A las dos de la tarde Hopes estaba casi vacío. Solo quedaba algún alcohólico apoltronado en la barra, sorbiendo algo amargo. Me llevé a Veronica y a Mason a una mesa que había en el fondo del bar, cerca de la nevera donde guardaban las cervezas.
—Suspensión indefinida sin cobrar —les conté.
—Estás de broma —dijo Veronica.
—Al principio iba a ser remunerada, pero me querían hacer prometer que me mantendría alejado de la investigación. Les dije que no podía hacer eso, especialmente en estos momentos.
—Cariño, qué injusto.
—Míralo desde su punto de vista —le contesté—. Por el bien del periódico tienen que distanciarse de mí. Si estuviera en su situación, haría lo mismo.
—¿Pero, por qué sin paga?
—¿Cómo crees que quedaría si sigo investigando y un capullo como Logan Bedford se entera de que sigo en nómina?
—Espera un momento —dijo Mason—. ¿De verdad cree la policía que eres tú el pirómano, o es que Polecki quiere igualar al más tonto del par?
—Las dos cosas.
—¿Por qué creen que puedes estar implicado?
—El perfil del FBI me encaja como un guante.
—Sí, pero seguro que también coincide con mucha otra gente.
—Cierto. Y también tiene un fallo.
—¿Cuál?
—El perfil asume que el culpable es pirómano.
—¿Y no lo es?
—No, detrás de los incendios hay intereses económicos. Alguien se está forrando.
—¿Qué te hace pensar que es así? —preguntó Mason.
—Cada cosa a su tiempo, Gracias Papá.
—¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó Veronica.
—Tengo mil doscientos dólares en la cuenta corriente. Me da para un mes. Si no consigo aclararlo todo antes…
—¿Todavía no te has ido de vacaciones este año, verdad? —preguntó Mason.
Asentí.
—¿Cuántas vacaciones tienes, tres semanas quizá?
—Sí.
—Pues entonces te las tienen que pagar. Con tu sueldo, eso alcanza a…
—Unos dos mil seiscientos dólares —dije.
—Le diré a mi padre que extienda el cheque.
Diego, el camarero del turno de día, estaba ocupado, así que Mason se levantó para traernos la bebida. Campari con soda para él, chardonnay para Veronica y Killian’s para mí. Me tragué un par de calmantes junto con la cerveza y seguidamente le di un sorbo al antiácido.
—Woodward ha llamado hoy —dijo Veronica.
—¡Ah!
—Dijo que tendría un puesto para mí muy pronto. Pero me aconsejó que me alejara de ti hasta que se aclare la situación.
—O sea, que no es el mejor momento para que le llame pidiendo trabajo.
—Probablemente no.
—¿Vas a seguir su consejo?
—No lo sé. No quiero hacerlo.
—Pero eres ambiciosa —dije—. Eres hija de tu padre.
Apretó fuerte los labios y se quedó mirando la copa de vino.
Hardcastle entró con un par de correctores y se sentó en una banqueta junto a la barra. Entró después un funcionario del tribunal. El bar se empezaba a llenar. Hardcastle nos lanzó una mirada y acto seguido sacó el móvil del bolsillo de la chaqueta e hizo una llamada.
—Necesitas un abogado —dijo Veronica.
—No puedo permitírmelo.
—Si no puedes permitirte uno, te asignarán uno de oficio.
—Cállate, Gracias Papá.
—Lo siento. Me he estado relacionando últimamente con un listillo y algo se me ha pegado.
Aunque me costara reconocerlo, me empezaba a gustar aquel chaval.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó Veronica.
—Puede que le pida a tu informante misterioso que me represente gratis. Después de todo, Brady Coyle y yo fuimos compañeros de universidad y se supone que debemos apoyarnos los unos a los otros.
Había lanzado un globo sonda. Coyle era uno de los pocos que podría tener acceso a las declaraciones secretas del Gran Jurado. Como abogado de Arena no tenía derecho a acceder a ellas hasta la fase final del juicio, pero para una persona con su influencia no le sería difícil conseguir una filtración. Y encajaba con la descripción que se le había escapado a Veronica: alguien que me odiaba. Cuando abrió mucho los ojos, supe que había acertado.
—Es difícil guardar un secreto en una ciudad como esta, Veronica. Lo único que no consigo entender es por qué Coyle te está filtrando información que perjudica a su cliente.
Aguardaba su respuesta cuando empezó a sonar el blues de mi teléfono móvil.
—Me acabo de enterar por la radio de que te han soltado —me dijo Rosie—. ¿Estás bien?
—He tenido días mejores.
—¿Puedo ayudarte en algo? ¿Necesitas dinero para un abogado?
—Ya me apaño —mentí.
—¿Dónde estás? Me gustaría verte.
—No creo que sea buena idea, al menos hasta que se aclare este lío. No se te puede ver relacionada con un sujeto sospechoso de ser un pirómano. Piensa en lo que tendrías que explicar a tus chicos.
Estuvimos un rato discutiendo y luego nos despedimos. Justo en ese momento entró Logan Bedford con un cámara. Inspeccionó el bar y se dirigió directamente hacia mí. Había una luz roja encendida en la cámara lo cual indicaba que ya estaba preparada. Veronica les vio llegar y salió disparada al aseo.
Me apunté algo más en la cabeza: cambiar el tono a una melodía que incluyera: «Apoya a tu chico».
Logan se miró el peinado en el espejo que había tras la barra y se acomodó a mi lado para que el cámara pudiera captarnos a los dos a la vez.
—Las noticias de Canal 10 han conseguido enterarse en exclusiva de que cumple a la perfección el perfil que el FBI ha hecho del pirómano de Mount Hope. ¿Quiere hacer alguna declaración?
—No entiendo eso de «en exclusiva», el periódico ya ha publicado esa información.
—Los espectadores quieren saber la verdad. L. S. A. Mulligan, ¿es usted el pirómano de Mount Hope?
—Logan, si hubieras demostrado algo de profesionalidad al entrar aquí, cosa que no has hecho, en lugar de venir en plan capullo, cosa que eres, podría haber hablado contigo. ¿Qué tal si retransmites este comentario?
—¿Y usted, señor? —dijo dirigiéndose hacia Mason—. ¿Querría explicar por qué se deja ver con este personaje en semejantes circunstancias?
Mason cogió mi botella de antiácido y se la ofreció a Logan.
—Toma —dijo—. Lo vas a necesitar después de que te haga tragar la cámara que llevas.
Sí, definitivamente, el chaval me empezaba a gustar.
Tras ese comentario, Logan se dio la vuelta dispuesto a marcharse.
—Oye, Logan —dije.
Se dio la vuelta y me miró.
—Al salir, dile a Hardcastle que he dicho que se vaya a tomar por culo.