No, no se trata de un error. 4 y 15 están bien escritos, «día siguiente», también responde a la realidad. Veamos cómo, pero empecemos desde lejos.
Copio del libro de Bastús, La sabiduría de las naciones (vol. I, Barcelona, 1862), los datos que siguen.
Antes de Julio César todos los años eran de 365 días; pero como la Tierra tarda 5 horas, 48 minutos y 48 segundos más en completar la vuelta de su órbita alrededor del Sol, por eso cada cuatro años se atrasaba casi un día, de modo que si el solsticio de invierno o el día más breve del año caía, supongamos, el primer día de enero, al cabo de cuatro años caería el día 2; después de otros cuatro, el día 3, y así en adelante. De donde se seguía que el mes de enero, que caía en invierno, andando el tiempo hubiera caído en primavera, después en estío, etc.
Julio César, para corregir esta deformidad, mandó añadir al año un día cada cuatro años, de donde vino el año bisiesto.
Al día 23 de febrero lo llamaban los romanos sexto de las calendas; es decir, día sexto antes de las calendas, de marzo; y como en el año en que se intercalaba o añadía un día, que se hacía en aquel mes y en aquel día, había dos días sextos, de aquí vino llamar bisiesto —bis sexto— o año de dos días sextos al que constaba de 366 días.
Esta corrección hubiera sido perfecta si el Sol o la Tierra en su curso a más de los 365 días, gastase seis horas cabales, pues éstas en cada cuatro años harían un día justo. Pero como faltan 44 minutos cada cuatro años, los cuales al cabo de 100 años llegan a componer casi un día, de aquí provino que el día del equinoccio de la primavera, que en el año 325, por ejemplo, en que se celebró el Concilio Niceno, era el 21 de marzo, se había adelantado al día 11, porque, en efecto, los once minutos anuales que faltan, como hacen una hora cada cinco años y medio, componen un día con poca diferencia cada dentó y tantos años y, por consiguiente, hacían cerca de diez días en los 1255 años que pasaron desde el de 325 hasta el de 1580.
Este defecto había sido conocido ya por algunos astrónomos. El cardenal Pedro de Ailly había presentado al papa Juan XXIII, en un sínodo tenido en Roma el año 1412, un tratado para la reforma del calendario y, sin embargo, de que fue examinado por los concilios de Basilea y de Constanza, nada resolvieron sobre el particular.
En 1475, Sixto IV pensó en la reforma del calendario, y para ello consultó con Juan Muller, más conocido con el nombre de Regio Montano; pero tampoco obtuvo ningún resultado, porque murió éste en el año siguiente.
León X, en 1516, emprendió de nuevo esta reforma, y se habló de ella en el Concilio de Trento; pero esta gloria estaba reservada al papa Gregorio XIII.
A fin de hacer una corrección exacta, se vahó este papa de los conocimientos del célebre matemático y astrónomo italiano Luis Lulio o Lilio; y siguiendo sus consejos, mandó que el año 1582 se quitasen diez días al mes de octubre, de modo que al día 4 no siguiese el día 5, sino el 15.
Y para precaver en lo sucesivo semejante equivocación, ordenó a más que de cada cuatro años centenares, sólo uno fuese bisiesto; esto es, que fuese bisiesto el año de 1600, pero no los de 1700 y 1900, siéndolo otra vez el 2000, y no los tres centenares siguientes, y así en adelante.
Rebajando, pues, tres años bisiestos, o quitados tres días en cada cuatrocientos años, se rebaja el producto de los once minutos anuales que sobran, con mayor aproximación, y pasarán muchísimos siglos sin que sea notable la diferencia.
Antes que Gregorio XIII, para poner en armonía el año civil con el secular, dispusiera que se suprimieran los 10 días del año 1582, como hemos dicho, pasando del 4 de octubre al 15 del mismo mes, los días disminuían verdaderamente hasta el 11 de diciembre, cuyo día era entonces el más corto y su noche la más larga del año.
Como Santa Teresa murió precisamente el día 4 de octubre de 1582, el día siguiente fue, de conformidad con lo dispuesto por el papa Gregorio —por esto se llama reforma o calendario gregoriano— el 15 del mismo mes.
Por todo ello se ve que tenía razón el titulo de este capitulillo.
En catalán tenemos dos proverbios muy curiosos. Uno de ellos dice «Per santa Llúcia, un pas de puça», que equivale a decir que a partir de 13 de diciembre, festividad de la santa, el día empezaba a crecer. Según Bastús, existe en castellano un refrán similar: «Por santa Lucia, un salto de pulga crece el día». Ello era cierto antes de la reforma gregoriana. El otro proverbio equivalente al castellano: «Por los tiempos de maría castaña» es «la setmana dels tres dijous» —la semana de los tres jueves—, que tuvo lugar precisamente en estos días que comentamos.
Otra cosa curiosa. Como en Rusia no se aceptó la reforma hasta después de la implantación del régimen comunista, la celebración de la Revolución de Octubre se conmemora en noviembre.