La investigación preparatoria de un libro resulta siempre divertida, sobre todo cuando encuentras gente dispuesta a abrirse y a permitirte la entrada a su mundo de experiencias profesionales. Para escribir Piel herida necesitaba un poco de información ciertamente especializada acerca de la comunidad BDSM. Las personas que me hicieron partícipe de sus secretos no desean que revele sus nombres, pero ellas saben quiénes son, de modo que les expreso aquí mi agradecimiento.
Quiero también dar las gracias a cada uno de los miembros de la Policía Grampiana que tuvieron a bien contestar a mis tontas preguntas con respuestas inteligentes: el sargento John Souter (responsable de la unidad de Circuito Cerrado de Televisión); el Inspector Jefe Jim Bilsland; Bruce Duncan y Zoe, de la Oficina de Identificación; y el experto en huellas dactilares Gary Dempster. Mi reconocimiento especial para el agente Derek Bain, por aguantar lo inaguantable: ¡gracias!
Y una vez más quedo en deuda de gratitud con esa encantadora gurú de todo aquello relacionado con las autopsias judiciales: Ishbel Gall. Es la persona que más sabe de cadáveres de cuantas he conocido en mi vida.
Éstos son los responsables de cualquier cosa en que haya podido acertar; todo aquello en lo que me he equivocado es exclusivamente culpa mía (y de mi estupidez).
Otra andanada de agradecimientos para Philip Patterson (que sigue siendo el mejor amigo y agente que un maniático de la escritura puede tener), Luke, Isabella y el resto de los integrantes de Marjacq Scripts; para mi equipo editorial de ninjas bereberes esgrime-cucharas, alias de las geniales Jane Johnson y Sarah Hodgson; para las sensacionales Amanda, Lucy, Andrea, Fiona, Kelly, Clive, Wendy, Damon, Leisa, Dom y el resto del equipo de HarperCollins, por el asombroso trabajo que realizan; para Kelley Ragland, de St Martin’s Press, por toda su ayuda; y para James Oswald, por todo lo que no estaba en la agenda.
Quiero también darle las gracias a Ian Burdis, quien donó una gran suma de dinero a la Fundación para la Investigación de la Diabetes Juvenil para que su compañera, Debbie Kerr, pudiera ser uno de los personajes de este libro. Otras dos personas reales que aparecen en él son mi viejo amigo Alexander Clark, inestimable su colaboración con la tecnología informática, y John Rickards, quien escribe excelentes novelas policíacas cuando no aparece en las mías, un algo retorcidas. No necesito nombrar a Debs, Alex y John, que me han permitido quedar impune por asesinato.
Y por último, pero no la última, tengo que darle las gracias a mi pícara esposa Fiona. No todo el mundo sería capaz de aguantar esto…