ANECDOTARIO

El príncipe de Salm-Salm, el del siglo XVIII, era jorobado y muy contrahecho. Un día en uno de los pasillos del Louvre un cortesano, al verle pasar, dijo a otro:

—Ahí va el Esopo de la corte.

Le oyó el príncipe y dijo en voz alta:

—En efecto, Esopo hacia hablar a las bestias.

Pirón, el célebre escritor francés, entró en una taberna y se encontró con su amigo y rival Crebillon, que le dice:

—¿Sabéis que la hija del tabernero ha parido?

—¿Y qué me importa a mí?

—Es que dicen que el hijo es vuestro.

—¿Y qué os importa a vos?

Un consejo de Sheridan, el célebre escritor y político inglés:

«Si las ideas no acuden con presteza a tu imaginación, estimúlalas con un vasito de vino, y si las ideas se te brindan y acuden espontáneamente, justo será que las recompenses con un vaso de vino».

Roberto Robert afirma que es histórico el hecho siguiente:

En cierta capital de provincia murió el secretario del ayuntamiento, que era a la vez catedrático de la universidad y hombre muy apreciado por todos. En el acto del entierro, el alcalde quiso pronunciar unas palabras, y ante la tumba y el silencio de todos soltó lo que sigue:

Europa ha perdido un sabio,

España un hombre de bien,

nosotros el secretario…

Requiescat in pace. Amén.

Ni que decir tiene que las risas alteraron la seriedad de la ceremonia.

Cuando la Revolución francesa, Olimpia de Gouges se había hecho impopular por su defensa del rey y de la realeza. Un día, en la calle, un individuo la cogió por los cabellos gritando:

—¿Quién quiere la cabeza de Olimpia? La doy por quince sueldos.

—Doy treinta y me la quedo —respondió Olimpia.

Y así la salvó.

Una frase de Boyle que bien vale por una anécdota: «Debemos predicar el Evangelio a los salvajes de la India: de esta manera adquirirán la idea del pudor y para cubrirse las carnes nos comprarán nuestros tejidos de algodón».

Creo que la idea expresa con claridad el tipo de colonización inglesa; los españoles en América creamos mestizos. Los ingleses, no. Consideraban a los indígenas como animales salvajes y no se mezclaron con ellos.

En 1788, cuando el duque de Orleans fue desterrado a Villers Cotterets, adquirió en seguida gran popularidad y Rivarol, hablando sobre ello, dijo:

—Este príncipe destruye las leyes de la perspectiva; cuanto más se aleja más grande parece.

¿No les parece, amigos lectores, que esta frase tiene actualidad? Sólo que al revés, gente que nos parecía grande cuando estaban lejos, cuando han llegado hasta nosotros los hemos visto convertirse en enanos.

El músico Berlioz dio un concierto en Viena que obtuvo un éxito sensacional. Una admiradora se le acercó y, estrechándole la mano, le dijo:

—¡Perdone mi osadía, pero quiero acariciar la mano que ha escrito música tan bella!

Y como a todo esto le tenía cogida la mano izquierda Berlioz le replicó:

—Como usted guste, señora, pero yo escribo con la otra.

Una anécdota del siglo XV.

Un señor de cierto villorrio se dedicaba a salteador de caminos. Apresado por la justicia, fue condenado a ser descuartizado, y el cura del pueblo en la misa dominical dio la noticia a sus feligreses de la siguiente forma:

—Hermanos, rogad a Dios en caridad por el alma de nuestro señor fallecido en Toledo a causa de sus heridas.

En un festival benéfico actuaron la eximia actriz María Guerrero y la célebre bailaora Pastora Imperio. Al terminar ésta su actuación, fue felicitada por la primera, que le preguntó si se había cansado mucho. Pastora respondió:

—¡Calle usté! ¡Con lo que el público nos hace repetí! Ustés, las cómicas, salen, hablan lo suyo y se van tan descansás, pero nosotras las artistas…

Prosper Merimée dijo un día a la emperatriz Eugenia una frase que merece aplauso:

—Cuando le decimos hermosa a una mujer que es fea no cabe esperar que nuestras palabras logren volverla hermosa de verdad, pero es seguro que se pondrá casi bonita.

Bernard Shaw sentía un verdadero horror por el teléfono. Cuando alguien llamaba a su casa, la criada tenía la obligación de contestar:

—El señor no responde nunca antes de las seis de la tarde.

Si telefoneaban después, la respuesta era:

—El señor no responde nunca después de las seis de la tarde.

Y si alguien insistía diciendo:

—¿A qué hora puedo telefonear?

—A las seis en punto.

Y a esta hora el teléfono estaba descolgado.

Una vez, Shaw recibió una carta que contenía una sola palabra:

—Imbécil.

Y comentó:

—En mi vida he recibido muchas cartas sin firma, pero ésta es la primera vez que recibo una firma sin carta.

En esta temporada en que tanto sufrimos de la sequía, bueno será recordar una anécdota.

Cierto presunto escritor se presentó, creo que al empresario Tirso Escudero, diciéndole:

—Tengo escrito un drama rural extraordinario. El protagonista es un labriego que ve sus campos secos y áridos por falta de lluvia, pero es hombre creyente y confía en la Providencia, que por fin se apiada de él y le envía el agua que necesita. La última escena es un canto, un himno…

—No me diga más —atajó el empresario—: ¡es el himno de Riego!

Y paralela a esta anécdota va otra que tal vez es cuento.

En época de pertinaz sequía un cura de pueblo predicaba a sus feligreses:

—Hermanos míos: tened fe. La fe mueve montañas, la fe lo puede todo. Si tenéis fe todo se arreglará. El próximo jueves a las siete de la tarde habrá una función religiosa para impetrar la lluvia. Si tenéis fe, Dios os oirá.

Al jueves siguiente se celebró la ceremonia y el cura subió al púlpito:

—Hermanos: os dije que la fe lo podía todo, pero veo que no tenéis fe suficiente. Hemos venido para pedir la lluvia al Señor y ninguno de vosotros ha traído paraguas.

Le preguntaron a Milton:

—¿Por qué en ciertos países un príncipe puede ser proclamado rey a los catorce años y, en cambio, no puede casarse hasta los dieciocho?

—Porque para gobernar un reino basta un niño, y para gobernar una mujer, no basta.