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Kilimanjaro

¿Por qué había soñado con el Kilimanjaro?

Era una palabra extraña; un nombre, de eso estaba seguro… pero ¿de qué?

Moses Kaldor yacía bajo la luz gris del amanecer thalassano, despertando lentamente a los sonidos de Tarna. No es que no hubiera muchos a esa hora; un trineo de arena zumbaba en alguna parte, en dirección a la playa, probablemente para recoger a un pescador que regresaba.

Kilimanjaro.

Kaldor no era un hombre jactancioso, pero dudaba que existiera otro ser humano que hubiera leído tantos libros antiguos sobre una variedad de temas tan amplia. También le habían sido implantados varios terabytes de memoria, y aunque la información así almacenada no era realmente conocimiento, se podía acceder a ella si se recordaban los códigos de acceso.

Era un poco pronto para hacer ese esfuerzo, y tenía sus dudas de que la cuestión fuera particularmente importante. Sin embargo, había aprendido a no subestimar los sueños; el viejo Sigmund Freud había hecho algunas puntualizaciones válidas dos mil años atrás. Y, de todos modos, ya no podría volver a quedarse dormido…

Cerró los ojos, conectó el mando BÚSQUEDA y esperó. Aunque era pura fantasía, porque el proceso tenía lugar a nivel totalmente subconsciente, podía imaginarse miríadas de Ks parpadeando en algún lugar de las profundidades de su cerebro.

Algo les sucedía a los fosfenos que bailan formando dibujos al azar eternamente en la retina del ojo fuertemente cerrado. Una ventana oscura había aparecido, por arte de magia, en el caos apenas luminiscente; se estaban dibujando letras… y ahí estaba:

KILIMANJARO:

Montaña Volcánica, África. Alt.: 5,9 km. Emplazamiento del primer Terminal del Elevador Espacial de la Tierra.

¡Vaya! ¿Qué quería decir aquello? Dejó que su mente jugara con esa escasa información.

¿Tendría algo que ver con aquel otro volcán, Krakan… que había estado muy presente en sus pensamientos recientemente? Eso parecía bastante cogido por los pelos. Y no necesitaba de ningún aviso para saber que Krakan o su turbulento descendiente podía entrar de nuevo en erupción.

¿El primer ascensor espacial? Eso sí que era historia antigua; señalaba el comienzo mismo de la colonización planetaria al dar a la Humanidad acceso prácticamente libre al Sistema Solar. Y aquí estaban utilizando la misma tecnología, usando cables de material superresistente para levantar los grandes bloques de hielo hasta la Magallanes, mientras la nave seguía suspendida sobre el Ecuador en una órbita estacionaria.

Sin embargo, esto tampoco tenía mucho que ver con aquella montaña africana. La conexión era demasiado remota; Kaldor estaba convencido de que la respuesta tenía que estar en alguna otra parte.

El acercamiento directo había fallado. La única forma de encontrar el nexo de unión, si podía, era dejarlo al azar, al paso del tiempo y a los misteriosos funcionamientos de la mente inconsciente.

Haría todo lo que pudiera por olvidar el Kilimanjaro hasta que éste eligiera el momento propicio para entrar en erupción en su cerebro.