EL CABALLO DEL GENERAL PAVÍA

La historia es muy conocida y popularizada a raíz de los acontecimientos del 23-F. ¿De qué se trata? Muy sencillo. El día 2 de enero —otros dicen el tres— de 1874, el general Pavía entra a caballo —algunos añaden que el caballo es blanco— en el hemiciclo del Congreso de los Diputados y disuelve las Cortes. El general Pavía ha salido en todos los reportajes y artículos. ¿Qué hay de verdad en ello?

Vamos a precisar algunos detalles:

1. El caballo no era blanco.

2. No hubo tal caballo.

3. El general Pavía no entró en el Congreso.

Entonces ¿qué sucedió en realidad? Para saberlo recurramos al Diario de Sesiones reproducido casi completamente en la excelente obra de Enrique de Tapia: Luz y taquígrafos, Ed. Aguilar, Madrid, 1961, que recomiendo a los lectores.

«Sesión del 2 de enero de 1874. Fíjense en la fecha: el DOS. A las tres y cuarto de la tarde, don Nicolás Salmerón agita la campanilla llamando a los legisladores. Un diputado da un “¡Viva la República federal!”. Como hace tres meses que el Parlamento no celebra sesiones, los secretarios leen numerosas comunicaciones de jueces, pidiendo el proceso de innumerables diputados.

»El señor Castelar: Pido la palabra.

»Expectación profunda.

»Castelar va a leer un mensaje dando cuenta a la Asamblea de la conducta del gobierno durante el interregno parlamentario. Parece un editorial sensacionalista enumerando catástrofes y calamidades. No hay rincón de España que no esté bajo el terror y los piratas cartageneros han apresado la nave extranjera Virginius, lo que ha estado a punto de hacernos entrar en guerra.

»Vienen después dos proposiciones: una, de apoyo al gobierno; otra, de censura. Ambas dan lugar a diversas polémicas.

»A las siete de la tarde se suspende la sesión para reanudarse a las once de la noche. Los ataques al gobierno siguen.

»Castelar se defiende: “No nos falta nada de cuanto hemos predicado; vosotros, los que queríais dividir el mundo y repartirlo en cantones, vosotros sí que tenéis mucho que desear”.

»Un diputado: ¿Y la federal?

»—¿La federal? Ésa es organización municipal y provincial: ya hablaremos más tarde. No vale la pena; el más federal tiene que aplazarla por diez años.

»Un diputado: ¿Y el pacto?

»—El pacto lo quemasteis en Cartagena. (Grandes aplausos).

»A las cinco de la mañana del día 3 —ya estamos en el día TRES— se verifica una votación adversa a Emilio Castelar por 120 sufragios contra 100. Castelar presenta acto seguido la dimisión y pide que no se levante la sesión hasta que el gobierno quede constituido.

»El vicepresidente suspende la sesión por veinte minutos, para que los diputados se pongan de acuerdo.

»Se llega a las siete menos cuarto cuando se reanuda la sesión.

»Los diputados van a empezar a votar la designación de presidente del poder ejecutivo. Apenas iniciada la votación, don Nicolás Salmerón, desde su sitial, dice con voz temblorosa:

»—Señores diputados: Hace pocos minutos que he recibido un recado u orden del capitán general (creo que debe ser ex capitán general) de Madrid, por medio de dos ayudantes, para anunciar que se desalojará el local en un término perentorio». Varias voces: ¡Nunca! ¡Nunca!

»El señor presidente: ¡Orden, señores diputados! La calma y la serenidad es lo que corresponde a ánimos fuertes en circunstancias como ésta. Pide que se desaloje el local en un plazo perentorio o que, de lo contrario, lo ocuparán a viva fuerza.

»Interrupciones al presidente. Voces heroicas que protestan.

»—Señores diputados, sírvanse oír la voz… —continúa Salmerón.

»Sigue el tumulto, mientras el presidente reitera exhortaciones al orden.

»El señor Chao: ¡Ésta es una cobardía miserable!

»En la Asamblea vibran acentos heroicos que parecen anunciar Numancia o Sagunto. Los legisladores gritan “¡Viva la soberanía nacional! ¡Viva la República! ¡Viva la Asamblea!”.

»El señor presidente: No esperaba yo menos, señores diputados. Ahora somos todos uno.

»Varios señores diputados: ¡Todos, todos, todos!

»El señor Castelar: Puesto que todavía tenemos aquí libertad de acción, continuemos el escrutinio, sin que por eso el presidente del poder ejecutivo tenga que rehuir ninguna responsabilidad. Yo he reorganizado el ejército, pero lo he reorganizado no para que se volviera contra la legalidad, sino para que la mantuviera. (Aplausos). Yo, señores, no puedo hacer otra cosa más que morir aquí el primero con vosotros… (¡Viva, viva!).

»El diputado Benot pide armas: ¿Hay armas? Vengan. Nos defenderemos.

»El señor ministro de la Guerra: Señores diputados, en este mismo momento, cumpliendo la voluntad de las Cortes soberanas, voy a extender el decreto destituyendo al general Pavía de sus honores y condecoraciones. (Aplausos. “¡Muy bien!”).

»El señor Chao: Venga el decreto exonerándole y yo lo llevo.

»Otros señores diputados: Y yo también.

»El señor Calvo: La Guardia Civil entra en el edificio preguntando a los porteros la dirección y diciendo que se desaloje el edificio de orden del capitán general de Madrid.

»El señor Benítez de Lugo: Que entren, y todo el mundo a su asiento.

»El señor presidente: Ruego a los señores diputados que se sirvan ocupar su asiento y que sólo esté en pie aquel que haya de hacer uso de la palabra. No tenemos más remedio que ceder ante la fuerza, pero ocupando cada cual su sitio. ¿Acuerdan los señores diputados que debemos resistir?

»Varios señores diputados: Sí, sí. Todos.

»El señor Castelar: Señor presidente, yo estoy en mi puesto, y nadie me arrancará de él; yo declaro que me quedo aquí, y aquí moriré.

»Un señor diputado: Ya entra la fuerza armada en este salón. (Penetran en el salón algunos soldados).

»Varios señores diputados: ¡Qué escándalo!

»El señor Castelar: ¡Qué vergüenza!

»Varios señores diputados: ¡Viva la República federal! ¡Viva la Asamblea soberana!

»Otros señores diputados apostrofan a los soldados, que se repliegan hasta la galería, y allí se oyen algunos disparos, quedando en el acto desierto el salón de sesiones. (Eran las siete y media de la mañana.)». Esto es lo que dicen las cuartillas taquigráficas. La salida total fue facilitada por la disposición de las ventanas de la planta principal del Congreso, a nivel de la calle; por allí salieron, como exhalaciones, los señores diputados. Parece la retirada de los guardias civiles el 23-F.

Y ésta es la verdad. Ni caballo, ni blanco, ni general Pavía. Éste no se movió de su despacho del Ministerio del Ejército, desde el que dirigió toda la operación. Nada más ni nada menos.