La escena era surrealista. Estaban todos sentados a la mesa de la casa donde habían montado su cuartel general. Sofía, Lidia, Fabio, el profesor Schlafen, Karl y las dos Effis. Eran idénticas; en ese momento incluso llevaban el mismo jersey, el único que la Effi del futuro se había llevado a su viaje en el tiempo. Estaban pálidas y se rehuían con la mirada.
Sofía se frotaba las manos con nerviosismo. Trataba de imaginar qué podía significar semejante desastre y cómo podía cambiar los hechos. Que una persona se encontrase a sí misma en el futuro debía de ser una experiencia absolutamente devastadora. Y todo era culpa suya. Ella había provocado aquel lío increíble.
Cuando llamó a la puerta, le abrió Effi. La mujer sofocó un grito, se llevó una mano a la boca y retrocedió poco a poco, aterrada.
Sofía tuvo que contárselo todo a Karl y a la Effi del pasado durante el trayecto de vuelta a casa. La mujer estaba a punto de encontrarse consigo misma y nada, salvo la verdad, podía explicar ese hecho. Sin embargo, no le dijo a Karl por qué motivo habían viajado atrás en el tiempo. No tuvo valor para confesárselo; además, no sabía si habría sido buena idea decírselo.
Ahora, mientras estaban allí sentados todos juntos, el ambiente era tan tenso que podía cortarse con un cuchillo. Sofía notó que Effi apretaba de forma convulsa la mano del profesor, un gesto que le molestó, aunque lo comprendía. En ese momento, no debía de sentirse mucho mejor que ella la primera vez que el profe le dijo la verdad. El mundo que conocía estaba a punto de derrumbarse y todo había ocurrido sin previo aviso, en plena noche y con un hecho traumático.
«Un hecho traumático e imprevisto», se dijo. El aspecto más inquietante de la situación era que la Effi del futuro no se había referido a una emboscada nocturna de Nida. Eso significaba que las cosas habían empezado a cambiar de manera preocupante.
Al fin, Sofía rompió el silencio.
—Yo… lo siento. No sabía qué hacer, pero tenía que intervenir. Nida estaba a punto de matar a Karl y me he visto obligada a utilizar mis poderes.
—No tenías elección —la tranquilizó el profesor—. Esta noche le has salvado la vida a Karl, has hecho lo que debías. No te sientas culpable.
El peso que Sofía sentía en el pecho fue desapareciendo poco a poco.
—A ver… la chica nos ha explicado algo durante el trayecto, pero, sinceramente, no lo hemos entendido bien —expuso Karl—. Lo único que está claro es que esa —recalcó lanzándole una mirada desesperada a la Effi del futuro— es la Effi de dentro de unos días, y que esta —dijo señalando a Sofía— es una Draconiana, como yo. Pero ¿vosotros quiénes sois? ¿Por qué estáis aquí?
Al igual que Effi, el chico hablaba un italiano excelente, pese a su fuerte acento alemán. No era algo raro en Múnich; Sofía había visto por las calles muchos anuncios de escuelas de italiano y no era extraño oír a alemanes y a los numerosos italianos residentes en Baviera hablando dicha lengua.
El profesor se ajustó las gafas un par de veces y se tomó unos instantes para reflexionar. Luego habló con expresión resuelta.
—Dentro de dos días, la chica rubia a quien habéis visto esta noche desafiará a Karl en Marienplatz, en relación con el fruto de Aldibah que estáis buscando y…
La Effi del futuro lo interrumpió tocándole suavemente la mano.
—No, Georg, esto es mejor que lo diga yo. En privado.
El profesor la miró unos segundos; luego asintió apretándole la mano.
Las dos Effis se retiraron a la otra habitación. Alrededor de la mesa solo quedaban Schlafen y los otros tres Draconianos, inmersos en un silencio pensativo.
—¿Cómo debes de sentirte cuando alguien te anuncia que al cabo de un par de días vas a morir? —dijo Fabio con la mirada perdida en el vacío.
