—Al presidente no le va a gustar esto —dijo con entusiasmo la alcaldesa Waldron—. Se ha empeñado en llevarles a la Isla Norte.
—Lo sé —contestó el segundo comandante Malina—. Y sentimos decepcionarle. ¡Ha sido tan atento! Pero la Isla Norte es demasiado rocosa; las únicas áreas costeras utilizables ya están edificadas. Sin embargo, hay una bahía completamente desierta, con una playa de suave pendiente a sólo nueve kilómetros de Tarna. Nos vendrá de maravilla.
—Parece demasiado bonito para ser cierto. ¿Por qué está desierta, Brant?
—Ése fue el Proyecto Mangrove. Todos los árboles murieron, todavía no sabemos por qué, y nadie ha tenido coraje para acabar con aquel desorden. Tiene un aspecto terrible, y huele aún peor.
—Así que se trata ya de un área de desastre ecológico. ¡Bienvenidos, pues, comandante! En algo la mejorarán ustedes.
—Puedo asegurarle que nuestra planta será muy estética y no dañará el medio ambiente en lo más mínimo. Y, naturalmente, será desmantelada por completo cuando nos marchemos. A menos que deseen conservarla.
—Gracias, pero dudo que nos fueran muy útiles varios cientos de toneladas de hielo al día. Mientras tanto, ¿qué comodidades puede ofrecerles Tarna: alojamiento, abastecimientos, transporte? Nos encantaría poder ayudarles. Supongo que bajarán a trabajar bastantes de ustedes.
—Alrededor de un centenar, probablemente; y le agradecemos su oferta de hospitalidad. Sin embargo, me temo que seremos unos invitados horribles; mantendremos contactos con la nave a todas horas del día y de la noche. De modo que debemos permanecer unidos… y tan pronto como hayamos organizado nuestra pequeña aldea prefabricada, nos mudaremos a ella con todos nuestros equipos. Lamento que esto parezca descortés… pero cualquier otro sistema no sería práctico.
—Creo que tiene razón —suspiró la alcaldesa. Se había estado preguntando cómo podría organizar el protocolo y ofrecerle al espectacular comandante en jefe Lorenson en vez de al segundo comandante Malina la que pasaba por ser la habitación para huéspedes. El problema parecía no tener solución; por desgracia, ahora ya ni siquiera iba a plantearse.
Se sintió tan decepcionada que casi estuvo tentada de llamar a la Isla Norte e invitar a su último consorte oficial a pasar unas vacaciones. Pero, probablemente, el muy canalla la volvería a rechazar, y ella no podría resistir algo así.