Con este título escribió una de sus mejores novelas aquel monstruo de la pluma que se llamó Manuel Fernández González.
Cocinero de su majestad, el rey Felipe III, fue el no menos célebre —por lo menos en lo que al arte culinario se refiere— Francisco Martínez Montiño que en su libro Arte de cocina explica que realizó un aprendizaje en las cocinas de palacio.
Largo sería hacer un resumen, aun pequeño, del libro en cuestión. Basta copiar un trozo. Helo aquí:
«una merienda
»Pemiles cocidos.
»Capones, o pavos asados calientes.
»Pastelones de ternera, y pollos, y cañas calientes.
»Empanadas inglesas.
»Pichones, y torreznos asados.
»Perdices asadas.
»Bollos maymones, o de vacía.
»Empanadas de gazapos en masa dulce.
»Lenguas, salchichones y cecinas.
»Gigotes de capones sobre sopas de natas.
»Tortas de manjar blanco, y natas, y mazapán.
»Hojaldres rellenos.
»Salchichones de lechones enteros.
»Capones rellenos fríos, sobre alfitete frío.
»Empanadas de pavos.
»Tortillas de huevos, y torreznos, y picatostes calientes.
»Empanadas de benazón.
»Cazuelas de pies de puercos con piñones.
»Salpicones de vaca, y tocino magro.
»Empanadas de truchas.
»Costradas de limoncillos, y huevos mexidos.
»Conejos de huerta.
»Empanadas de liebres.
»Fruta de pestiños.
»Truchas cocidas.
Ȅoclos de masa dulce.
»Panecillos rellenos de masa de levadura.
»Platos de frutas verdes.
»Gileas blancas, y tintas.
»Fruta rellena.
»Empanadas de perdices en masa de bollos.
»Buñuelos de manjar blanco, y frutillos de lo mismo.
»Empanadillas de quajada, o ginebradas.
»Truchas en escabeche.
»Plato de papín tostada con cañas.
»Solomos de vaca rellenos.
»Quajada de platos.
»Almojovanas.
»Si la merienda fuera un poco tarde, con servir pastelones de ollas podridas, pasará por cena. Ensaladas, frutas, y conservas, no hay para qué ponerlas aquí, pues se sabe que se ha de servir de todo lo que se hallare, conforme al tiempo que se hiciere la merienda».
Ahí es nada. Después de tal retahíla de platos, decir que con unos pastelones de ollas podridas, podrá pasar por cena. Claro que con buena voluntad. No faltaba más.
Es difícil imaginar qué capacidad estomacal deberían tener los cortesanos de aquel tiempo. Horroriza sólo el pensarlo.
En un magnífico libro Historia de la gastronomía española, Manuel Martínez Llopis copia estas frases de Mariano Pardo de Figueroa, más conocido por su seudónimo de «Doctor Thebussem» que se refieren a un banquete con el que el duque de Medina Sidonia obsequió a Felipe IV y su esposa en el lugar conocido como Coto de Doñana. Dicen así:
«Sabido es que las bodas de Camacho fueron penitencia de monje y parvedad de anacoreta, si se comparan con aquellas cocinas de 120 pies de largo cada una, y con aquellos abastecimientos de 800 fanegas de harina, 80 botas de vino, 10 de vinagre, 200 jamones, 100 tocinos, 400 arrobas de aceite, 300 de fruta, 600 de pescado, 50 de manteca de Flandes, 50 de miel, 200 de azúcar, 200 de almíbares, 400 de carbón, 300 quesos, 400 melones, 1.000 barriles de aceitunas, 8.000 naranjas, 3.000 limones, 10 carretadas de sal, 250 de paja, 1.500 fanegas de cebada, 2.400 barriles de ostras y lenguados en escabeche, 1.400 pastelones de lamprea, 46 acémilas porteando nieve, 4.000 cargas de lona, 1.000 gallinas, 10.000 huevos, 600 cabras paridas, que daban 20 arrobas de leche diarias; cabrito, pescados frescos, conejos, perdices, faisanes, pavos… y otros comestibles en exageradas cantidades. Sería necesario copiar toda la relación, si hubiésemos de dar cuenta del rico menaje, de las viviendas, vestidos de pajes, monteros y señores; aderezo de coches y caballos, partidas de caza y pesca, comedias, bailes, música, castillos de fuegos y valiosos regalos de telas, armas, joyas, con que el duque obsequió a cuantos personajes asistieron a la fiesta, la cual ocasionó, al decir de los cronistas, unos 300.000 ducados de gasto».
Y basta por hoy. Me voy a tomar un café para ayudar mi digestión.