Mi circo

Aquella noche hice de domadora de circo. «Momia de Seda» estaba en la mazmorra del gabinete. Llegó «Matrícula 4501». Elodie llamó para saber si había gente. Momia de Seda y Matrícula 4501 la animaron a venir de inmediato. También estaban «el Hombre de Chicago» y «Olivier».

Matrícula 4501 y el Hombre de Chicago no tuvieron el menor inconveniente en que sacara a Momia de Seda de su armario: empalada en un taburete, atada y envuelta de pies a cabeza en pañuelos Hermès de seda, con el consolador reforzado con unos nudos también de seda y los ojos vendados, oía con avidez todas nuestras palabras.

A Matrícula 4501, un seductor de mucho éxito, le vuelve loco el látigo. Se arrastraba por el suelo, con la cara pegada a mis tacones: le había ordenado que me siguiera a donde yo fuera.

Matrícula 4501 es un hermoso esclavo. Sale de mi casa con el culo amoratado y la sangre a flor de piel. Con él, soy el ama sin consignas, la que le tendrá siempre en vilo. Y lo llevaré hasta el límite de sus fuerzas, al extremo de su masoquismo.

El latigazo que recibe golpea sobre su cuerpo y sobre nuestras tripas, el largo látigo que restalla en su cuerpo restalla también en nuestros vientres. El sonido del cuero hincha los labios de mi sexo, y me echo encima de él, con mis turgentes senos pegados a su espalda, mis piernas a lo largo de sus piernas. Visto un body de látex. Noto los latidos de su cuerpo y de su alma, respiro el olor de su piel dolorida. Es tremendamente sensual.

Me he detenido para escuchar cómo habla su cuerpo, para asegurarme de que podía ir más lejos sin quebrar nada. Me besa hipócritamente y me dice:

—Ama, está cansada, ¿verdad? Sobre todo, no se agote.

Sabe que con tal desafío me obligará a golpear con mayor ahínco.

—Le ofrezco mis dolores. Sé y siento que le gustan.

Le agarro por el pelo. Le levanto la cabeza para ver su hermoso rostro. Me encantaría ver deslizarse una lágrima.

Momia de Seda está petrificada de miedo al ver cómo flagelo a Matrícula 4501 en el suelo. ¡Pobre Momia de Seda! Le palpita el corazón, a él, incapaz de soportar algo más que un ligero azote en el culo.

Me sentía como un animal. El miedo de Momia de Seda me electrizaba. Desprendía un fluido impalpable que mi cuerpo absorbía. Me había convertido en una tigresa histérica.

Elodie estaba fascinada. El Hombre de Chicago, con el talle estrangulado por un corsé y la polla aprisionada en el cuero, se masturbaba. Yo me sentía como en un circo, domadora en una jaula donde se hubieran mezclado las fieras y los caniches.

—Bien. Ahora, 4501, siéntate en el sling, con el culo muy cerca del borde de cuero. Elodie, ponte un preservativo, ¡te follarás a Matricula 4501!

Espié sus reacciones. Matricula 4501 trepó rápidamente y se instaló en el sling, mientras decía:

—Ama, ya sabe que es la primera vez, ¿verdad? Nunca me han dado por el culo. ¡Lo hago para obedecerla!

Aguardaba, con su culo de marrana abierto. Sus tobillos, rodeados de cuero, colgaban en el aire. Estaba preparado.

—Confío en que no tengas ningún inconveniente.

—¡Lo hago para obedecerla, Ama! —repitió. Matricula 4501 se había transformado en una mujer emocionada. No podía ocultar su nerviosismo. Su ojete temblaba. Ella se estremecía, obscena, presa del deseo y la vergüenza.

Me puse unos guantes de goma, metí los dedos en el gel, la miré, le ordené que acercara más el culo al borde del cuero, ofrecido a la penetración. Acerqué mis dedos al ojete. Lo contorneé. Lo palpé. Lo rodeé…

La espera continuaba. Miré encantada el rostro decepcionado de Elodie, que desde hacia tiempo ambicionaba la gran polla de 4501. «Mi Ama», pensaba Elodie, «¿es usted estúpida o qué?». Yo gozaba con este suspense. De repente, exclamé:

—¡Mierda, he cometido un error! Los personajes no están en el lugar adecuado. —Y ordené—: ¡Bajen el telón, por favor! ¡4501, sal del sling! ¡Empezaremos de nuevo! —Tres timbrazos, arriba el telón—: ¡Elodie, quítate esas braguitas de putita y ponte en su lugar! Será 4501 quien se folle a Elodie. Ya sé que Elodie tiene una polla muy gorda, pero no la probarás.

Esta vez Matricula 4501 hace un esfuerzo sobrehumano para ocultar su decepción. ¿Elodie? Su rostro humano está radiante.

Al principio prefieren conservar la máscara sobre el rostro. Al final, acaban siempre tornándose una copa juntos e intercambiándose las tarjetas de visita. En realidad, han pasado a ser normales en el reino de la anormalidad. Se sienten protegidos, pues todos se parecen.