La elaboración de este libro comenzó en el invierno de 2011-12 en el salón de la casa de Phil en la californiana Playa del Rey, una apacible ciudad a orillas del océano. La sala, un espacio inmenso que mira al Pacífico, abunda en recuerdos: una foto de Edward Curtis de un guerrero kutenai recolectando juncos en una canoa que surca las aguas del lago Flathead; el retrato, semejante a un tótem, del equipo de los Lakers que conquistó el segundo triplete y una réplica gigantesca del anillo de campeones de 2010. Al otro lado de los ventanales, las promesas olímpicas jugaban al vólei-playa, al tiempo que un desfile de angelinos con chándales de vivos colores paseaban montados en patines en línea, bicicletas, patinetes y otros vehículos no contaminantes.
De cuando en cuando, Phil dejaba de explicar las maravillas del triángulo ofensivo y contemplaba el océano con mirada ensoñadora. «Mira», decía, y señalaba una barca de pesca que se alejaba o un grupo de delfines que retozaba en las aguas cercanas a la playa. Permanecíamos en silencio, observando lo que me había mostrado, hasta que decidía que había llegado el momento de volver a desvelar los secretos del «cerdito ciego» o cualquier otro aspecto misterioso de las jugadas jacksonianas.
En el fondo del salón hay un pequeño espacio de meditación, rodeado de biombos de bambú de estilo japonés, en el que casi todas las mañanas Phil practica zazen. De la pared cuelga un maravilloso dibujo caligráfico de enso, el símbolo zen de la unidad o la integridad, con las siguientes palabras de Tozan Ryokai, monje budista del siglo IX:
No intentes ver el mundo objetivo.
Tú, al que se da un objeto para que veas que es muy distinto de ti mismo.
Sigo mi camino y me encuentro conmigo mismo, que incluye todo aquello con lo que me cruzo.
No soy algo que pueda ver (como un objeto).
Cuando comprendes que tú mismo lo incluyes todo, alcanzas por fin tu verdadero camino.
En eso radica la esencia de lo que hemos intentado transmitir en este libro: el sendero de la transformación consiste en verte a ti mismo como algo que va más allá de los estrechos confines de tu ego, algo que «lo incluye todo».
Por mucho que los señores de la prensa intenten representarlo de otra manera, el baloncesto no es un deporte individual. Si a eso vamos, tampoco es un deporte de cinco personas. Se trata de una danza compleja que requiere que todo suceda en el mismo momento determinado: el deslizamiento del balón por el borde del aro, el murmullo del público, el brillo de la cólera en los ojos de tu adversario, la cháchara de tu mente inquieta.
Otro tanto se aplica a la escritura. Crear un libro como este va más allá del trabajo solitario de dos hombres que teclean en sus portátiles. Afortunadamente, en este proyecto hemos contado con la bendición de un equipo extraordinario de hombres y mujeres que han colaborado con sus propuestas, sus ideas creativas y su esfuerzo para que cobrase vida.
Ante todo, queremos manifestar nuestro agradecimiento a nuestra agente, Jennifer Rudolph Walsh, de William Morris Entertainment, por ayudarnos a darle vida y por alimentarlo a lo largo del camino. También vaya nuestra gratitud para el agente extraordinario Todd Musburger por su perseverancia, su integridad y su habilidad para conjuntar las piezas.
Tenemos una gran deuda de gratitud con Scott Moyers, nuestro editor, por defender desde el principio la visión de Once anillos y lograr que se hiciera real. Vayan también nuestras alabanzas para Mally Anderson, la asistente de Scott, y para el resto del equipo editorial de The Penguin Press por su elegancia jordanesca cuando se vieron presionados.
Deseamos manifestar nuestro especial agradecimiento a los jugadores, a los entrenadores, a la prensa y a cuantos se tomaron la molestia de compartir con nosotros sus reflexiones particulares sobre Phil y los acontecimientos referidos en este libro. En concreto, nos gustaría dar las gracias al senador Bill Bradley y a Mike Riordan por sus comentarios sobre los Knicks; a Michael Jordan, Scottie Pippen, John Paxson, Steve Kerr y Johnny Bach por los relativos a los Bulls, y a Kobe Bryant, Derek Fisher, Rick Fox, Pau Gasol, Luke Walton, Frank Hamblen, Brian Shaw y Kurt Rambis por sus aportaciones referentes a los Lakers. Gracias también a Bill Fitch, Chip Schaefer, Wally Blase, George Mumford, Brooke Jackson y Joe Jackson por sus colaboraciones de incalculable valor.
