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Terra Nova

Este recordatorio de la Tierra era un nombre desafortunado para el asentamiento, y nadie se hizo responsable. Sin embargo, era algo más atractivo que «campamento base» y fue aceptado rápidamente.

El complejo de viviendas prefabricadas se había desplegado con asombrosa velocidad: prácticamente en una noche. Era la primera demostración ante Tarna de los habitantes de la Tierra (o mejor de los robots de la Tierra en acción, y todos quedaron enormemente impresionados. Incluso Brant, que siempre había pensado que los robots causaban más problemas de lo que valía la pena, salvo para realizar trabajos peligrosos y monótonos, empezó a reconsiderar la cuestión. Había un elegante constructor móvil no especializado que operaba con una rapidez tan cegadora que, a menudo, era imposible seguir sus movimientos. Fuera donde fuese, le seguía una multitud admirada de pequeños thalassanos. Cuando se cruzaban en su camino, dejaba educadamente lo que estaba haciendo hasta que el camino estaba despejado. Brant decidió que ésa era exactamente la clase de ayudante que necesitaba; quizás hubiera algún modo de poder persuadir a los visitantes.

Al cabo de una semana, Terra Nova era un microcosmos en pleno funcionamiento de la gran nave que orbitaba más allá de la atmósfera. Había alojamiento sencillo pero confortable para cien miembros de la tripulación, con todos los sistemas de habitabilidad que necesitaban, así como biblioteca, gimnasio, piscina y teatro. Los thalassanos estuvieron conformes con estas comodidades, y se apresuraron a utilizarlas. Como resultado, la población de Terra Nova era, por lo general, el doble del supuesto centenar.

La mayoría de los que iban allí, invitados o no, estaban deseosos de ayudar y decididos a hacer la estancia de sus visitantes lo más confortable posible. Tanta cordialidad, aunque muy bien recibida y agradecida, solía resultar incómoda. Los thalassanos eran increíblemente preguntones, y la idea de intimidad les era casi desconocida. Un cartel de «Se Ruega No Molestar» solía considerarse como un desafío personal, que conducía a interesantes complicaciones…

—Todos ustedes son oficiales y adultos de gran inteligencia —había dicho el capitán Bey en la última reunión de la tripulación en la nave—, así que no debería ser necesario decirles esto. Traten de no acabar metidos en, eh, líos hasta que sepamos exactamente qué piensan los thalassanos sobre estos temas. Parecen muy cordiales, pero eso podría ser engañoso. ¿No está de acuerdo, señor Kaldor?

—Capitán, no puedo pretender ser una autoridad en costumbres thalassanas tras un período de estudio tan corto. Sin embargo, existen algunos paralelismos históricos muy interesantes, cuando los viejos barcos de la Tierra llegaban a puerto tras largos viajes por mar. Espero que muchos de ustedes hayan visto aquella clásica reliquia en vídeo, Rebelión a bordo.

—Confío, doctor Kaldor, que no me está comparando con el capitán Cook… quiero decir Bligh.

—No sería ningún insulto; el auténtico Bligh fue un marino brillante y difamado de manera muy injusta. En estos momentos, todo lo que necesitamos es sentido común, buena educación… y, como ha indicado usted antes, prudencia.

Loren se preguntó si Kaldor había mirado hacia él al hacer aquella puntualización. Seguro que no era aun algo tan obvio…

Después de todo, sus deberes oficiales le ponían en contacto con Brant Falconer una docena de veces al día. No había manera de que pudiera evitar encontrarse con Mirissa… aunque quisiera.

Nunca habían estado aún a solas, y apenas habían intercambiado unas pocas palabras de conversación formal. Pero no era necesario decir nada más.