Dice el Diccionario: «Zarzuela: femenino de zarza». Y también: «zarzuela, femenino, obra dramática y musical en que alternan la declamación y el canto. Letra de la obra de esta clase. Música de la misma obra». Sabemos, por otra parte, que el palacio de la Zarzuela es la residencia habitual del rey de España, don Juan Carlos. ¿Tienen algo que ver una definición con otra y con el palacio?
Efectivamente. Zarzuela es también un lugar poblado de zarzas y en un paraje así, en los montes de El Pardo, se edificó en el siglo XVII un palacio del Buen Retiro real que se llamó palacio de la Zarzuela. En él vivió, durante largas temporadas, el rey Felipe IV. En realidad, el palacio fue construido en 1636 para el infante don Fernando, hermano del rey, que había sido gobernador de los Países Bajos. El arquitecto fue Alonso Carbonell. El infante dio a la corte grandes representaciones de obras en las que, a imitación de ciertos festines florentinos, se mezclaban letra, música y escenografía.
El erudito don Manuel García Villanueva Ugalde y Parra, escritor del siglo XVIII y fallecido en 1803, en su obra Origen, épocas y progresos del teatro español, escribe que «Felipe IV, dado a la galantería, a los placeres y a las musas, alguna vez se empleó en hacer comedias y en representarlas y las protegió apasionadamente». «El rey se preciaba de ser poeta y entre las comedias que compuso se cuenta una, titulada El conde de Essex, que fue muy aplaudida por el público…, compuesto por sus cortesanos, por lo que mal se puede deducir si era buena, mala o peor». «La música, reducida primero a la guitarra y al canto de algunas jácaras entonadas por los ciegos, admitió ya el artificio de la armonía cantándose a tres y cuatro; y el encanto de la modulación aplicada a la representación de algunos dramas que del lugar en que frecuentemente se oran, tomaron el nombre de “zarzuelas”».
Según algunos autores, Lope de Vega escribió la letra de una zarzuela titulada La selva sin amor, pero de ella no han quedado rastros ni de la música ni del autor de la misma. En cambio, en 1628, Calderón de la Barca escribió El jardín de Falerina con música de Juan Risco.
La primera zarzuela así denominada fue El mayor encanto amor, escrita al alimón por Solís, Rojas y Calderón. Este último escribió muchas otras, entre las que hay que destacar El laurel de Apolo y La púrpura de la rosa, escrita ésta con motivo del matrimonio de la infanta María Teresa de Austria con el rey Luis XIV de Francia.
En tiempos de Carlos II, el condestable de Castilla hizo escribir varias zarzuelas al gran escritor Francisco Bances Cándamo. Entre ellas, la de más éxito fue Duelos de ingenio y fortuna, «hecha ejecutar con grande y furtiva pompa de galas y trajes, real aparato de escenas, mutaciones, apariencias y máquinas ingeniosas».
El director de escena tenía, en la mayor parte de los casos, más importancia que el letrista o el músico ya que los cortesanos, como los espectadores de los espectáculos arrevistados de hoy, iban al teatro más interesados por la tramoya que por el argumento y cantables de la obra.
Con el advenimiento de la Casa de Borbón decayó la afición a estos espectáculos que dejaron de representarse en la corte, aunque continuaron en los teatros públicos. Los primeros reyes borbones atacados por una lipemanía pertinaz, se refugiaron en los tristes conciertos de los castrados italianos, algunos de los cuales, como Farinelli, gozaron de gran reputación y predicamento real.
A fines del siglo XVIII se produjo un renacimiento del gusto por la zarzuela que se consideró, desde entonces, como el género nacional por excelencia, olvidando que las operetas francesas o vienesas, por ejemplo, son también mezcla de declamación y canto.
Añadamos, por fin, que con el nombre de zarzuela se conoce, especialmente en Cataluña, un plato de pescados en salsa, del que hay muchas recetas, tantas como cocineros. Cuando a este plato se le añade langosta se le conoce con el nombre de «Ópera».