NINA AGUARDABA a que llegara la noche.
Aunque eran casi las diez, aún había luz en la calle y ya llevaba más de una hora acostada en la cama de acompañantes de la clínica desde que se había bajado del taxi con sus escasas pertenencias a cuestas. Había comprado un saco de dormir, ropa interior, dos pares de vaqueros, calcetines, pantalones cortos y camisetas. Y, por supuesto, un cepillo de dientes. Era importante instalarse en un nuevo hogar con un cepillo de dientes. Magnus le aseguró que podría quedarse en la clínica hasta que encontrara un lugar donde vivir, y ella calculaba que ese momento no iba a llegar de inmediato. Un lugar donde vivir quería decir algo parecido a un piso, tal vez algo pequeño en una cooperativa del barrio de Østerbro. Con dos dormitorios le bastaba, así los niños tendrían uno para cada uno y ella podría dormir en el salón cuando estuvieran en casa. Anton seguramente iría de vez en cuando, lo de Ida era algo más dudoso. Después del episodio de Amager había podido abrazarla una sola vez. Su hija le echó los brazos al cuello y rompió a llorar, pero también le dedicó una mirada que poco tenía que ver con la habitual. Por primera vez en más de un año, no parecía enfadada con ella, sino más bien… triste. Decepcionada, quizá.
Le prometiste que mientras estuvieras con ella no le ocurriría nada, se dijo. Ahora sabe que no es cierto, que mamá y papá no son lo bastante fuertes para protegerla del resto del mundo.
La guerra entre ambas parecía haber acabado en armisticio y no sabía muy bien qué era lo que había venido a reemplazarla, pero el caso es que Ida no había vuelto a ir a verla.
Morten se había dejado caer por el hospital varias veces con Anton para interesarse educadamente por su costilla rota, por las radiaciones y por sus efectos a largo plazo, y, muy sonriente —seguramente por el niño—, le habló del colegio y de la última reunión de padres. Había cambiado sus turnos de guardia y ya no tendría que volver al Mar del Norte antes del verano. Se estaba planteando la posibilidad de buscar un trabajo que no implicara tener que pasar quince días seguidos fuera de casa cada dos por tres, pero por el momento su hermana le estaba echando una mano con la logística y por suerte su cuñado trabajaba en Copenhague, no muy lejos del colegio de los niños.
No hablaron de cosas complicadas como la custodia. Aún no. «Eso puede esperar a que te encuentres mejor», había dicho.
El cuerpo de Nina no presentaba síntoma alguno, pero los médicos decían que debía estar preparada para contraer más infecciones víricas de lo normal. Tenía que recordar someterse a controles periódicos y tomar sus pastillas.
Los muelles de la cama chirriaban cada vez que se movía. El saco de dormir, que estaba recién desembalado, daba demasiado calor. Un North Field Arctic, apto para los climas más extremos. Pero el sol había entrado por las ventanas de la clínica, orientadas hacia el sur, durante todo el día y la noche era húmeda y sin brisa. En la calle resonaban los gritos de los hombres más jóvenes, borrachos y agresivos.
Se levantó, se echó una camisa por encima de la fina camiseta e introdujo los pies en el pantalón corto que había comprado en el Kvickly. Dejó el saco de dormir, salió por la puerta y bajó por el largo camino de losetas hasta el barracón infantil. El personal de guardia estaba sentado en el sofá con el café y las noticias de las diez como violento y apocalíptico telón de fondo. Hablaban de amenazas terroristas, del derretimiento de los casquetes polares y de la crisis. Nina se escabulló sin saludar.
Encontró a Rina en el cuarto del fondo del pasillo, encogida en un rincón de la cama, con los ojos cerrados y la respiración acelerada. A veces decía algo en un murmullo y daba manotazos a su alrededor. La estaban medicando, Nina lo sabía. Ahora dormía mejor por las noches. Abrió la ventana que daba al jardín y permaneció unos instantes atisbando en la penumbra. Luego se quitó la camisa sacándosela por la cabeza y se acostó junto a Rina.
Lo peor del campamento Kulhus eran las noches, porque de noche todos se quedaban solos en la oscuridad.