De pronto entró una voz que lo urgía —¡Carlos, Carlos!—. Se incorporó sobresaltado y exhaló un grito ronco que lo asustó a él mismo. Sentía un nudo en el cerebro y una sensación de angustia que trataba de abrirse paso; de angustia pero, enseguida, al recobrar la conciencia, de alerta. Entonces vio a Ana María, que le estaba sacudiendo por los hombros, inclinada sobre él.

—¡Vaya, por fin! ¿Cómo puedes dormir así?

—¿Así? —respondió mientras pensaba con toda rapidez. Estaba semiincorporado en la cama, en el cuarto de invitados de los Arriaza, sin duda se había quedado dormido. Profundamente dormido. ¿Qué estaba pasando?

—¡Han matado al Juez Medina, en su casa!

—Pero ¿qué estás diciendo? —(¿se había quedado dormido? ¡Cuidado! ¡Reacciona!, le apremió una voz interior).

—Fernando se va para allá. Por Dios, Carlos, ve tú también.

—¿El Juez Medina? —(gana tiempo, gana tiempo, siguió diciendo la voz).

—Sí, el Juez Medina.

—Pero ¿cómo os habéis enterado? —(atención, tú no sabes nada, esto es importante, vigila lo que dices, dijo la voz al mismo tiempo).

—La Guardia Civil, de parte de la Juez de Marco, que llamó a Fernando para que atendiese a la cocinera, que tenía un ataque de histeria que casi se la lleva al otro mundo. Ay, hijo, no seas pasmado y ve a ver si alcanzas a Fernando.

—¿El Juez? ¿Estás segura? —(¿volver allí?, se dijo; la idea le pareció increíble, excitante).

—¡Carlos, es que no sé cómo puedes tener esa pachorra! ¿Te crees que Fernando está como para gastarme una broma? Anda y ve a buscarle, que le he dicho que te despertaba ahora mismo.

—Está bien, me lavo la cara en un momento y voy. No sé para qué, yo no soy médico ni tengo nada que ver con el Juez, la verdad… —rectificó al ver la expresión de Ana María—: Voy. Ya voy. Ahora mismo voy.

Miró alrededor instintivamente. La bolsa de playa asomaba tras la butaca, en el suelo.

—Deja la bolsa aquí —dijo Ana María, cada vez más excitada—, que no se pierde. Luego la recoges a la vuelta y me lo contáis todo. Ay, Dios mío, la verdad es que estoy atacada. Volved cuanto antes, por favor. Yo voy a llamar a Sonsoles o a alguien porque no puedo aguantar aquí dando vueltas.

—¿Por qué no me acompañas si te quedas más tranquila? —al punto comprendió su error. Nada guardaría mejor su bolsa que la presencia de la propia Ana María.

—¿Yo? Pero si sólo con oír hablar de sangre me mareo, Carlos, por Dios.

Carlos se demoró en el baño unos minutos y regresó a la habitación de invitados de los Arriaza para comprobar que la bolsa estaba cerrada. Ana María le siguió al instante.

—¿Y ahora qué pasa? —dijo.

—Nada. Creí que me había dejado el reloj en la mesilla.

—Pero si lo llevas puesto.

—Pues por eso no lo encontraba.

—Mira, sal de una vez porque me va a dar un ataque de nervios aquí mismo.