Satis

¿Qué podría decir de «Satis»? Lo mejor será reproducir uno de sus textos.

«Masturbaos, hermanos, pues voy a describiros un cuerpo de masoquista. Es un cuerpo siempre marcado, un cuerpo abierto a todo, un cuerpo desviado de sus funciones habituales, un cuerpo dúctil, resbaladizo, ceñido en látex, estrangulado por corsés, mordido por el látigo, estirado por las cadenas, penetrado por consoladores, por sexos, por manos, un cuerpo sudoroso, sangrante a veces, pero un cuerpo glorioso. Porque en este equilibrio excepcional entre el sufrimiento y el placer es donde la conciencia de ese cuerpo se ahonda; en este vaivén inolvidable se da ese estado de conciencia en el que ya no hay amo ni esclavo, dominante ni sumiso, sino una inmensa soledad y el tremendo orgullo de haber podido, de haber osado ir tan lejos, de haberse atrevido a llevar el cuerpo, cual dócil animal agradecido, más allá de las fronteras de lo soportable.

»Vamos, pequeñas sumisas, dejad de preguntaros si sois o no masoquistas. Cuando alguien es masoquista, lo sabe, lo vive y a veces llora por ello. Pues quien ha conocido esos estados de éxtasis jamás volverá a ser el de antes, jamás quedará saciado con otros placeres, por parecidos que sean, ni con las falsas apariencias; nunca dejará de buscar, siempre se sentirá hambriento, siempre dividido entre la repugnancia hacia sí mismo y el orgullo, entre el odio y la gratitud hacia el que se halla con él, hacia el verdugo, instrumento por desgracia necesario. Reconozco que no es muy excitante lo que cuento, pero es lo que he vivido. Así que ya podéis imaginar vuestras porfías: basto, no basto, lo es quien dice serlo, ah, estos jueguecitos de niños, yo seré la masoquista y tú el sádico, un golpecito aquí y otro allá, mi soberano Amo adorado, el gran montaje es demasiado estúpido para ser verdadero, no resulta muy divertido, en el fondo le falta carne y esperma, sangre y basura.

»Besos muy tiernos».