—No morirá —replicó secamente Lidia—. Estamos aquí para evitarlo.
Sofía se estremeció. A veces, en los momentos más duros y sombríos de su estancia en el orfanato, había deseado conocer el futuro para saber si alguien la adoptaría alguna vez, o si al día siguiente sor Prudencia la regañaría. Ahora comprendía que saber lo que iba a ocurrir era un arma de doble filo. En realidad, era mucho mejor no saber nada, era mejor temer el porvenir que saber exactamente cómo sería todo.
—¿Y ahora qué? —preguntó Fabio—. Es evidente que el curso de los acontecimientos ha cambiado. Y aún es más evidente que todo esto complicará las cosas.
—Ahora jugaremos a cartas descubiertas —suspiró el profesor—. Debemos averiguar todo lo que sabe Karl del fruto y anticiparnos a los movimientos del adversario.
Cuando la puerta se abrió, Karl estaba blanco como el papel y la Effi del pasado tenía el aspecto de haber despertado de una pesadilla.
—Imagino que ahora todos sabemos por qué estamos aquí y qué habría pasado si no hubiésemos intervenido —dijo el profesor rompiendo el silencio sepulcral que se había hecho en la sala—. A partir de este momento, debemos compartir la información. Hasta ahora hemos actuado dando por supuesto que Karl sabía algo que Effi ignoraba y que se las había arreglado para hacerse con el fruto. Luego Nida lo encontró y… —El profesor buscó la palabra adecuada—. Y todo terminó como no va a terminar en el futuro. —Se volvió hacia el chico—: Es el momento de que nos digas la verdad, Karl: ¿has buscado por tu cuenta últimamente?
—Llevo años preparándome para lo que pueda ocurrir, eso ya lo sabéis —repuso Karl, completamente desorientado—. Effi me adoptó cuando era pequeño y toda mi vida ha sido un largo entrenamiento para encontrar el fruto de Aldibah. Siempre hemos luchado juntos. A ella se le dan mucho mejor que a mí las búsquedas. Yo soy más hábil combatiendo.
El chico le lanzó una mirada furtiva a Sofía y ella revivió de inmediato su transformación de aquella noche.
—¿Quieres decir que no has buscado el fruto por tu cuenta?
—¿Por qué iba a hacerlo? Effi… —susurró y sus ojos vagaron de una madre adoptiva a otra—. Effi lo es todo para mí, es mi mundo.
Lo dijo con tal sinceridad que a Sofía se le encogió el corazón. Un Draconiano solo, perdido, que solamente podía contar con un Guardián, nunca habría traicionado su confianza. Habían cometido un grave error al sospechar lo contrario.
—Todo lo que soy se lo debo a ella, me lo ha enseñado todo. Si hoy sigo con vida, y no es que desee quitarle méritos a…
—Sofía —dijo ella en voz baja.
—A Sofía, es gracias a Effi. Si hubiera descubierto algo, se lo habría dicho.
—¿Y qué pasa con tus visiones? —El profesor se tocó nerviosamente la barba—. Effi nos ha dicho que tenías visiones y que, de pronto, se interrumpieron.
—Últimamente tengo sueños muy raros.
Los demás lo miraron con suma atención y Karl, al verse como blanco de todas las miradas, se sintió cohibido.
—¿Qué tipo de sueños? —inquirió el profesor.
—Siempre empiezan con Aldibah. Aparece y trata de decirme algo, algo que yo no comprendo. A los pocos minutos, el sueño es como una nebulosa y el cuerpo de Aldibah se va deshaciendo… No sé explicarlo… Todo se vuelve oscuro, las cosas se confunden…
—¿Recuerdas que intenta decirte?
—Algunas imágenes siempre se repiten. Castillos maravillosos… jardines… y una criatura blanca, que no consigo identificar.
—¿Y luego qué? —preguntó Lidia.
—Luego nada. Aldibah desaparece engullido por la oscuridad y yo caigo en un abismo mientras resuena a mi alrededor un grito tremendo, como el rugido de una bestia enorme. Entonces me despierto.
