—¿Sonsoles? Soy Mariana. Te llamo porque me gustaría pasar a verte esta tarde.

—…

—Nada de importancia: Es sólo una idea que me ha dado Carmen, la Secretaria del Juzgado, la recuerdas, ¿no? Por cierto, ¿qué tal está Marta? Me han dicho en el Arucas que te la has tenido que llevar a casa.

—…

—No me digas. Pero ¿está bien?… Ya, o sea, Alka-Seltzer y a dormir la mona.

—…

—Sí, francamente, qué fastidio.

—…

—Perfecto. Pasaré entonces un poco más tarde. No me viene mal porque quería acercarme un momento al Juzgado.

—…

—¿Eh? ¿Una corazonada? Sí, puedes llamarlo así.

—…

—Claro que no afecta a tu hermana. No quisiera ponerme sarcástica, pero Marta no está para asesinar a nadie últimamente.

—…

—Aunque no tan a ciegas. En fin, deja de investigarme tú a mí, no seas impropia.

—…

—No, por favor, nada que ver. Simplemente, creo que puede ayudarme a dar consistencia a una idea que la mitad es de Carmen y la mitad es mía.

—…

—O a desecharla, sí. Tú no te inquietes. Quién sabe, a lo mejor me ayuda a dar la luz en este cuarto oscuro en el que me he metido. Lo que sucede es que como Carmen y yo nos pasamos el día dándole vueltas al coco se nos encienden luces de todos los colores a lo largo del día y acabamos pareciendo una feria.

—…

—No. Ésta, si es una luz y no un chispazo, puede que ilumine todo el cuarto.

—…

—Sonsoles, de verdad, deja de interrogarme. Te recuerdo que la Juez de este caso soy yo.

—…

—Pero, naturalmente. ¿Cómo crees que os iba a molestar si no?