10

Antoinette

Al amanecer, Spike encuentra a Todd tendido en una silla reclinable, en el extremo de una terraza triangular que se asoma sobre las aguas. El lago se pierde de vista bajo un cielo azul cada vez más luminoso. Un poco más allá de la ribera descansa una lancha motora con dos muñecas a bordo, balanceándose sobre el suave oleaje.

Cuando Spike lo sacude por el hombro, Todd despierta dando un respingo. Estaba teniendo pesadillas de persecuciones por calles a oscuras. La cabeza todavía le duele y acepta agradecido la cerveza que Spike le ofrece.

—Un traguito para la resaca —dice Spike—. Por cierto, tienes un agujero en el calcetín. En el izquierdo.

—Puedes llamarme Joe Descalzo.

Todd apura la cerveza en dos tragos, aplasta el cartón de plástico y lo deposita en un macetero de geranios que han empezado ya a perder los rojos pétalos bajo el sofocante calor de la mañana.

—Oh, tío. Pon un huevo crudo en la próxima. Y una pizca de tabasco —Todd se cubre los ojos con la palma de la mano—. Me acabé esa botella de Metaxa. Y creo que me tragué el gusano.

—Yo no pude encontrar más que cerveza —dice Spike. Está apoyado sobre la barandilla de hierro, contemplando el lago—. Anoche estuve hablando con un pirata de la Web. Me aseguró que trabajaba para Glass, pero había algo asquerosamente extraño en él. En una ocasión estuve en Afganistán…

El mayordomo, Ralph, aparece en la terraza cruzando una ventana francesa. Ha cambiado su traje de mayordomo por una chaqueta de ante y unos pantalones vaqueros de color azul. Lleva una pistola en el cinturón, videogafas de sol y un auricular en el oído. Detrás de él, media docena de muñecas empuñan rifles de impulsos M-10 de cañón grueso.

Todd dice:

—Spike…

—… y había piratas como ese tío, trabajando en algún chanchullo…

—Spike, ve a traer…

—… para conseguir que se hundiera la Bolsa de Moscú. Unos recuerdos jodidamente antiguos, los muyahidines. Sea como sea…

—… tu puta cámara, ¿de acuerdo?

—No es necesario, caballeros. En este lugar todo se graba.

Da una palmada y varias muñecas traen a la terraza una mesa cubierta con un pesado lienzo de lino blanco. También traen sillas hechas de plata forjada con difusas formas. En un extremo de la mesa colocan una televisión de pantalla grande. Las muñecas les ofrecen frutas e infusiones herbales y parecen confundidas cuando Alex les pide un café. Sus rostros azulados y maliciosos asoman por debajo de pelucas empolvadas. Llevan guantes blancos, chaquetas de seda color melocotón, pantalones bombachos y zapatos de piel lustrosa, con hebillas.

Una vez que Todd y Spike están sentados, el televisor se enciende. Antoinette dice:

—Siento no haber podido verlos anoche. Las cosas se están aproximando a un clímax.

Está de pie en una habitación blanca. Detrás de ella, la luz del sol entra a través de una ventana. Viste una túnica de seda blanca que se ensortija alrededor de sus pies. Su cabello está apilado en un coño de rizos apretados color carbón asimétricamente dispuesto, cortado por una franja de un blanco vivido.

Todd dice:

—¿Tiene algo que ver con un sujeto llamado Frodo McHale?

Spike dice:

—Ése es el tío del que te estaba hablando. Él…

—Cierra el pico, Spike —dice Todd.

Antoinette dice:

—La creación de un grupo de cóctel permanente fue la manera de Glass, cuando nos conocimos, de demostrarme que también podía cambiar los corazones y las mentes de las personas. No es una broma demasiado buena, pero lo amo profundamente y no tengo estómago para dejar que se vayan. Ahora mismo estarán durmiendo, como vampiros. De noche, sus personalidades creadas por fembots se desperezan y vuelven a la vida. Por lo que se refiere a este lugar, se ha convertido en un mausoleo. Glass estaba investigando…

—Algo relacionado con lo último en realidad virtual —dice Todd.

En el televisor, Antoinette camina hasta la ventana bañada de luz de sol. Una brisa suspende a su alrededor las largas cortinas. Dice:

—Glass quería la inmortalidad. Ya iba por su tercer corazón y su segundo par de pulmones, y estaba cansado de la carne. Él iba a ser el primer humano en cruzar la barrera hombre-máquina. Pero todo esto ya lo sabe usted, señor Hart. Se le permitió que lo averiguara.

—¿De veras? Escuche, si todo esto es alguna clase de truco publicitario, francamente no es de muy buen gusto. Quizá sería mejor que yo…

—Siéntese —dice el mayordomo, Ralph.

—Claro. Usted tiene el arma. Usted y esas pequeñas cabronas azules de ahí. Y, por cierto, ¿a las muñecas se les permite llevar armas? Creí que había una resolución de la ONU al respecto.

—Estamos en zona neutral —dice Ralph—. Además, no son muñecas, exactamente.

Todd se apoya sobre la mesa, colocando los codos entre la cubertería de plata y la porcelana traslúcida.

—Hábleme sobre ese fabuloso experimento. ¿Tuvo éxito?

La visión del televisor se acerca hasta un primer plano mientras Antoinette le devuelve la mirada a Todd. Sus ojos tienen pupilas de cobre bruñido.

—Glass fue traducido hace seis meses. Sus funciones siguen activas pero no habla. Eso va a cambiar.

—Y las computadoras están aquí.

—Éste es el instituto de investigación, el corazón de lo que Glass llama la Biblioteca de los Sueños, pero Glass no está exactamente aquí. Está en todas partes y en ninguna parte.

