EPIGRAMAS

Recuerdo que de niño me hacía mucha gracia un epigrama al que llamaba «gramatical».

—He reñido a un hostelero.

—¿Porqué?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?

—Porque donde cuando como

como mal, me desespero.

Es de Tomás de Iriarte, el conocido fabulista, quien también dijo:

Mohamed, yo te aseguro

que en medio de estas querellas,

si nos piden cien doncellas

nos ponen en un apuro.

¿Qué diría hoy? Antes se hacía el amor privadamente en las casas públicas y hoy se hace públicamente en las casas privadas. ¿Doncellas? ¿Qué es eso?

Costumbres de otras épocas. Tiempo de viudez, lutos que duraban años… y excepciones que hacían exclamar a Juan Pablo Forner:

Murió Fermín y su esposa

tan presto a Simón se unió

que se duda si enviudó,

tanto adoró al que reposa.

Tan repentina unión

bien da a entender, a fe mía,

que cuando Fermín vivía

ya era marido Simón.

Otro del mismo Forner con cierta mala baba:

De que te ha nacido un hijo

me pides la enhorabuena;

Cornelio con tus amigos

ya desempeñé esa deuda.

Y ahora un epigrama de Leandro Fernández de Moratin, hijo del Moratin citado en otra página, que parece dirigido a ciertos autores que conozco:

En un cartelón leí

que tu obra baladí

la vende Navamorcuende…

No has de decir que la vende,

sino que la tiene allí.

Comparémoslo con otro epigrama de Pablo de Jérica:

Nos dices que tu librejo

se vende en casa de Bosc;

que allí se encuentra es seguro;

pero que se vende, no.

Creo que ambos poetas anduvieron en un punto equivocados. De los autores conocidos míos a los que he aludido hace unas líneas afirmo que sus obras se venden en muchas librerías…, pero no se compran en ninguna. Pido a Dios que no suceda lo mismo con este libro. Por lo menos, tú, amigo lector, ya lo has comprado. Gracias.

Otro epigrama de Alberto Lista, sacerdote y académico:

¿Al primer asalto mía?

Por Dios, que esto va, señora,

más pronto que yo quería

si ha de durar más de un día

resistid siquiera una hora.

Bendito Lista, que creía en la hora de duración. Hoy no se resiste porque sólo se piensa en los minutos de consumición.

Cierto día, Pablo de Jérica fue invitado a una representación que se daba en Cádiz de un drama compuesto por el duque de Híjar. De cómo debió ser la obra son los versos que compuso.

Grande el número de actores;

grande el autor, su excelencia;

grandes los actos, señores;

y más grande la paciencia

de tantos espectadores.

Del fingido Cementerio de Momo, de Francisco Martínez de la Rosa —llamado «Rosita la pastelera» por sus enemigos políticos— extraigo estos epitafios:

Aquí un hablador se halla

y por primera vez calla.

Aquí enterraron de balde

por no hallarle una peseta…

No sigas: era poeta.

Yace aquí un mal matrimonio,

dos cuñadas, suegra y yerno…

No falta sino el demonio

para estar junto el infierno.

¡Canónigo… de repente…

y morir en Nochebuena!

Se le indigestó la cena.

«.Aquí yace una doncella».

y han borrado «de labor».

Siempre es bueno hacer favor.

«Aquí yace una doncella

hija del tío Lagarto;

fue muy candorosa y bell».

la pobre murió de parto.

No siempre los epigramas son satíricos. Así Hartzenbusch:

Si al prójimo ha de ofender

tilde poniendo a su fama

sólo es bueno el epigrama

que se queda por hacer.

Y Manuel Bretón de los Herreros aludiendo a su defecto físico —era tuerto— escribió unos bellos versos y mejor resignación:

Dejóme el Sumo Poder

por gracia particular

lo que había menester:

Dos ojos para llorar…

y uno solo para ver.

Dos epigramas de Ramón de Mesonero Romanos que demuestran ingenuidad —muy de la época— y buen humor: un buen humor que entonces se llamaba festivo:

¿Preguntas qué libros leo?

y yo te respondo, Blas,

que son dos nada más,

los que llenan mi deseo.

Tengo la Biblia divina

para salud eternal

y, en cuanto a lo temporal,

leo el arte de cocina.

Retratábase Narciso

y así le hablaba al pintor:

«Ponedme hermoso color,

blanca tez… boca de risa,

los ojos negros… ¿A ver?

¿De veras así soy yo».

Y el pintor le dijo: «No,

así es como queréis ser».

Hay que ver los «retratos de la dueña de la casa» que cuelgan de muchas paredes de las casas de la alta burguesía y de la aristocracia, hay que ver los retratos del «Presidente del Consejo de Administración» que «adornan» las Salas de Juntas de muchas sociedades, para darse cuenta de que este último epigrama no ha perdido vigencia.

Un escritor casi desconocido y que merece que se hable de él fue José Bernat y Baldoví, valenciano él, hombre de chispa y desgarro a veces un tanto procaz. Copio aquí algunos de sus epigramas alguno de los cuales no me he atrevido a dar por radio:

«Un doctor ronda tu puerta

y un escribano te ador».

le dijo a una labradora

otro también de la huerta.

«No es extraño, majader».

contestó con galanura

«que toda gente de pluma

venga en busca de tintero».

He aquí los restos mortales

de una mujer de talento

en cosas municipales

es decir… de «ayuntamiento».

No sé por qué a punto fijo

una pendencia ruidosa

tuvo Antón con su esposa

y el juez llamó y les dijo:

«Entre esposos esto es mengua

córtese al punto el negocio».

«Eso no —repuso Ambrosio—

antes me cortan la lengua».

Rita, por cierta pendencia

fue citada ante el alcalde,

y éste le sirvió de balde,

dando en su pro la sentencia.

Con refinada malicia

dijo entonces la alcaldesa:

«Nunca he visto, Antón, tan tiesa

la vara de la justicia».

Preguntó a un joven Tomasa

ayer tarde en el paseo:

«Qué mal te hice, Timoteo,

que no has vuelto por mi casa».

Y él, reprimiendo su enojo,

después de una breve pausa:

«¿Ves —le dijo— que ando cojo

y me preguntas la causa?».

De sesenta un solterón

a una joven vivaracha

preguntó en cierta ocasión:

«¿Cómo te llamas, muchacha?».

Y ella dijo: «Encarnación».

«Tal misterio te explicara»,

repuso el sexagenario.

Y ella: «Mucho lo apreciara,

pero ya lo ha hecho el vicario

que tiene la voz más clara».

Y volvamos la página.