«YA NO HAY PIRINEOS»

Conocida es la historia de la frase. De acuerdo con el testamento de Carlos II, la corona de España es ofrecida al duque de Anjou, que reinará con el nombre de Felipe V. En el momento de proclamar al rey, su abuelo Luis XIV dice: «Ya no hay Pirineos», frase que reproduce más tarde Voltaire en su libro Le siècle de Louis XIV, comentando que «es la más bella pronunciada jamás por el monarca».

Todo esto es muy bonito; pero no es verdad. La frase no fue pronunciada jamás, pues las cosas sucedieron de otra manera. He aquí cómo:

El día 8 de noviembre de 1700 llegaba a París la noticia de que el rey de España había fallecido el día 1 y que en su testamento —que ya era conocido por Luis XIV— había declarado heredero de la corona española al duque de Anjou. El rey francés estaba de caza y, tras seis horas en bamboleante carroza, llegó a Versalles acompañado por la duquesa de Borgoña y otras damas, porque el rey de Francia no podía prescindir de la compañía femenina ni siquiera en las cacerías. Se avisó en seguida al gran delfín[18] para que se presentase ante su padre.

El heredero de Luis XIV había estado casado con María Ana Cristina Victoria de Baviera y era «un hombre sin inteligencia, de humor muy desigual, muy perezoso, increíblemente silencioso, fútil y meticuloso en las cosas pequeñas, completamente insensible a la miseria y al dolor de los demás; malo, sería cruel si no fuera perezoso». Saint-Simon dice que «carecía de luces y conocimientos, radicalmente incapaz de adquirirlos, muy perezoso e incapaz de elegir acertadamente, carecía de discernimiento; había nacido para el aburrimiento o la melancolía que comunicaba a los demás y para ser una bola que rodaba al azar impulsada por otros, excesivamente testarudo y pequeño en todo, absorto en su grasa y sus tinieblas». Su madre, María Teresa de Austria, hija de Felipe IV de España, era una tontaina absoluta que se apresuraba en llegar temprano a las ceremonias cortesanas pensando que le quitarían el sitio si llegaba tarde[19].

Al día siguiente, y en la alcoba de madame de Maintenon, se convocó el consejo al que asistieron, entre otros, el gran delfín y sus tres hijos: el duque de Borgoña, el duque de Anjou y el duque de Berry. El rey Sol cogió de la mano al duque de Anjou y dijo: «Señores, he aquí el rey de España. Su nacimiento le ha llevado a ceñir esta corona. El pueblo español lo ha deseado y me lo ha pedido con anhelo. Yo se lo he concedido con placer, acatando así los designios de la providencia. —Y dirigiéndose a Felipe, continuó—: Sed buen español. Ése es desde este momento vuestro primer deber. Pero acordaos que habéis nacido en Francia para que sepáis mantener la unión entre ambos reinos y con ella la felicidad y la paz de Europa».

Esto sucedió el 10 de noviembre. El día 11, el embajador español don Manuel Oms de Santa Pau, marqués de Castelldosrius, fue recibido por el rey Luis XIV y por el todavía duque de Anjou. El marqués pronunció un discurso en castellano que fue entendido por el rey francés, pero no por el futuro rey español, que no conocía dicho idioma y que, con dificultades, lo hablaba al final de su vida, aunque en su ambiente familiar siempre se expresó en lengua francesa. En el discurso, el marqués dijo: «He aquí un feliz día, pronto partiréis para España en un feliz viaje, pues los Pirineos se han hundido».

Como se ve, nadie dijo «ya no hay Pirineos», aunque la frase del marqués de Castelldosrius se le acerca mucho. No la pronunció Luis XIV ni tampoco el embajador español. ¿Quién la pronunció entonces? Nadie. La frase en cuestión apareció escrita al día siguiente en el Mercure de France, una especie de diario oficial de la época. La frase, pues, no fue pronunciada, sino escrita. Y por un periodista anónimo.