—¿Es que ha apretado el botón de «sin publicidad»?

Antoinette pestañea.

—Me refiero a que no me está contando demasiado. Ni siquiera la he visto a usted cara a cara.

—Creo que ya ha estado en la Biblioteca de los Sueños, señor Hart. Utilizó una de las terminales anoche. Sólo permiten acceder a la Biblioteca.

—Estaba tratando de contactar con mi oficina. Deben de estar buscándome.

—Saben que está usted inmerso en un reportaje de campo. A lo que accedió usted no era el nodo de su red, sino una simulación. Entre otras cosas, la Biblioteca ha cartografiado una versión de la Web en su interior, para sus propios propósitos. Es contigua a la Web pero no está conectada topológicamente a ella.

—¿Una simulación de la Web? ¿Con qué clase de potencia de computación cuenta Glass?

—La Biblioteca de los Sueños no es una simulación de la Web. Toma lo que necesita y lo utiliza para generar el mundo en el que Glass despertó por primera vez. Es como un pequeño universo de bolsillo.

—Vi a alguien allí —dice Todd—. Un hombre ardiente, un hombre envuelto en llamas. O hecho de llamas. ¿Era Glass?

—Lo que usted vio no era Glass. Es una criatura derivada de la Cruzada de los Niños. El Rey astado del mundo real, lo que usted llama el hombre ardiente cuando entra al otro lado. Su sistema nervioso ha sido reconstruido por Frodo McHale y sus acólitos. Podría decirse que es el primer astronauta real de la Web. O lo sería, si lograse escapar de la Biblioteca de los Sueños. Usted se vio con Frodo McHale anoche. Creo que quiere asegurarse de que sé que ha regresado.

—A usted no le gusta.

—Quiere matarme, señor Hart.

—Ha contratado mercenarios —dice al mayordomo—. Llegaron al otro lado del lago hace dos días.

—Supongo que estarán viendo cómo desayunan ustedes —dice Antoinette—. Frodo McHale quiere utilizar la Cruzada de los Niños para sus propios fines. Glass y yo queremos neutralizarla.

—Una palabra muy emotiva. ¿Significa lo que creo?

—También quiero destruir a las hadas que crearon la Cruzada de los Niños. ¿Eso le sorprende?

—Creía que ya habían sido destruidas. Ese asunto de las afueras de París…

—La Policía de Orden asegura haber solventado el problema de las hadas pero, aunque el Reino Mágico fue dispersado, sigue existiendo. Frodo McHale quiere la Cruzada de los Niños y yo quiero acabar con ella. Está fuera de control. Con criaturas como el hombre ardiente, amenaza con extenderse a la Web y eso no puedo permitirlo.

Ahora Todd sabe a qué le recuerda la pila de cabello veteada de blanco de Antoinette. Elsa Lanchester. La novia de Frankenstein.

Dice:

—Eso es material muerto. No puedo hacer nada con él. Nadie quiere oír historias de miedo sobre un Frankenstein que pierde el control.

—El monstruo —dice Spike.

Todd lo mira.

—El monstruo —vuelve a decir Spike. Toma un bocado de pastel dulce y dice, con la boca llena—. Fue el monstruo el que escapó. Frankenstein era el científico que lo había creado. Pero la criatura no tenía nombre.

Antoinette dice:

—En estos tiempos el monstruo y el científico, el creador y el creado, son a menudo el mismo. Ya ve usted, señor Hart, el problema que tengo. No soy una narradora. No soy una periodista.

—Usted quiere que cuente su historia. Y tengo que decirle, por cierto, que es una historia bastante buena.

—Traté de escapar de lo que había sido y perdí el control de lo que había creado. Ahora el hombre ardiente vaga con libertad por la Biblioteca de los Sueños y pronto invadirá la Web, él y cientos como él. Saturarán la Web con memes feéricas. Quizá nos impidan utilizarla. ¿Y qué ocurrirá entonces?

—¿Por qué es eso tan importante para usted?

—Porque voy a reunirme con mi querido amante y vivir para siempre. Usted es el único periodista con el que podía ponerme en contacto. Glass tiene una historia que contar y, dado que todavía es ciudadano de los EE. UU., es mejor que se la cuente a una audiencia de los EE. UU. Después de todo, el setenta por ciento de la potencia de computación de todo el mundo se encuentra allí —el televisor parpadea y muestra un plano medio de Antoinette. Extiende las manos como si quisiera atravesar la pantalla y dice—. ¿Puedo confiar en usted, señor Hart?

Spike se ríe.

—Cierra el pico, Spike —dice Todd.

Hay un ruido lejano, al otro lado del lago. Es el estruendo seco de una salva de mortero.

Todd se ha puesto en pie, incapaz de decidir si correr o esconderse debajo de la mesa. La motora se está dirigiendo hacia la orilla, zigzagueando de un lado a otro. La persigue un pequeño y lento misil inteligente. El motor de la lancha ruge mientras realiza un último viraje desesperado. El misil se precipita hacia delante y la lancha desaparece en medio de un penacho ascendente de agua blanca. Spike sujeta a Todd del brazo y señala. Otro misil atraviesa el lago en dirección al ala sur del complejo. Su delgado cuerpo y sus aletas estabilizadoras están pintados con un dibujo de cuadros rojos y blancos, vividos en contraste con el azul de las aguas.

En la mesa, la televisión no muestra más que estática. El mayordomo se encuentra en las puertas de cristal y se hace a un lado mientras las muñecas pasan trotando a su lado. Dice:

—Mi contrato acaba de expirar. Buena suerte, caballeros.

Entra en el cuarto y cierra las puertas deslizantes.