ANÉCDOTAS DE MÚSICOS

Mi amigo Miquel Arimany es el benemérito editor, entre otros, de un libro que creo poco conocido y que recomiendo a mis oyentes —hoy lectores—. Se trata de la obra de Bernard Grun Vida privada de grandes músicos. Tiene dos defectos: uno, que las anécdotas están redactadas, a veces, si orden ni concierto, y, dos, que no lleva índices onomástico y de temas. De todos modos quien lo lea pasará un buen rato, o unos buenos ratos y aprenderá muchas cosas sobre los autores que prefiera y aun de muchos que quizá desconozca. El libro se publicó en 1958 y no sé si quedan ejemplares en las librerías. Si así no fuera merecerte una nueva edición subsanando si puede ser, los dos defectos apuntados.

Ustedes, sin duda, han escuchado, no una, sino muchas veces, la célebre Sinfonía del Nuevo Mundo, de Antonin Dvorak —en checo, este nombre lleva sobre la r un acento cincunflejo al revés y se pronuncia Dvorjak, dándole a la j un sonido parecido al que tiene en catalán o en francés—. Cito una anécdota del libro:

«Resulta extraño encontrar a Antonin Dvofak, el checo rústico y bonachón, en tan rara compañía. Pero Dvorak tenía una marcada pasión por ferrocarriles, estaciones de ferrocarril, locomotoras y por todo lo relacionado con los trenes.

»En Praga iba cada día a la estación de Francisco-José, compraba un billete de andén y procedía a una minuciosa inspección del establecimiento. Hablaba con los revisores, porteros, guardias y maquinistas. Se informaba ansiosamente de las salidas y llegadas de trenes; sabía el horario de memoria y si un tren llevaba retraso, interpelaba a cualquier empleado que se le pusiera a tiro e, incluso, presentaba excusas a los pasajeros. Durante sus años de profesorado en el Conservatorio miraba a menudo, nerviosamente, su antiguo reloj de ferroviario y súbitamente ordenaba a un discípulo que fuera a la estación y se informara de si el exprés Brno-Praga de las 11.20 horas, número 158, había llegado a tiempo y de si su maquinista, Jaroslav Votruba, tenía algo interesante que comunicar. Así, maestros de la música en ciernes como Novak, Suk, Fibich, Nedbal y Lehar, debían interrumpir sus estudios para satisfacer la pasión de su profesor.

»Un día José Suk, que estaba prometido con la hija de Dvofak, Otilia, regresó a Praga, procedente de su ciudad natal.

»—¿Qué tal ha ido el viaje? —pregunto Dvofak.

»—Bien, gracias —le aseguró el joven—. Todo fue espléndidamente. Salimos de Krécovice puntualmente a las 2.34 horas, llegamos a Benesov a las 3.18, tomamos agua, continuamos a las 3.25 y hemos llegado a Praga a las 5.46 horas. Para más detalles el número del tren era el 10 726.

»—¡Dios bendito! —exclamó Dvofak, escandalizado—. ¡Qué loco estás! ¿No sabes que el 10 726 es el número de construcción de la locomotora? El tren de Benesov lleva el número 187 —y, volviéndose a su hija, refunfuñó—. ¡Y esto, querida, es la especie de hombre con quien deseas casarte».

Cuando le ofrecieron la dirección del nuevo Conservatorio Nacional de Nueva York, Dvofak dudó largo tiempo. La circunstancia que decidió la aceptación fue la incitante perspectiva de ver todas las nuevas locomotoras americanas, gigantescas y fabulosas, los tenders, vagones, coches-cama y coches-restaurant y las estaciones. Fascinado, Dvofak contempló la antigua gran estación central, embelesándose en ella como ante una de las maravillas del mundo, y todos los días se desplazaba desde la calle 17 hasta la 155 solamente para gozar de la fugaz contemplación del mayor espectáculo que Nueva York podía ofrecerle: el paso centelleante del Chicago-Exprés.

No me negarán que tiene gracia. Que esto le sucediera a Arthur Honegger, que compuso la partitura de Pacific 231 para el film de Abel Gance sería comprensible, ¡pero Dvofak!

Por cierto que la citada composición de Honegger no intenta «descubrir el ruido de la máquina, sino trasladar al lenguaje musical la impresión visual de la imagen lírica que sugiere su potencia y su fuerza». Son palabras textuales del autor.

El film de Abel Gance se llamaba La rueda.