«Mamie» era homosexual, adinerado, agente inmobiliario. Sabía reírse. Era toda una madraza, una buena nodriza, pródiga de calor y protección. Tenía un físico corriente, ajado. Algunos de sus amigos gastaban fortunas para conseguir los favores de un chico guapo. Nada de eso le ocurría a Mamie, que disfrutaba de un ganado excepcional.
Les llamaba «sus hijos». Siempre salía con un ejército de muchachos soberbios, dispuestos a todo por ella. Mamie poseía pisos, laberintos de cuartos de servicio. Alojaba casi siempre a sus hijos y les proporcionaba lo esencial. Los chicos sabían que podían contar con ella. Mamie sólo invitaba a restaurantes modestos. Le gustaban los amantes altos, un poco femeninos, muy musculosos, y los elegía entre los yugoslavos residentes en París. Eran generalmente unos granujas.
Mamie nunca daba dinero, pero no se lo pensaba dos veces a la hora de pagar una clínica a quien se había peleado y roto un brazo, o de contratar a un abogado cuando era necesario. Cuando decía: «Esta noche salimos», el harén acudía a la cita. En verano, los llevaba a Cannes a practicar el esquí náutico. No tenía servicio doméstico, pues los hijos se encargaban de todo.
La mayoría de sus criaturas ayudaba en la agencia una secretaría. Para los que se levantaban tarde, había inmobiliaria. No había otro personal, a excepción de una secretaria. Para los que se levantaban tarde, había comprado una pequeña discoteca donde les daba trabajo.
Mamie siempre decía: «Divide y vencerás».
Su gran amor fue un belga, uno de los hombres más guapos que jamás he visto. Se parecía a un actor, a Robert Mitchum, con cicatrices en la cara. A primera vista, recordaba a un asesino a sueldo, y, sin embargo, era manso como un cordero. Mamie, en tanto que madre cariñosa, se había desvivido para sacar a su preferido del alcoholismo, pero sin ningún resultado.
Mamie murió de un ataque al corazón. Pensó en sus hijos hasta el final: el testamento había sido redactado en función de la capacidad intelectual de cada uno de ellos. Incluso a su muerte estuvieron protegidos.