Polla Inútil

«Divina Ama Françoise,

»Qué suerte para mi larva fecal, poder arrastrarme de nuevo ante usted, una diosa.

»¿Se acuerda de mi?

»Usted, mujer maravillosa y altiva, tiene otras vergas que azotar. Pero yo, Polla Inútil, lo recuerdo todo como si fuera ayer, y sé que no estuve a la altura ninguna de las dos veces.

»¡Qué lección haber permanecido de rodillas sin tocarle, admirando sus nalgas suntuosas y su coño hierático, expuestos sin pudor a mis ojos desorbitados, qué sensación de sometimiento!

»Ya sabe, divina Ama, que yo no busco los golpes, ni la sodomía, ni ese tipo de tratamientos, pero imaginar la sonrisa que debió de iluminar su rostro al leer mi mensaje en el minitel me provoca estremecimientos abrasadores.

»“El gilipollas está en mis manos. Me pertenece, me lleva en la piel, dos horas de rodillas admirando mi culo y queda marcado para siempre”.

»Este poder es lo que me enloquece de deseo. Esa sensación de no ser ya nada sin mi Ama. Cada vez le necesito más, quiero pertenecerle.

»Ya sé que se aprovechará usted de mi, que le importo un comino, que tal vez sólo podré volver a verla si me someto. Pero eso es lo que deseo, que me humille contándome estas verdades y, sobre todo, que haga lo posible para envilecerme.

»¡Rebájeme! ¡Humílleme cuanto pueda! ¡Insúlteme! Cámbieme el nombre: ¿le gusta el de Lameculos? Dado que usted me convierte en una larva, lo adoptaré orgullosamente. Oblígueme a idolatrarla como a una diosa eterna y a que ese sea el único objetivo de mi vida.

»Divina Ama, niégueme cualquier derecho al placer. Está claro que tiene que empinárseme un poco, diviértase en hacerme rozar el placer, eliminándolo en el último segundo. El placer es de naturaleza femenina, sólo le pertenece a usted, y esta frustración será signo de su poder. Un esclavo debe sentir ansia: todos los placeres son para el Ama adorada.

»Desde aquel Edén en que pasé dos horas contemplando emocionadísimo su feminidad, he intentado revivir la experiencia. He empezado a coleccionar imágenes de mujeres desnudas, que he pegado en unos cuadernos, y algunas de ellas en mis muslos.

»Tengo tres cuadernos que comienzan por mujeres en bragas. (Me enloquecen las bragas femeninas. Si la reencarnación existe, me gustaría volver en forma de taparrabos viviente, muy sucio. Llevo uno, además, menos por travestismo que por sentirme ridículo y tener la impresión de que mi intimidad está poseída por las mujeres). Las otras están desnudas, disponibles, pero impalpables.

»Me gustan los culos y los sexos de mujer, así como los consoladores de mujer. Y los suyos están grabados en mi memoria. En las películas pomo, se ve a hombres violando a mujeres: “¡Chupa, marrana!”. Usted, divina Ama, usted invierte los papeles, con exigencias y sin la menor concesión. ¡Obliga a mi boca a satisfacerle, y, enculado por su consolador, a hablar a sus nalgas como a una persona de altísimo rango!

»Me gustaría que se cortara unos cuantos pelos de su coño y de su culo y me obligara a tragármelos, y que, para engullirlos bien, se meara en mi boca, ordenándome que me lo bebiera todo.

»Sueño que estoy con las manos atadas a la espalda, impotente, y que usted se sienta sobre mi rostro, con las nalgas en mis ojos y mi nariz en su ojete. Mi boca buscará el aire en su mata de pelo y sólo aspirará sus divinos olores, que llenarán mis pulmones y mi cerebro.

»Estoy enamorado de usted. La echo mucho de menos. Deseo soportar lo peor. Verla reír. Perder la dignidad e idolatrarla a usted».