«Pierrot» se enternece, en la Sociedad Protectora de Animales, al ver un chucho muy grande. Pierrot es un padre fiel. Pierrot se pasea por los bares del barrio con su perro y sus colegas.
—¡Vaya herencia te ha caído, Pierrot!
—¡Sí! Es mi compañero de juerga. Le quiero y quiere a mis nenas.
Una pareja lasciva que frecuenta el bar le comenta:
—Monsieur Pierrot, tiene usted un perro muy interesante.
—Interesante, ¿por qué?
—Sí, muy interesante. ¡Créanos, joder! Somos entendidos en la materia. Nos gustaría que nos lo prestara. Venga con nosotros. Vamos, vivimos aquí al lado.
La mujer excita a Pierrot. Abre y cierra sin cesar sus piernas ataviadas con ligueros.
La minifalda sube lentamente, y Pierrot, que no pierde detalle, se enardece. La mujer acaricia el perro, el vientre del perro, los pelos del perro, la cola del perro.
—¡Chupa! —ordena el amo en un tono seco.
La mujer abre la boca. Engulle la enorme verga. Lame el glande, pues el pene es demasiado grande para su paladar. Lo acaricia con los labios, lo ensaliva con la lengua.
Pierrot se ruboriza.
—¡A cuatro patas! ¡El pecho sobre el puf! ¡Saca el culo, perra de mierda!
La mujer se prepara para el mastín. El amo coge entonces la enorme polla y la dirige hacia las nalgas de la mujer en celo. Las patas del perro abrazan el cuello de la mujer. ¡Obsceno! El amo abre a su perra y acerca la polla, que la desgarra. La mujer grita. Un metisaca rezumante de semen caliente (treinta y ocho grados). Las entrañas están empapadas, el placer se intensifica. La verga del perro tiene el tamaño de la de un asno.
Pierrot se enjuga el sudor de la frente.
La pareja nunca regresó. Pierrot ya no puede dormir. Pierrot está hecho polvo.
—¡Acude al minitel, Pierrot!
3615 MISSM Sado… Alias: «Dueño Zoo». Pero la censura de France Télécom tacha el alias.
—Basta con que pongas «Pierrot y su perro», todo el mundo lo entenderá.
Hoy, el perro y Pierrot se han convertido en estrellas. Pierrot lleva aproximadamente tres años recibiendo a parejas de toda Europa.
—Pierrot, los hombres masoquistas son muy viciosos. Y sueñan con el día en que tu animal les dé por el culo.
Sin embargo, Pierrot niega la homosexualidad de Magnum, su perro. Pierrot rechaza a los mirones.
En compañía de unos cuantos privilegiados asisto a una orgía zoofilica. La mujer tiene un cuerpo espléndido. Y Magnum la conoce…, la reconoce. En cuanto la ve, la lame de una manera turbadora. Existe una extraña complicidad entre la bella y la bestia. La mujer desliza su cara bajo el flanco del animal. Lame largo rato la verga del monstruo, que jadea… Ella abre sus muslos. Se funde con el animal.
Pierrot manipula ahora a Magnum con la destreza de un domador. La mujer se agacha, se encorva, se coloca en posición fetal. El amo pasa las manos debajo del perro. El amo abre el sexo de la mujer. La enorme verga se hunde en él. La mujer, empalada por el perro, mueve las caderas y desparrama su cabellera color platino. Jadea de placer. Hincha el culo para ofrecérselo al perro. Magnum le lame largo rato el cuello, se le ve tranquilo. Silencio. Nadie permanece insensible. La mujer grita y suplica… ¡Demasiado tarde! Pierrot, atento a la salud de su perro, decide frenarlo para evitar que el chucho sufra un ataque cardíaco.
A la mujer bestializada le cuesta recobrar el aliento. Se vuelve hacia mí:
—¡Françoise, Françoise! ¿Lo ha probado? Si un día le apetece, Françoise, ¡no hay otro como Magnum, es único!