Se miraron unos a otros mientras Karl los observaba con atención.
—Solo son sueños, lo sé… pero últimamente nos ayudaban a Effi y a mí a buscar el fruto.
—Lo sabemos —dijo Sofía—. Lidia y yo también encontramos así nuestros frutos. Los dragones nos hablan en sueños y nos dan pistas.
—Tus pesadillas me preocupan mucho —comentó el profesor—. Es como si un poder maligno planeara sobre nuestras cabezas…
—Nidhoggr —susurró Lidia.
Y todos tuvieron la impresión de que la temperatura de la estancia bajaba.
—Nuestras pesquisas —intervino titubeando la Effi del pasado— nos conducían a la Residenz. Según parece, Ludwig II llevó el fruto allí.
Al ver las caras perplejas de los Draconianos, Karl empezó a explicar en tono didáctico:
—Luis II, como lo llamáis vosotros, fue el rey más famoso de Baviera. Era un hombre inquieto y solitario; le encantaban los mitos y las leyendas e intentó vivir como un príncipe de cuento. Según nuestras fuentes, descubrió una manufactura que antiguamente había sido un objeto sagrado para los Nibelungos. Sigfrido lo llevaba en las alforjas cuando mató al dragón Fafnir y ese objeto le dio la fuerza necesaria para realizar su hazaña. Era un talismán y formaba parte del incalculable tesoro que heredó de su padre, el gran Sigmund. Según las descripciones, es muy similar al fruto de Aldibah. —Karl tomó aliento y añadió—: ¿Es la primera vez que venís a Baviera? ¿Habéis oído hablar de Neuschwanstein?
Sofía pensó que parecía el nombre de un medicamento.
—Es el castillo en el que se inspiró Walt Disney para crear el palacio de la Bella Durmiente del Bosque —siguió explicando Karl, con un aire de maestrillo levemente irritante—. A Ludwig le encantaban los castillos y mandó construir varios.
—¡Puede que el fruto esté en uno de sus castillos! —exclamó Lidia con entusiasmo.
—Es probable, pero la cuestión no es tan sencilla —objetó la Effi del futuro—. Mandó erigir tres castillos, sin contar el de su padre en Hohenschwangau. Nymphenburg es el castillo donde nació y en Schachen estaba la residencia real. Y no estamos hablando de casitas, sino de enormes castillos. Para registrar uno de ellos se necesitan varios días.
Era muy raro oírla hablar. No era como si interactuaran dos gemelas idénticas; evidentemente, había algo erróneo en el hecho de verlas a ambas intercambiando información, algo que el cerebro rechazaba. Sofía se sentía como si los contornos de la realidad se estuvieran borrando.
—En cualquier caso —intervino Lidia—, ahora ya sabemos que el futuro está cambiando y que Karl no tiene nada nuevo que decirnos sobre el fruto. Ha llegado el momento de decidir qué haremos de aquí en adelante.
—Lo más importante es que el enemigo no sepa nada del reloj de arena —propuso Schlafen—. Y no olvidemos que, en cualquier momento, Nida puede volver para terminar la misión que no ha podido concluir esta noche. Ahora Karl corre más peligro que antes; nuestras acciones han anticipado el plan homicida de nuestros enemigos. Effi y Karl deben quedarse encerrados aquí, donde Nida no pueda encontrarlos. Para mayor seguridad, Fabio los vigilará. Mientras tanto la Effi del futuro y yo estaremos en su casa con Sofía y Lidia, preparados para detener a Nida en caso de que vuelva para matar a Karl.
—Puedo arreglármelas perfectamente yo solo —sentenció el chico con orgullo—. Preguntádselo a Lucía.
—Sofía —lo corrigió ella, picada.
El gafotas sabiondo empezaba a ponerla nerviosa.
—Esta noche me las he arreglado estupendamente con esa mujer. Además, ahora que sé que estoy en peligro, iré con más cuidado. No voy a correr ningún riesgo, en serio.
