolo a medida que crecían. Ah, se dio cuenta; esto es un útero. He escogido uno sin haberlo intentado, sin escuchar los consejos de Bold, separado de mi familia, inconsciente y con miedo. La peor clase de elección.

Entonces quedarse aquí, significaría convertirse en un fantasma hambriento. Tendría que rendirse. Tendría que nacer otra vez. Gimió ante aquel pensamiento, se maldijo por ser un tonto. Intenta ser un poco más inteligente la próxima vez, pensó, ¡un poco más valiente! No sería fácil; el Bardo era un sitio espeluznante. Pero ahora, cuando ya era demasiado tarde, decidía que tenía que intentarlo. ¡La próxima vez!

Y entonces entró nuevamente al reino humano. Lo que le sucedería a él y a sus compañeros la próxima vez, no es nuestra tarea contároslo. ¡Se han ido, se han ido, se han ido, se han ido por completo al más allá! ¡Alabados seáis todos!