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Herencia

Llevamos aquí dos semanas, Evelyn… aunque no lo parece, porque son sólo once de los días de Thalassa. Tarde o temprano tendremos que abandonar el viejo calendario, pero mi corazón siempre latirá a los antiguos ritmos de la Tierra.

Han sido unos días atareados, aunque en general muy agradables. El único problema auténtico ha sido de tipo médico; a pesar de todas las precauciones, rompimos demasiado pronto la cuarentena, y aproximadamente un veinte por ciento de los thalassanos cogió algún tipo de virus. Para hacernos sentir aún más culpables, ninguno de nosotros mostró ninguna clase de síntomas. Afortunadamente no murió nadie, aunque me temo que no podemos atribuirle mucho mérito a los médicos locales. Aquí la ciencia médica está francamente atrasada; se han acostumbrado a confiar tanto en los sistemas automatizados, que no saben afrontar nada que se salga de lo normal.

Sin embargo, nos han perdonado; los thalassanos son personas muy tolerantes y de gran corazón. Han tenido una suerte increíble (¡tal vez demasiada!) con su planeta; el contraste con Sagan Dos resulta todavía más decepcionante.

Su única desventaja auténtica es la falta de terreno, y han sido lo suficientemente inteligentes para mantener su población por debajo del máximo permisible. Si alguna vez se sienten tentados a sobrepasarlo, tienen como terrible aviso los registros de los suburbios de la Tierra.

Puesto que son personas tan bellas y encantadoras, es muy tentador ayudarles en vez de dejar que desarrollen su propia cultura a su manera. En cierto sentido, son nuestros hijos… y a todos los padres les resulta difícil aceptar que, tarde o temprano, deben dejar de interferir.

Hasta cierto punto; naturalmente, no podemos evitar interferir; la causa de esto es nuestra misma presencia. Somos invitados inesperados, aunque afortunadamente no inoportunos, en su planeta. Y nunca podrán olvidar que la Magallanes, el último emisario del mundo de sus antepasados, está en órbita sobre la atmósfera.

He vuelto a ver Primer Aterrizaje (su lugar de nacimiento), y he hecho el recorrido que todo thalassano hace al menos una vez en su vida. Es una combinación de museo y templo, el único lugar de todo el planeta donde la palabra «sagrado» es remotamente aplicable. Nada ha cambiado en setecientos años. La nave sembradora, aunque ahora es un cascarón vacío, parece como si acabara de aterrizar. A su alrededor, en silencio, se hallan las máquinas: las excavadoras y constructoras, y las máquinas de procesamiento químico con sus robots cuidadores. Y, por supuesto, las guarderías y escuelas de la Primera Generación.

Casi no hay archivos de aquellas primeras décadas… quizá deliberadamente. Pese a todas las habilidades y precauciones de los planificadores, debió de haber accidentes biológicos, eliminados de modo implacable por el programa primordial. Y el momento en el que los que no tenían padres orgánicos dejaron paso a los que sí los tenían debió de estar lleno de traumas psicológicos.

Sin embargo, la tragedia y la tristeza de las Décadas de la Génesis quedan varios siglos atrás. Los constructores de la nueva sociedad las han olvidado, como las tumbas de los pioneros.

Pasar el resto de mi vida aquí me haría feliz; en Thalassa hay material para todo un ejército de antropólogos, psicólogos y científicos sociales. ¡Sobre todo, desearía poder hablar con algunos de mis colegas, muertos tanto tiempo ha, y mostrarles cuántas de nuestras inacabables discusiones han sido finalmente resueltas!

Es posible crear una cultura racional y humana completamente libre de la amenaza de limitaciones sobrenaturales. Aunque en principio no estoy de acuerdo con la censura, parece que los que prepararon los archivos de la colonia thalassana triunfaron en su casi imposible tarea. Purgaron la historia y la literatura de diez mil años, y el resultado ha justificado sus esfuerzos. Debemos ser muy precavidos antes de sustituir algo que se ha perdido… por muy hermosa y conmovedora que sea una obra de arte.

Los thalassanos nunca fueron contaminados por los productos decadentes de las religiones muertas, y en setecientos años no ha aparecido aquí ningún profeta que predique una nueva fe. La propia palabra «Dios» casi ha desaparecido de su lenguaje, y se sorprenden (o les divierte) cuando a veces la utilizamos.

A mis amigos científicos les encanta decir que un dato resulta una estadística muy pobre, de modo que me pregunto si la total carencia de religiones en esta sociedad demuestra algo. Sabemos que los thalassanos fueron también seleccionados genéticamente con mucho cuidado para eliminar tantos rasgos sociales indeseables como fuera posible. ¡Sí, sí, ya sé que sólo un quince por ciento aproximadamente del comportamiento humano está determinado por los genes, pero esa fracción es muy importante! Realmente, los thalassanos parecen bastante libres de características tan desagradables como la envidia, la intolerancia, los celos o la ira. ¿Es esto únicamente resultado del condicionamiento cultural?

¡Cómo me gustaría saber qué sucedió con las naves sembradoras que fueron lanzadas en el siglo XXVI por aquellos grupos religiosos! El Arca de la Alianza de los Mormones, la Espada del profeta… había media docena de ellas. Me pregunto si alguna vez tuvo éxito, y en tal caso qué papel tuvo la religión en su triunfo o fracaso. Tal vez algún día, cuando se establezca la red de comunicaciones locales, descubramos qué les sucedió a aquellos primeros pioneros.

Una de las consecuencias del total ateísmo de Thalassa es una grave carencia de palabrotas. Cuando a un thalassano se le cae algo sobre el dedo gordo del pie, no sabe qué decir. Incluso las habituales referencias a las funciones corporales no le son de mucha ayuda, ya que se dan por supuestas. Prácticamente, la única exclamación que sirve para todo es «¡Krakan!», y se emplea en exceso. Sin embargo, sí demuestra la impresión que causó la erupción del Monte Krakan, hace cuatrocientos años; espero tener la oportunidad de visitarlo antes de nuestra marcha.

Quedan aún muchos meses por delante, y sin embargo ya siento temor. No por el posible peligro… (si algo le sucede a la nave, nunca lo sabré), sino porque querrá decir que se ha roto otro vínculo con la Tierra y contigo, amor mío.