—Con todos los respetos… hace unos días vi cómo te enterraban —replicó Sofía en un tono desabrido impropio en ella.
Karl palideció.
—Nadie pone en duda tus capacidades de Draconiano —dijo el profesor mientras dirigía una mirada asesina a Sofía—. Piensa que, hasta ahora, Lidia y Sofía se han salvado porque siempre trabajan juntas. Todos vosotros sois piezas fundamentales para derrotar a Nidhoggr; por eso es importantísimo que encontréis los frutos y, sobre todo, que sigáis con vida.
—Hay una forma rápida de conseguirlo —anunció Fabio.
Todos se volvieron hacia él.
—¿Cuál? —preguntó Lidia, escéptica.
—Acabáis de decir que la clave de todo son los sueños de Karl y que en sus pesadillas veis la huella inconfundible de Nidhoggr.
—¿Y qué? —insistió Lidia provocándolo.
—La cuestión es muy sencilla: debemos capturar a Nida y obligarla a decirnos qué está planeando Nidhoggr.
El profesor miró a Fabio sin decir nada.
—Piénsalo bien, Schlafen —continuó el joven—. En vez de perder el tiempo, vayamos directamente a la fuente. Nida no habría matado a Karl sin saber dónde estaba escondido el fruto. Es evidente que ella ya lo poseía, o que le sacó información para saber dónde estaba.
—Pero no sabemos si ella, en este momento de la historia, ya sabe dónde está —objetó el profesor.
—Ya, pero dentro de unos días lo tendrá en sus manos y eso significa que nos ha tomado la delantera. La pregunta que debemos hacernos es esta: ¿serías capaz de sacarle la verdad?
Fabio y el profesor se miraron en silencio.
—Sí… yo… creo que sí —asintió al fin Schlafen.
—Perfecto —sonrió Fabio, desafiante—. Entonces, ¿a qué esperamos?
El jardín estaba inmerso en la oscuridad. Nida estaba de pie delante del templete circular, a la espera. Hacía menos frío y eso le molestaba. El aire olía a primavera, un olor que detestaba. Pero aún faltaba. Todavía haría frío, quizá caería una última nevada. Al cabo de un mes, aparecerían los primeros brotes en los árboles y la naturaleza despertaría, como cada año. La vida calentaría de nuevo la Tierra, hasta que Nidhoggr lograra destruir el ciclo y el mundo se convirtiera en un lugar ideal para cobijar a su estirpe.
No tuvo que aguardar mucho. Una figura encapuchada se deslizó rápidamente hacia ella. Se arrodilló sobre la hierba mojada en señal de deferencia.
—Tengo noticias interesantes, ama. Pero no sabía que intentaríais matar al Draconiano esta noche.
—No tengo que informarte de mis decisiones, miserable —sonrió Nida con desprecio—. Además, no quería matarlo a él, sino a los Draconianos que lo rodean. Protegen a Karl y sabía que, probablemente, tenían la casa vigilada. Por desgracia, mi trampa solo ha atraído a la Draconiana pelirroja que sabe dominar… las plantas —dijo con repugnancia—. Mi Señor no va a estar nada contento con todo esto. A ver si me alegras el día con una buena noticia.
Nida percibió que la figura sonreía bajo la capucha que cubría sus facciones.
—He descubierto por qué están aquí los Draconianos, ama. Han viajado en el tiempo gracias a una manufactura antigua. La Draconiana que habéis visto viene del futuro.
—¿Han viajado en el tiempo? —repitió Nida, asombrada—. Esos malditos siervos de Thuban no se detienen ante nada… —Rio, imperiosa—. Pues bien, si vuelven a cruzarse en mi camino, pienso recibirlos como merecen. El más importante es el chiquillo. ¿Estás haciendo lo que te dije?
La figura extrajo un frasco vacío de debajo de la capa.
—El filtro se ha terminado. Necesito más.
—Lo tendrás, no te preocupes. Pero quiero resultados… cuanto antes —replicó Nida con una mirada cruel.