Juanita decidió que iría en cualquier caso justo después de comer. Total, si se encontraba con don Carlos, todo sería pedir excusas. Claro que a lo mejor no estaba solo, porque ella no era tonta; y, luego, los rumores que ella había oído… Pero eso sí que sería mala suerte, porque tendría que volverse y regresar más tarde y así habría perdido su oportunidad de ir a la fiesta con aquel mozo. Le apetecía tanto que cruzó los dedos, pero eso la espoleó. Sí. Iría. Tocaría en la puerta antes de entrar, por si acaso, incluso aunque viera que su coche no estaba, pero iría. Podía arreglar toda la casa, que era bien pequeña, en un pispás para estar dentro el menor tiempo posible, por si regresaban y la sorprendían, y volverse a la carrera con tiempo suficiente para arreglarse e ir a la cita. Sólo tenía que dejarle un papel a don Carlos diciéndole que había tenido que ir antes por… por lo que fuera, ya lo discurriría durante el camino. Ahora lo importante era darse mucha prisa. De modo que, sin pensárselo dos veces, agarró el chubasquero, el paraguas y unas botas cortas de agua y se echó a la carretera. Llovía con continuidad, pero era una lluvia menuda. Quizás a la vuelta escampase y todo.

Estaba tan contenta de su decisión que corría sin darse cuenta de que lo hacía.