Tenemos una deuda de gratitud concreta con los escritores Sam Smith y Mark Heisler por su asesoramiento y su conocimiento profundo de la NBA. Rick Telander, columnista del Chicago Sun-Times, también supuso una gran ayuda, así como los reporteros Mike Bresnahan, de Los Angeles Times, y Kevin Ding, del Orange County Register.
Nos quitamos el sombrero ante John Black, mago de las relaciones públicas de los Lakers, y su equipo, por allanar el camino como solo él sabe hacerlo. También nos gustaría dar las gracias a Tim Hallam y a su equipo en los Bulls.
Vaya un agradecimiento muy especial a los colaboradores de Phil en los libros anteriores, los escritores Charley Rosen (Maverick y More Than a Game) y Michael Arkush (La última temporada) y los fotógrafos George Kalinsky (Take It All!) y Andrew D. Bernstein (Journey to the Ring). Asimismo, nos hemos beneficiado de las perspectivas de otros autores que aparecen en dichas obras: Life on the Run, de Bill Bradley; Miracle on 33rd Street, de Phil Berger; Garden Glory, de Dennis D’Agostino; Red on Red, de Red Holzman y Harvey Frommer; Mindgames y The Show, de Roland Lazenby; Playing for Keeps, de David Halberstam; The Jordan Rules, de Sam Smith; In the Year of the Bull, de Rick Telander; Ain’t No Tomorrow, de Elizabeth Kaye, y Madmen’s Ball, de Mark Heisler.
Queremos agradecer las aportaciones de varios periodistas que han cubierto a Phil y a sus equipos a lo largo de su trayectoria profesional, sobre todo a Frank Deford, Jack McCallum y Phil Taylor, del Sports Illustrated; a Tim Kawakami, Tim Brown, Bill Plaschke, T. J. Simers y Broderick Turner, de Los Angeles Times; a Melissa Isaacson, Terry Armour, Skip Myslenski, Bernie Lincicome y Bob Verdi, del Chicago Tribune; a Lacy J, Banks, John Jackson y Jay Mariotti, del Chicago Sun-Times; a Tim Sullivan y Mark Ziegler, del San Diego Union-Tribune; a Howard Beck y Mike Wise, del New York Times; a Mike Lupica, del New York Newsday; a J, A, Adande, Ramona Shelburne y Marc Stein, de ESPN, y a Michael Wilbon, del Washington Post.
Las investigadoras Sue O’Brian y Lyn Garrity llevaron a cabo una labor excepcional a la hora de comprobar la exactitud de los datos. Una gran reverencia para Kathleen Clark por crear la maravillosa galería de imágenes y a Brian Musburger y Liz Calamari por sus inagotables esfuerzos en la promoción del libro. Gracias también a Chelsea Jackson, Clay McLachlan, John M. Delehanty, Jessica Catlow, Rebekah Berger, Amanda Romeo, Gary Mailman, Amy Carollo, Kathleen Nishimoto, Gayle Waller y Chrissie Zartman por su ayuda más allá de lo que podíamos imaginar.
Nos sentimos colmados, sobre todo, por el afecto y el apoyo de las dos más grandes defensoras de esta obra: Barbara Graham y Jeanie Buss.
Desde el principio, Barbara se ha entregado en alma y corazón a este proyecto y ha mejorado el libro con sus correcciones magistrales y su visión creativa.
De no ser por Jeanie, tal vez esta obra no habría visto la luz. Es la razón por la cual Phil regresó a los Lakers. Hemos de estar agradecidos a Jeanie, así como al difunto doctor Buss, por conceder a Phil la oportunidad de ganar sus dos últimos anillos.
PHIL JACKSON Y HUGH DELEHANTY
Febrero de 2013