DESAPARECE EL CORNUDO

Creo que la figura social del cornudo camina hacia su extinción. No es que las mujeres de hoy sean fíeles a su marido más que las de antes, ni muchísimo menos. Lo que pasa es que ahora a la infidelidad conyugal se le da menos importancia. Las llamadas «revistas del corazón» —que se llaman del corazón, pero que generalmente apuntan más abajo— están llenas cada semana de historias de Fulanita que se ha separado de su marido y está «unida sentimentalmente» con Zutanito —lo que es un eufemismo— para decir que arrugan sábanas en compañía.

Copio del libro de Vicente Vega Diccionario ilustrado de anécdotas (Barcelona, Gustavo Gilí, 1960), la siguiente:

«El jueves santo (de 1637) Miguel Pérez de las Navas, escribano real, habiendo guardado ocasión y día en que su mujer había confesado y comulgado, le dio garrote en su casa, haciendo oficio de verdugo y pidiéndole perdón y esto muy leves sospechas de que; era adúltera [el subrayado es mío].

»Pero más o menos por la misma época un marido engañado que encontró a su mujer en la cama con otro, los entregó a la justicia y ésta se los devolvió para que, según lo establecido por las leyes, hiciera con ellos lo que quisiera. Se levantó un cadalso y, haciendo caso omiso de lo que los asistentes a la ejecución pidieran que era clemencia, los degolló a los dos, empapó luego su sombrero en la sangre y lo lanzó a la multitud diciendo:

»¡Cuernos fuera».

Pero también es del Siglo de Oro el soneto de Quevedo titulado: «Un casado se ríe del adúltero que le paga el gozar con susto lo que a él le sobra».

Dícenme, don Gerónimo, que dices

que me pones cuernos con Ginesa;

yo digo que me pones casa y mesa

y, en la mesa, capones y perdices.

Yo hallo que me pones los tapices

cuando el calor por el otubre cesa;

por ti mi bolsa, no mi testa, pesa,

aunque con molde de oro me la rices.

Este argumento es fuerte y es agudo:

tú imaginas ponerme cuernos; de obra

yo, porque lo imaginas, te desnudo.

Más cuerno es el que paga que el que cobra;

ergo, aquel que me paga, es el cornudo,

lo que de mi mujer a mi me sobra.

En nuestra época del swinging —creo que se escribe así— y del adulterio casi institucionalizado, el cornudo aparece como una figura desfasada o, como se diría en el lenguaje actual, obsoleta.

Cuando se forman manifestaciones de féminas bajo el lema de «Yo también soy adúltera», ¿qué diantres, hemos de dar importancia a lo que antes se llamaba el marido engañado?

Un día el gran autor y actor francés Sacha Guitry, casado a la sazón con la bella actriz Yvonne Printemps, tuvo que asistir a una reunión de la Sociedad de Actores. Pierre Fresnay, el también gran actor de teatro y cine, envió una carta de excusa explicando que no podría asistir a la citada reunión porque estaba con fiebre. Al salir de la sesión, Guitry se dirigió a un bar y lo primero que vio fue a su esposa y a Fresnay muy juntitos, las manos entrelazadas en una posición que no daba lugar a dudas.

Sacha, sin inmutarse, se acercó a la pareja y sin mirar siquiera a su mujer le dijo al otro:

—Pierre, cuando se tiene una fiebre así se está en la cama. Y se fue. Poco después sobrevino el divorcio. Yvonne Printemps se casó con Pierres Fresnay y vivieron muy felices.

Lejos estamos de aquel otro gran soneto de Quevedo:

Cornudo eres, Fulano, hasta los codos,

y puedes rastrillar con las dos sienes;

tan largos y tendidos cuernos tienes,

que, si no los enfaldas, harás lodos.

Tienes el talle tú que tienen todos,

pues justo a los vestidos todos vienes;

del sudor de tu frente te mantienes:

Dios lo mandó, mas no por tales modos.

Taba es tu hacienda; pan y carne sacas

del hueso que te sirve de cabello;

marido en nombre, y en acción difunto,

mas con palma o cabestro de las vacas:

que al otro mundo te hacen ir doncello

los que no dejan tu mujer un punto.

La gente se compadece de un hombre cuando se le ha quitado su dinero y se ríe de él cuando se le ha quitado su mujer. No me negarán que ello no es muy halagüeño para el sexo femenino. Cuando uno cae y la gente se ríe es que la caída no tiene la menor importancia.

O como dice un cornudo de una obra de Tristan Bernard:

—Prefiero ser accionista de una buena empresa que sólo propietario de una mala.

Otra frase de Sacha Guitry:

—Imagino un cornudo diciendo: «Lo que me exaspera es pensar que este individuo sabe ahora aquello con lo que me contentaba».

¿Se han fijado ustedes en que «cornudo» no tiene femenino? El adulterio de la mujer era infamante, el del hombre tolerado y, a veces, alabado.

Eso es machismo puro.