Impermeable Negro

La primera vez que «Impermeable Negro» me escribió, no le contesté y anulé su mensaje. Insistió, logró intrigarme, y dialogué y jugué con él. Siempre he tenido mucha curiosidad, curiosidad por entender. Le escribí, le cité y subí de nuevo al escenario.

El teatro de la muerte se encuentra en todas partes, Pero démosle la palabra a Impermeable Negro:

«París, 25 de abril de 1989, 9.25h.

»Después de prolongados y comprensibles titubeos, me he decidido a entregarme a ustedes, a “Ella” y a ti. Ese sábado, me presento en tu gabinete. Cuando me abres, veo que estás desnuda debajo de tu impermeable de goma negro. Cierras la puerta con llave y me acompañas a la habitación del fondo. Entonces la veo a “Ella”. Viste exactamente como tú, de goma de pies a cabeza. Me rodea el cuello con sus brazos y me besa tiernamente. Cuando comienzo a empalmarme, te noto detrás de mí. Me desnudas diciéndome: “¡Voy a cubrirte de goma, querido! ¡Debo hacerlo!”. No bien me quedo desnudo, tomas el impermeable de tela de China con goma gris y, con la ayuda de “Ella”, me lo pones y lo abotonas. Al mismo tiempo, “Ella” me ciñe el cinturón. Tú me pones la capucha que como sabes, tiene dos tiras de goma. “Ella” me las enrolla alrededor del cuello y estira con fuerza. En realidad, es casi como si me estrangulara; les da varias vueltas. “¿Te gusta, cariño?”. En ese mismo instante, por detrás, tú me colocas en los hombros la capa de látex blanco. Me siento envuelto en goma por vosotras dos, y la erección es cada vez mayor. La capa de goma me envuelve como una segunda piel, y las tiras del cuello me estrangulan. Entonces “Ella” toma los guantes de goma, me los coloca, y después me pone una correa de tela en cada muñeca, apretando mucho los nudos. Curiosamente, deja colgar las correas de mis muñecas. Empezáis a asustarme. Pero mi voluntad está debilitada por vuestra sensualidad erótica, así como por el olor y el contacto de la goma. Vosotras lo sabéis, es evidente. De repente me hacéis dar medía vuelta. Te veo delante de mí, y “Ella” está ahora detrás. Me observas, y tu mirada se ha vuelto severa, Françoise, tus brazos me abrazan ahora por encima de la capa de goma que aprisiona mis brazos, y noto que me aprietas mucho con tus brazos. Después te oigo decir:

»—Todavía no estás lo bastante envuelto en goma, cariño, ¡voy a ponerte la cogulla de goma!

»En el momento en que tú pronuncias la palabra goma, “Ella”, que había cogido la cogulla sin que yo me diera cuenta, me la coloca sobre la capucha y la ajusta a conciencia. Noto que me pasa luego una correa alrededor del cuello, por encima de la goma de la cogulla. Inmediatamente después, tú le dices:

»—Al menor intento de resistencia, apriétale bien y estrangúlalo. Tenemos que ceñirle con la goma de manera que no pueda moverse.

»Me aterra, Françoise, verme ante vosotras dos así, cuando estáis recubiertas de goma; siento un miedo espantoso de vosotras dos, de la goma con la que me habéis envuelto y encapuchado, de las ataduras que me sofocan y asfixian. Ahora que estoy en vuestras manos, me amarráis ciñéndome con la capa de látex blanco. “Ella” me ata los muslos. Ahora estoy por completo en vuestro poder, atado, en manos de dos mujeres de goma, de dos mujeres que matan, dos mujeres cuyo placer supremo consiste en asfixiarme con la goma o en ahorcarme. ¿Qué ocurrirá, Françoise? ¿Me asfixiaréis o me ahorcaréis?».

«25 de abril de 1989, 15.29h

»Continuación de mi mensaje anterior. Cuando me habéis envuelto por completo en la goma, estoy a vuestra merced, tengo una erección pero me dais miedo; te oigo decir:

»—¡Quítale la cogulla de goma, lo tumbaremos en la cama y tú lo excitarás mientras yo le comunico la sentencia! —Y después, dirigiéndote a mí—: Sentirás el placer más delirante que jamás hayas sentido, el placer supremo: ¡habrá que matarte! ¿Con la goma? ¿Con la cogulla? ¿Con el impermeable? ¿O bien “Ella” te ahorcará? ¿Tienes alguna preferencia?

»—Françoise —te contesto—, “Ella” me matará de veras, ¿no? ¿Y tú, Françoise?

»—Sí, “Ella” mata siempre. ¿Prefieres la goma o la soga? “Ella” decidirá, “Ella” es el Verdugo de goma y ejecuta la sentencia que las mujeres de goma dictan.

»—Prepara todo lo necesario, Françoise —dice “Ella”—. Tendrás que encapucharlo y ahorcarlo. Yo voy a matártelo.

»Entonces, mientras tú me agarras el pene, “Ella” ase la correa y las dos argollas y las introduce en el torno. Tengo una erección, tú me excitas terriblemente, y la veo a “Ella”, vestida con impermeable negro y botas. Coloca la soga, la deja muy larga y me pregunto por qué; luego va a buscar un impermeable de látex y regresa junto a nosotros, al lado de la cama. Tú le dices:

»—¡Vamos! Hay que pasarle el nudo corredizo por la cabeza. ¡Ahora!

»Me levantáis entre las dos y me arrastráis hacia la soga, pero yo me resisto, ¡tengo un miedo terrible al ahorcamiento, Françoise!

»—¡Sabía que opondría resistencia! —dice “Ella”. Y ase el nudo corredizo con ambas manos—. Sujétalo bien, Françoise. —Me coloca la soga alrededor del cuello—. ¡Yo misma voy a ahorcarte!

»Entonces tira de la cuerda y, con la ayuda del torno, que han puesto en marcha y ahora gira, me desliza a la fuerza debajo de la soga. ¡El nudo me estrangula y yo no puedo impedir que me arrastréis al ahorcamiento! Y lográis ponerme en pie debajo de la soga.

»—¡Cúbrele la cabeza con el látex! ¡Y pásale el nudo corredizo por encima del impermeable! Cuando yo te lo diga, tensarás la soga mediante el tomo.

»¡Me cubre todo el cuerpo, incluida la cabeza, con el impermeable, y luego pasa el nudo corredizo por encima de la goma! Entonces tú, Françoise, comienzas a masturbarme de nuevo. ¿No quieres decirme lo que me haréis después?».

El esclavo de la muerte era el responsable único de la historia; nosotras, sólo unas meras ejecutantes. Y yo, convertida en la intérprete de la ficción de Impermeable Negro, tenía que tirar de la cuerda diciendo:

—¡Al fin, te mato!

¡E Impermeable Negro escupía escamas de estrellas!